Abrí los ojos con esfuerzo. Lo primero que noté fue una luz blanca intensa.
Cuando me acostumbréa la luz, miré a mi alrededor: me encontraba en una habitación de hospital. Estaba tumbada en unacamilla, envuelta con sábanas blancas y con un brazo escayolado.
- ¡Ay, menos mal que has despertado!- dijo una voz a mi lado. Intenté mirar en su dirección, pero medolía mucho; así que sólo me salió un gemido. La persona que había hablado se acercó a mí y entróen mi campo de visión.
- Hola, Oriana. ¿Qué tal estás?- me preguntó Carolina. Tenía una cara preocupada, pero también senotaba que estaba aliviada.
- Me duele todo...- apenas podía hablar, me sentía muy débil. Estaba confundida.- ¿Qué...Qué hapasado?
Carolina frunció los labios preocupada. Tardó unos segundos en contestar.
- Tuviste... un accidente...-dijo con suavidad.
Yo al principio tardé en asimilarlo, así que sólo mesorprendí. Intenté incorporarme en la camilla, pero me dolía tanto el cuerpo que me rendífácilmente.
- ¿Quieres levantarte? Si quieres, puedo levantar sólo el respaldo. -propuso Carolina, y comenzó abuscar algo. Al cabo de poco tiempo, comencé a sentir cómo una parte de la camilla comenzaba alevantarse, hasta que quedé con la espalda medianamente erguida, a la altura de Carolina.
- Gracias... Oye... ¿Y mis padres? ¿Dónde están? ¿Y Damián? ¿Qué ha pasado con ellos?
Carolina no me respondió. En su lugar, se quedó con una expresión culpable. Justo en ese momento,se abrió la puerta de la habitación y por ella entró un enfermero. Venía con una bandeja llena decomida.
- Hola, Oriana. ¿Qué tal estás? ¿Tienes hambre?- me preguntó. Yo le miré confusa.
- Me duele todo el cuerpo... ¿Qué ha pasado? ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
- Tuvisteis un accidente, chocasteis contra otro coche y os caísteis por una pendiente. -me explicó elenfermero. - Llevas dos días inconsciente. Tuviste suerte, a pesar de que sufriste muchos golpes,sólo te rompiste un brazo.- señaló el brazo escayolado. -El resto de las heridas son superficiales, sete curarán rápido.
Carolina intervino en la conversación:
- Tengo... Tengo que ir al baño...- se disculpó y, sin esperar respuesta, salió de la habitacióndejándome sola con el enfermero.
- ¿Y mis padres y mi hermano? ¿Dónde están?
El enfermero frunció los labios y me miró con pena.
- No tuvieron tanta suerte...
- ¿Qué quieres decir? ¿No... No están? -pregunté. Sentía un nudo en la garganta.
El enfermero me dirigió una sonrisa triste.
- No... No sobrevivieron.- dijo tan bajo que casi no lo escuché.
No lloré. No podía. Estaba en un estado de shock. Simplemente respiré hondo y me quedé mirandoal infinito. El enfermero cogió la bandeja y me acercó la comida. Cogió la cuchara, la llenó de sopa yme la acercó a la boca. Yo no tenía hambre pero, aún así, abrí la boca obedientemente sin decirnada.Cuando la comida entró en mi boca, agradecí que fuera sopa; puesto que estaba tan débil que notenía fuerzas ni para masticar.
Cuando terminé el plato, el enfermero dejó el vaso de agua en lamesilla de al lado y se marchó despidiéndose.Unos segundos después, aparecieron Thai y Carolina entrando por la puerta.
- Hola, Oriana, ¿Qué tal estás?- me saludó Thai.
- Bien.- No tenía ganas de hablar. Ella lo notó, porque sonrió incómodamente.
- ¿Qué día es hoy?- me sentía muy desorientada.
- Lunes.- me contestó Carolina más animada.
- ¿Qué habéis hecho hoy?- pregunté. Necesitaba una distracción.Y así, comenzamos a hablar sobre diversos temas.
Por un momento, me olvidé que acababa de sufrirun accidente y que me había quedado sin familia, mientras ellas me distraían con sus cosascotidianas. Sin embargo, al cabo de un par de horas, se despidieron porque tenían que volver a casa.Nada más salir de la habitación, las eché de menos. Fue entonces cuando apareció la tristeza y mesentí de nuevo sola.
Unos minutos más tarde, apareció el enfermero de nuevo, acompañado de una mujer vestida con trajede ejecutiva. Miré al enfermero confundida.
- Esta es Esperanza Morales, una trabajadora social. -me presentó el enfermero. -Bueno, si necesitasalgo, pulsa el botón y vendré a atenderte.- me dijo. Luego se despidió y desapareció por la puerta.
- Hola Oriana. Sé que ahora estás muy confusa, pero no te preocupes, yo te ayudaré.
-¿A...Ayudarme? ¿Con qué?
- Sé que acabas de perder a tus padres...-me dijo con suavidad y con una expresión de pena.- Así quedebes entrar en un orfanato; puesto que aún no eres mayor de edad.La miré con sorpresa y miedo. ¿Un orfanato?
- Yo me ocuparé de todo el papeleo. Sabes, para registrar todos tus datos en el orfanato. -yo asentí.No sabía qué debía hacer, así que supuse que tenía razón. -Debido a que eres descendiente directa,te vas a quedar con el dinero y la casa de tus padres, pero no puedes vivir de manera independienteaún. -siguió explicando.- Tranquila, te acompañaré a casa para que cojas las cosas que necesites,pero no ahora. Tomás Díaz, el enfermero, me ha dicho que tienes que estar un par de días más aquí,para recuperarte.
He de admitir que eso me tranquilizó un poco; por el momento no me apetecía hacer nada salvoquedarme en aquella camilla. No tenía fuerzas ni motivación; además de que tenía todo el cuerpodolorido y apenas me podía mover.
Esperanza me ofreció una tarjeta de papel.
- Este es mi contacto. Puedes llamarme por teléfono o enviarme un correo, lo que tu prefieras. Elenfermero Díaz me ha dicho que perdiste tu teléfono en el accidente, así que puedes utilizar elteléfono del hospital o el del señor Díaz para contactar conmigo. Volveré para ayudarte a recoger lascosas y acompañarte a tu nuevo hogar. Hasta entonces descansa. Si por algún motivo necesitasayuda, contacta conmigo, no te preocupes por la hora.
Yo sólo le sonreí educadamente para mostrar que la había entendido. Ella dejó la tarjeta en lamesilla, a mi alcance, y se despidió.
El resto del día fue igual: el enfermero Tomás y otra enfermera solían aparecer para cambiar algo opara darme de comer, mientras me daban temas de conversación.

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Susurros
Misterio / SuspensoDe repente, escuché unos susurros en el pasillo. Mire en esa dirección, pero no había nadie. "Oriana, cariño. Te echamos de menos." Reconocí la voz de mi madre. Abrí los ojos con terror. "Ven con nosotros, hija." Ésta vez fue la voz de mi padre. "T...