Capítulo 13

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Al día siguiente, me desperté en el hospital. 

Abrí los ojos con mucho esfuerzo y lo primero que noté fue una luz blanca muy intensa. Trasacostumbrarme a la luz, me di cuenta de que me encontraba, de nuevo, tumbada en una camilla dehospital. 

- Ya se ha despertado.- dijo alguien. Intenté enfocar mejor y me di cuenta de que delante de mí seencontraba el director con expresión preocupada. Fruncí el ceño confundida. A mi lado, se encontraba una enfermera. Giré la cabeza y al otro lado de la camilla, descubrí que seencontraba Elena. Al verme despierta, suspiró de alivio. Estaba perpleja. ¿Qué hacía Elena allí? 

- ¿Qué...Qué hago aquí?- me atreví a preguntar. 

- Te... encontramos tumbada en el suelo, casi inconsciente. -me explicó el director con un deje depreocupación. Elena y él se miraron y parecieron tener una conversación silenciosa. 

- Oriana... Deberías dejar de hacerte daño.- comenzó Elena. 

La miré perpleja. No entendía nada.Primero, ella se había alejado de mí porque creía que yo era un bicho raro y ¿Ahora se preocupabapor mí? No tenía sentido. Estaba desorientada. Pero me confundió más lo que había dicho. 

- ¿Cómo que "debería dejar de hacerme daño"? ¿Creéis que lo hago por gusto?- Aún estaba muydébil, así que mi voz salió en susurros. - ¡Es Esteban!- estaba comenzando a enfadarme por lasituación. Miré al director recriminándole- ¡Le conté que era Esteban, pero usted no me creyó!

Elena y el director se volvieron a mirar entre sí preocupados. Luego el director metió una mano en subolsillo y sacó un sobre. Me lo tendió. 

- Es para ti.Extrañada, abrí el sobre y comencé a leer: 

Hola, Oriana. 

Como dentro poco es tu cumpleaños, he pensado que Thai y yo podríamos ir a visitarte. Podemoscomprar una pequeña tarta y jugar a cartas o algo, ya que sigues con el brazo roto y no quiero que telastimes. 

¡Ya sé! El otro día descubrí que hay un cine cerca de allí. ¿Qué te parece ir al cine y celebramos tucumpleaños allí? Sé que aún falta una semana, pero quería avisarte con antelación para querecibieras la carta a tiempo y para que cada una podamos organizarnos mejor. 

Me dice Thai que tiene ganas de echar una carrera contigo... Le da igual que tengas el brazo roto. 

Lo siento, esta semana tenemos entrenamientos y otros planes, así que no vamos a poder ir a verte;pero te aseguro que la semana que viene podremos visitarte y celebrar tu cumpleaños. 

Tras leer la carta, me sentí mucho mejor. Pero esa alegría se sustituyó por confusión. 

- Gracias. 

- He leído la carta y... Tal y como está tu actual situación, he pensado que sería buena idea quedarcon tus amigas. -dijo el director. Me sentí un poco ofendida por haber leído mi carta, pero luego mesentí mejor al escuchar la noticia. 

- Gra...Gracias.- tartamudeé por las sobreexcitación que sentía en aquel momento. 

El director salió de la habitación para hablar con la enfermera y me quedé a solas con Elena. Ella memiró con disculpa. 

- Mira, siento haberte dejado de hablar pero cada vez estabas actuando de forma más rara y meestabas asustando. Pero no sabía que estabas tan mal. -se disculpó Elena. Realmente parecíapreocupada por mí. 

-Sé que es difícil toda esta situación: la muerte de tu familia, convivir en elorfanato... Pero, que sepas, que todas las personas que estamos allí tenemos la misma sensación deabandono. -me explicó con suavidad. -Lo que quiero decir es que te entendemos perfectamente;nadie como otra persona huérfana puede entender lo que es perder a su familia. 

Ella seguía hablando mientras yo solo escuchaba. No dije nada porque no tenía suficientes fuerzas,pero comencé a entenderla. Parecía realmente arrepentida por alejarse. Me había abandonado,pero allí estaba, en el hospital, cuando había estado a punto de morir. Decidí perdonarla, así queluego comenzamos a hablar como antaño. 

Unos minutos más tarde, volvió el director acompañado de la enfermera. 

- Nos tenemos que ir, tenemos responsabilidades que cumplir.- me dijo el director. 

- Intentaré venir a visitarte luego. –me dijo Elena antes de irse con el director. 

El resto del día me quedé en la camilla tumbada, sin poder moverme apenas. La enfermera me habíadicho que no podía levantarme porque tenía varias heridas que debían curarse.

Estuvieron todo eldía colocándome gasas y otras cosas para las curas. Por suerte, la mayor parte de ellas eransuperficiales. A pesar de que tenía muchos golpes, no eran más que moratones.Me sorprendió que no tuviera nada roto, aparte del brazo escayolado que tenía desde el día delaccidente. Tenía algunos golpes por donde había sangrado, pero no eran mortales. También me sorprendió que no hubiera sufrido ninguna hemorragia vaginal. 

Aunque me seguía sintiendo comouna piltrafa, me alegré al saber que todas las heridas eran superficiales y que me curaría rápido.A pesar de estar en un hospital con heridas varias, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien.Me sentía relajada y descansada. Las heridas ahora eran más soportables. Esteban no apareció entodo el día, cosa que me relajó mucho. Mientras iban y venían enfermeras, destensé todos losmúsculos y me relajé al completo hasta quedarme dormida. 

Me desperté porque tenía ganas de ir al servicio. Estuve un rato esperando a que viniera laenfermera para que me ayudara, pero no apareció. No podía esperar más o mi vejiga explotaría.Me levanté y me di cuenta de que ya no estaba tan dolorida como hacía unas horas. Cojeaba unpoco, pero podía mantenerme en pie y no sufría tanto como otros días. 

Al salir de la habitación, medi cuenta de que el pasillo se encontraba casi vacío. Había algunos pocos pacientes en la sala deespera y un par de enfermeras.Mientras buscaba el baño, pasé por una habitación con la puerta abierta y escuché la voz deEsperanza Morales. Extrañada, me asomé un poco a la puerta y vi que se trataba de un despacho deun médico. Allí estaban Tomás el enfermero y Esperanza Morales. 

- Doctor, ¿Qué le está pasando?- dijo Esperanza preocupada. Ambos miraban hacia la silla vacía, quese encontraba al otro lado del escritorio, como si hubiera alguien.Los miré extrañada mientras seguía escuchando. 

- Está teniendo convulsiones. –le contestó Tomás. Yo estaba alucinando. ¿A quién demonios estabanmirando? 

- ¿Convulsiones?- repitió Esperanza preocupada.Tomás miró hacia adelante, donde estaba Esperanza. Pero parecía que no la miraba a ella, sino aalgo que estaba detrás.- Diles que hay que ponerle el tranquilizante. Si sigue haciendo convulsiones, podría ser peligroso. 

Luego ambos miraron hacia la puerta. Yo saqué la cabeza de la puerta para esconderme y no mevieran. No me gustaría que me pillaran escuchando conversaciones ajenas. Al instante, cuando volvía mirar, no había nadie en la consulta.Me asusté un poco. ¿Acaso lo había imaginado? Podría ser, igual con los analgésicos que me habíandado y por el cansancio, podría ser posible...

Seguí reflexionando sobre ello mientras iba al baño. 

********** 

Tal como me había dicho Elena, vino a visitarme a la tarde. Y esta vez no vino sola: le acompañabanun chico y una chica, los cuales no conocía pero sabía que eran de su grupo de amigas. Me lospresentó y comenzamos a hablar sobre cosas ajenas a lo que me había ocurrido.

Hablamos de laspelículas que nos gustaban, libros que habíamos leído, sucesos graciosos que nos habían pasado... Eso me ayudó mucho. Me sentí un poco como en casa. A pesar de que no tenía muchas ganas dehablar, hice un esfuerzo y charlé con ellos. Elena me había dado la oportunidad y tenía queaprovecharla. 

Al principio me dedicaba a contestarles por cortesía, pero luego me liberé y comencéa hablar con naturalidad. Ellos también parecían a gusto con mi presencia; además, según me habíandicho, les emocionaba salir del recinto del orfanato por un tiempo; así que, sentían como si fuerauna aventura.Unas horas más tarde se tuvieron que ir. Nos despedimos y se marcharon del hospital para volver alorfanato pues había llegado la hora de cerrar las puertas. 

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