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Lacus podría jurar que sus sentidos se habían multiplicado por mil.

Parecía que tenía todos los sonidos de la ciudad retumbando en los oídos, ¿y desde cuándo la luz del sol era tan irritante? Bueno, era el precio a pagar por una noche fuera.

Intentó estirar su brazo con la intención de correr las cortinas, pero no funcionó, porque la distancia era demasiada y, aparentemente, el sol estaba empeñado en sacarlo de la cama. Gimió con desgano mientras se pasaba las manos por la cara y esperó un par de momentos antes de ponerse de pie, intentando acomodar sus ideas.

Recordaba haber llegado a casa, haber dormido todo el día antes de despertarse para cenar algo ligero, y luego haber regresado a dormir lo que restaba de la noche. Por lo general, no solía dormir tanto luego de una fiesta, pero aparentemente su consumo de alcohol había superado la medida habitual, y ahora debía enfrentar las consecuencias por ello.

Técnicamente, ya había pasado más de un día, pero un ligero dolor de cabeza persistía a pesar de todo.

Arrastrando sus pies descalzos a lo largo de la porcelana, se abrió paso por el apartamento hasta llegar a la cocina, pensando levemente que, si aún viviera con sus padres, su madre le habría preparado algo que le aliviara la resaca, pero ahora que vivía por su cuenta, tendría que arreglárselas con lo poco que tenía en la alacena...

Claro que, si aún viviera con ellos, habría llegado mucho antes del amanecer. Lacus odiaba preocuparlos.

Encontró un paquete de bebidas deportivas en el refrigerador y pensó que servirían para contrarrestar los efectos de su estado. Tomó una azul y se dirigió a la sala. De camino, se despojó de sus pantalones y de los pasadores que milagrosamente aún sostenían lo que quedaba de su peinado, dejando que los mechones morados cayeran libres sobre sus hombros y rostro. Se hizo un ovillo en el sillón y comenzó a darle pequeños sorbos a su bebida, intentando hacerla durar lo más posible.

Así continuó, con la vista pegada en ningún punto en específico.

Una vez sintió que su cabeza se había recuperado lo suficiente, tomó su celular para revisar la hora, ahora sabiendo que eran cerca del mediodía, y comenzó a revisar sus notificaciones lentamente: algún compañero de clases pasándole apuntes de la clase que se había perdido tras dormir mucho más de lo que esperaba, recordatorios de entregas de tareas, mensajes de grupos, y un "buenos días" de su madre.

Lacus respondió a todo lo que pudo y, sabiendo que ese día no tenía clase alguna, optó por compensar todo el tiempo perdido en aquella fiesta, y ocuparse de sus responsabilidades en torno a la universidad.

Después de desayunar y buscar una aspirina, tomó una ducha, y pasó la mañana restante terminando un ensayo pendiente para la siguiente semana, luego tuvo que salir para reponer el vacío de sus alacenas, y tomó un pequeño descanso durante la tarde para ver algunos capítulos de una serie de televisión que tenía pendiente, hasta que el sonido de su celular lo distrajo, y notó que era una llamada de su madre.

— ¿Has estado comiendo bien? — preguntó ella luego del usual "Hola, cariño. ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo?" que él respondía con el mismo afecto.

— Claro que sí. Tres comidas al día. — respondió orgulloso, como si al menos una de ellas no se tratara de fideos instantáneos.

Su madre no tenía por qué saber esa parte.

— Bien. ¿La escuela cómo ha estado?

— Odio filosofía e historia también... Creo que odio las humanidades en general. — comentó mientras se metía una rebanada de pan en la boca, cortesía de sus compras recién hechas. — Aunque en este semestre tengo física. Me gusta.

𝐀𝐑𝐂𝐀𝐍𝐔𝐌 ➫ Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora