Capítulo 7

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- Ps... Oriana.- me habló la voz de mi hermano, pero me negué a abrir los ojos. Tenía mucho sueño. 

- Orianaaa...- me volvió a llamar. 

Ésta vez la voz era diferente, más femenina. Extrañada, abrí los ojosy vi a Elena sobre de mí. Se encontraba de pie, al lado de la cama, con una mano sobre mi hombro.Al verla, toda la cruda realidad chocó ante mis ojos. Damián no estaba. Y no lo volvería a ver porquehabía muerto en un accidente. 

Elena sonrió tímidamente. 

- Es hora de desayunar. Si llegas tarde, te quedas sin comida. 

Yo con mucho esfuerzo me incorporé sobre la cama y observé a mi alrededor: no estaba en mi casa,sino en un orfanato.Intenté alejar esos pensamientos de mi cabeza e intenté concentrarme en lo que Elena me decía. 

- Venga, vístete rápido. -ella, que ya estaba vestida, me miró con ansias.Me vestí rápidamente y nos fuimos a desayunar. 

-Una pregunta.- le dije mientras desayunábamos. Ella levantó la mirada y me miró con curiosidad. 

- ¿Qué pasa? 

- ¿Sabes de algún sitio para comprar sobres? 

Ella se quedó un rato en silencio, pensando. 

- Sí... Pero no podemos salir del recinto del orfanato sin permiso. Tienes que hablar con el director.No creo que te ponga muchas pegas, pero te obligará a que un profesor o profesora te acompañe.Pero, ¿Tienes dinero? 

- Sí, antes de venir me dieron una tarjeta bancaria. -ella me miró sorprendida, pero no dijo nada.

- Un consejo: guarda bien esa tarjeta.- me dijo susurrando. Yo asentí extrañada, pero seguí suconsejo. 

- ¿Los sobres son para enviar cartas? -yo asentí. 

-Sí. Por cierto, ya que estoy, ¿Sabes dónde puedo enviar las cartas? 

- Eso ya es más fácil, cerca de la puerta de entrada del orfanato hay un buzón de correos. -bajó unpoco la voz y se acercó un poco más a mí para que le pudiera escuchar. -En teoría también deberíaspedir permiso para eso; al fin y al cabo, está fuera del recinto. Pero, si controlas bien el lugar, tepuedo enseñar a cómo salir sin que te vean. 

La miré sorprendida. Elena se volvió a incorporar y siguió comiendo tranquilamente. No se meocurrió nada más que decir más que "Gracias". 

A continuación, sonó el timbre que indicaba el inicio de las clases. Todo el alumnado se levantó desus respectivos asientos y salieron en tropel para dirigirse a las clases. Elena y yo seguimos a lamultitud para entrar en las aulas. Poco después, llegó el profesor y comenzaron las clases.

Al cabo de dos horas, nos permitieron salir al patio. El patio no era más que un pequeñojardín que rodeaba el edificio. Desde allí podía ver la puerta de la entrada. Había un par deprofesores vigilando al alumnado. 

Mientras hablábamos, Elena miró a los profesores, quienes en ese momento no estaban mirándonosa nosotras. Me agarró de la mano y me llevó hacia un arbusto que se encontraba al lado de la verja.El arbusto era suficientemente grande para taparnos a las dos. Nos metimos en él. 

- Mira.- Elena apartó unas ramas y al otro lado apareció un agujero. 

Me acerqué un poco al agujero para ver qué había: al otro lado del agujero se veía la calle, pero lacalle paralela a la de la entrada del orfanato. Es decir, nos encontrábamos en la parte de detrás deledificio.Salimos del escondite y volvimos a aparecer en el campo de visión de los profesores. 

- Te recomiendo que para las primeras veces pidas permiso, así, las siguientes veces se fiarán de ti yno estarán tan pendientes de lo que haces.- me aconsejó. Yo asentí con la cabeza. 

Unos minutos más tarde, volvió a sonar el timbre para volver a clases.Cuando terminamos, y después de comer, le pedí a Elena que me acompañara al despacho deldirector. 

************ 

A las seis de la tarde me encontraba en la entrada del orfanato esperando al profesor Julián. Unashoras antes había pedido permiso para poder salir del recinto para ir a comprar sobres.

Estaba nerviosa. Elena se encontraba a mi lado, para hacerme compañía, ya que no tenía nada mejorque hacer. Sin embargo, cuando apareció el profesor Julián, nos tuvimos que separar porque ella nocontaba con el permiso del director. 

El profesor y yo atravesamos la verja y salimos al exterior. 

- Has dicho que querías sobres, ¿No?- me preguntó Julián. 

- Sí. ¿Dónde hay una papelería?-le pregunté. 

- En la calle Avenida Libertad creo que hay una. -Me propuso, así que comenzamos a caminar haciaallí. 

Entramos en la papelería. Era un local pequeño. Entré en los pasillos para buscar los sobres. Sólohabía dos clientes: dos chicos adolescentes que hablaban de cosas triviales. Sin embargo, escuchéalgo que me llamó la atención: 

- Hoy tenemos entrenamiento, ¿Recuerdas?- comentó uno de los chicos. 

- Sí, es verdad. No me apetece nada. La entrenadora se está poniendo muy estricta. -le contestó elotro. 

- Lo hace por nuestro bien, el último partido casi lo ganamos. Nos faltó muy poco. -Aquello merecordó al partido del sábado. Sonreí con nostalgia. A pesar de que perdimos el partido, me sentíorgullosa de ello porque lo hicimos muy bien. 

- Sí, es verdad. Tuvimos muy buena defensa.- Por cierto, ¿Has visto a Cris? El otro día no vino al entrenamiento. ¿Sabes qué le pasa?- Nosotrastambién teníamos una compañera que se llamaba Cristina, y aquella conversación me hizoacordarme de ella. 

- Nada, creo que está estresado por los exámenes y por eso no ha venido a los entrenamientos laúltima semana. En el partido anterior, el sábado, tampoco apareció. 

De repente, alguien tocó mi hombro. Me di la vuelta. Se trataba del profesor Julián. 

- ¿Has encontrado lo que buscabas?- me preguntó. Yo, un poco distraída, le dije que sí y nosdirigimos hacia el mostrador para pagar. 

El camino al orfanato estuvimos también en silencio. Cuando llegamos, me dirigí directamente haciami habitación para coger las cartas. Había comprado varios sobres para poder enviar varias cartas ala vez. Metí cada carta en un sobre diferente y escribí la dirección: había escrito tres cartasdiferentes para Thai Li, Natalia y Carolina. Esperaba verlas pronto.

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