Capítulo 3

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Teníamos tantos deberes que no los terminamos hasta dos horas después. Contentos de haberacabado ya ese suplicio, Damián y yo recogimos los libros y nos preparamos para salir. 

Cuando llegamos, el parque que se encontraba delante del ayuntamiento estaba lleno de mesas deplástico con un tablero de ajedrez encima y un par de sillas cada una. Alrededor de las mesas seencontraban algunas personas: tal y como supuse, los y las jugadoras de la competición y el público(la mayoría familiares o amistades). 

Busqué a Natalia con la mirada: se encontraba sentada en unade las mesas. Cuando me acerqué a ella, estaba mirando el tablero de ajedrez fijamente con unamano debajo de la barbilla y con una expresión pensativa.Le toqué el hombro y, tras sobresaltarse un poco, levantó la mirada. Cuando nos vio, nos sonrió. 

- Lo siento, no quería interrumpirte.Ella hizo un gesto quitándole importancia a mis palabras. 

<< No te preocupes. Sólo estaba pensando en mis estrategias. Gracias por venir. >> nos dijo con unasonrisa en la cara. Parecía ilusionada por competir. 

- ¿Estás nerviosa? -le pregunté. 

<< Ya sé que he hecho otras competiciones, pero sí que estoy nerviosa.>> 

- Es normal. Bueno. ¡Buena suerte!- nos despedimos de Natalia y nos alejamos de ella.Unos minutos más tarde, un señor con un micrófono en la mano comenzó a hablar: 

- Buenas tardes. La competición comenzará en breve, así que pido a los jugadores y jugadoras quevayan sentándose. -Los y las participantes se sentaron en sus respectivos asientos y la gentecomenzó a alejarse de las mesas. -Muchas gracias.- siguió el presentador. -Bueno, ahora que estántodos los participantes preparados, podemos empezar. 

Toda la gente se calló, incluido el público, para no molestar. Aún se escuchaba el ruido de los cochesy a algunas personas que pasaban por ahí, pero, por lo demás, el lugar estaba en silencio. Todos los y las participantes miraban los tableros concentradas. Comenzaron a jugar.

Una hora más tarde, sólo quedaban unas siete personas. Entre ellas, se encontraba Natalia, quehabía conseguido ganar a unos cuantos competidores. Damián y yo nos teníamos que ir alcumpleaños, así que, cuando vimos a Natalia levantarse de su silla al terminar la partida, aprovechéy le hice gestos para que me viera.Ella no tardó en mirarme antes de sentarse delante de su siguiente competidora. 

<< Natalia, Damián y yo tenemos que irnos. Lo siento. ¡Buena suerte!>> me despedí con señas, yaque estábamos lejos y no quería molestar al resto de la gente. Ventajas de la lengua de signos. 

Ella me entendió perfectamente y asintió con la cabeza. << De acuerdo, no os preocupéis. ¡Gracias! Pasadlo bien.>> nos dijo, y luego se sentó en la siguientemesa. 

Damián y yo nos alejamos de allí para dirigirnos hacia el parque, al lugar donde habíamos quedadocon Carolina. 

Unos quince minutos más tarde habíamos llegado. Allí, se encontraba Carolina, Thai-Li, un chico altoy rubio con pelo corto y una chica morena con pelo corto de color marrón. 

- ¡Hola Oriana! ¿Qué tal?- nos saludó Caroline emocionada cuando llegamos a donde las demás. Thaitambién nos saludó. 

- Bien, bien. Oh, por cierto; este es mi hermano, Damián. -lo presenté. 

- Hola, Damián. Bienvenido. 

- Gracias. -contestó Damián. 

- Ah por cierto, este es Paul.-señaló al chico rubio. Éste sonrió amablemente. 

El chico rubio, de piel clara, llevaba una falda azul y una camiseta de manga corta blanca. Llevabaunas gafas de montura negra y, tras los cristales, se encontraba unos ojos azules. Tenía una narizrespingona llena de pecas y una boca grande. Su pelo, de color rubio claro, estaba cortado a capas ycon mechones ondulados. Tenía un cuerpo delgado y larguirucho y era muy alto. 

- Hola.- le contesté a Paul. 

Carolina señaló a la otra chica que yo no conocía. 

- Éste es Naran. -me sorprendió, porque habría jurado que era una chica. Intenté ocultar mi sorpresay le sonreí a modo de saludo. Él me sonrió de vuelta con timidez. 

Naran tenía la piel oscura y el pelo corto hasta la barbilla. De rasgos latinos, tenía los ojos oscuros unpoco achinados y cejas finas. Tenía un cuerpo delgado y llevaba ropa ancha: un pantalón de chándal gris (de esos que son para vestir) y una camiseta a rayas de color azul, rosa claro y blanca, metidapor los pantalones. 

Todos nos sentamos en un sitio alejado de las personas y comenzamos a sacar cosas. Cada una habíatraído algo de comida para la merendola. Comenzamos a hablar y descubrí que Naran y Paul eranpersonas agradables. 

Paul, a pesar de ser una persona tranquila, era un chico muy hablador, casitanto como Carolina. Sin embargo, al contrario de Carolina, que destilaba energía y nerviosismo,Paul hablaba más despacio, ya que tartamudeaba un poco, y no hablaba tan alto, pero tambiénhablaba mucho. Naran, por otro lado, la mayor parte de las veces se quedaba callado peroescuchando. Era una persona observadora y, aunque pareciera estar distraído, en realidad seguía lasconversaciones atentamente. 

Después de terminar el postre, cantar y dar los regalos, nos dirigimos hacia el parque de atracciones. 

Pasamos allí el resto de la tarde, montando en diferentes atracciones y comiendo algodón de azúcar.Nos reímos mucho cuando nos apuntamos al juego de disparar e intentábamos dar a los palitos demadera. Era realmente difícil, pero a Carolina se le daba increíblemente bien y consiguió una cámarade fotos, de esas que imprimen la foto al instante.

Yo de vez en cuando miraba el reloj para controlar la hora y, cuando dieron las ocho y media, decidíque era el momento para volver. 

- Lo siento, Damián y yo tenemos que irnos; tenemos toque de queda.- les informé a las demás.Carolina me miró con pena. 

- Vaya... Vale. Muchas gracias por venir. Nos vemos mañana. -se despidió Carolina. 

- Encantado de conocerte, Oriana. 

- Igualmente, Paul. Me lo he pasado muy bien. -le contesté con sinceridad. 

Cuando llegamos, mis padres ya se encontraban en casa. Habían preparado la cena y estaban listospara empezar a comer.Estuvimos conversando hasta que terminamos y después nos fuimos a la cama pronto, ya que yotenía partido al día siguiente y debía madrugar.

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