Lo de Esteban se había convertido en mi nueva rutina.
Todos los días a la noche, estuviera dondeestuviere, siempre aparecía cuando estaba sola y aprovechaba para desquitarse conmigo. Despuésdel primer intento, ya no quería volver a decírselo al director, pues me tomaría por mentirosa yacabaría viviendo en la calle.
Elena había dejado de hablarme definitivamente. Aunque seguía sentándose a mi lado durante lasclases, no hablaba conmigo. También había dejado de acompañarme en el comedor. Aunqueintentaba ignorarlo, me sentía triste. Era la única amiga que tenía en el orfanato y tan sólo en unmes, ya la había perdido.
Había intentado hablar con otras personas del orfanato, pero cuando meacercaba a alguien, disimuladamente se alejaban de mí. La gente seguía susurrando a mis espaldas yme miraban de forma extraña por cada sitio que pasaba. Nunca me había sentido tan sola.
Después de clase me ordenaron limpiar el desván. Me dieron la escoba, la fregona y el cubo y untrapo para pasar el polvo. Sin poner ninguna queja, me dirigí hacia el desván y estuve varias horasallí. Por suerte, Esteban no se presentó en todo ese tiempo.
Cuando terminé de hacer la limpieza a fondo, decidí quedarme allí a leer. Prefería hacerlo en eljardín, al aire libre, pero el desván tampoco era un mal lugar: lejos de las miradas y los comentariosdel resto.
Había llevado conmigo el libro que me había comprado hacía semanas y me adentré en laaventura de Diana y el fantasma de Twellington.
Estaba metida en la historia y, de repente, escuché un ruido que me sobresaltó. Levanté la miradadel libro y busqué el origen del ruido: una persona estaba abriendo la puerta. Cerré el librolentamente y me levanté intentando hacer el mínimo ruido posible. Levanté el libro y lo coloqué enposición de defensa en caso de que fuera necesario. Temía que fuera Esteban.
Por suerte, no era él. Al abrirse del todo la puerta, apareció el profesor Julián quien me miró con unaexpresión de extrañeza durante un momento, frunciendo luego el ceño. Suspiré de alivio.
- ¿Qué haces aquí aún? ¡Es hora de ir a clase!- exclamó.Sin decir ni una palabra, me dirigí hacia la puerta y salí de allí obedientemente.
Por suerte, aún había gente entrando, así que no llamé la atención más de lo normal. Poco despuésde sentarme en mi sitio comenzaron las clases.
Tras varias horas de monólogos educativos, llegó el tan esperado patio y con ello, el final de lasclases para el resto del día.
Después de aquel suceso con el director, éste había ordenado al personal que me vigilaran. Por eso,los profesores estuvieron muy pendientes de lo que yo hacía durante un mes y medio. Me aseguréde portarme bien y no hacer nada extraño durante todos esos días para que ellos se confiaran.
Yo necesitaba una distracción. Aprovechando que los profesores ya no estaban tan pendientes de mícomo antes, me dirigí hacia el agujero que me había enseñado Elena y salí al exterior. No estaríamucho tiempo fuera, sólo un par de horas, pero necesitaba salir de aquel horrible lugar un rato.No hice gran cosa, solamente caminar por las calles y entrar en tiendas. También aproveché paraechar las cartas escritas para mis amigas al buzón.
Mientras caminaba, me dediqué a observar a la gente que pasaba, imaginándome qué estilo de vidallevarían basándome en la ropa que llevaban e incluso, escuchando las conversaciones.
Después decaminar unos minutos, encontré un edificio que reconocí enseguida: mi casa familiar. El antiguoedificio donde vivía antes, era de color marrón claro con un balcón en cada piso. En el balcón deltercer piso había un cartel que decía "Se vende".

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Susurros
Tajemnica / ThrillerDe repente, escuché unos susurros en el pasillo. Mire en esa dirección, pero no había nadie. "Oriana, cariño. Te echamos de menos." Reconocí la voz de mi madre. Abrí los ojos con terror. "Ven con nosotros, hija." Ésta vez fue la voz de mi padre. "T...