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Al abrir sus ojos, se encontraba en un enorme salón de paredes blancas.

René no pudo recordar un intervalo entre el momento en que fue consciente de la ausencia de Lacus, y ahora estar allí, de pie como si hubiera estado suspendido en el aire segundos atrás, ni tampoco pudo reconocer el lugar en que se encontraba, por lo cual tuvo toda la intención de descubrirlo, cuando entonces un carraspeo lo hizo girar la cabeza, con la guardia en alto.

Su perplejidad se disipó lo suficientemente rápido al reconocer a aquella imponente figura, y la insignia del alto mando de Abraksas en su uniforme, por lo cual se inclinó sobre una rodilla, llevando una mano a su pecho como señal de respeto.

— Ponte de pie.

De inmediato obedeció, manteniendo su postura recta mientras que por su cabeza pasaban miles de pensamientos por segundo, sobre la misión, sobre Lacus, sobre el ataque de aquellos dos serafines que habían salido de quién sabe dónde, y sobre su propia falla.

Había fallado.

— Señor, la misión...

— Estoy al tanto de todo. — lo interrumpió. — De hecho, estaba en mi camino a informarle al Líder lo sucedido.

Diablos. Definitivamente había fallado.

— Pero algo llamó mi atención. — dijo entonces. — Llegaste al humano y tuviste el tiempo suficiente para llevar a cabo la orden que te dieron antes de que te atacaran. ¿Por qué no lo hiciste?

René quería saber exactamente lo mismo, pero decir que no tenía respuesta para aquello podría meterlo en más aprietos.

— Y cuando esos dos serafines aparecieron, intentaste proteger al humano. — sonó más a una afirmación que a una pregunta. — ¿O me equivoco?

René tomó una pequeña respiración: — No, señor.

— ¿Por qué lo hiciste?

— Yo... No estoy seguro. — masculló, antes de carraspear suavemente. — Es decir, la orden del Líder... la orden de asesinar, incluso a un humano, fue algo que me tomó bastante por sorpresa.

— Si no te sentías capaz de hacerlo, debiste decirlo desde un principio. — respondió con un tono que estaba entre la severidad y la comprensión. — Pero hay una gran diferencia entre no asesinar y proteger, ¿no crees?

— Lo creo, señor. — asintió suavemente, frunciendo el entrecejo. — Y entiendo ahora que no puedo asesinar a un humano. No es algo que un serafín haría.

— Pero un miembro de Abraksas sí. — repuso.

René frunció el entrecejo ante esa idea.

Abraksas siempre había sido, para él, un símbolo de la fuerza de los serafines. Abraksas quería lo mejor para el mundo, incluso cuando muchos no estaban de acuerdo con los métodos. La conexión con el mundo humano alejaba a su gente unos de otros en ideas contrariadas, y continuar con ello sólo llevaría a una guerra.

Esa había sido toda su razón para unirse a ellos: el verlos como los seres capaces de tomar decisiones difíciles por un bien mayor, que encontrarían la manera de cerrar la brecha con el mundo humano, y lo había entendido, pero ahora...

— No estoy de acuerdo. — respondió con firmeza. — Asesinar a estos híbridos no puede ser la respuesta a nuestros problemas.

— Bueno, ¿y qué harás al respecto? — preguntó entonces. — ¿Qué debería decirle al líder cuando pregunte porque su recluta no cumplió con su deber?

René hizo una mueca, considerando sus opciones brevemente, su propio destino conforme a esas mismas, y entonces llevó una mano hacia su cuello, arrancando el colgante con su insignia de un tirón, antes de entregárselo.

𝐀𝐑𝐂𝐀𝐍𝐔𝐌 ➫ Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora