- Está volviendo en sí. –escuché a alguien hablar.
Abrí los ojos con esfuerzo. Antes de abrirlos del todo, tuve que parpadear varias veces paraacostumbrarme a la intensa luz blanca.
Miré a mi alrededor: delante de mi se encontraban mis piernas, envueltas en sábanas blancas. Miréhacia abajo: lo primero que noté es que ya no tenía el brazo izquierdo escayolado. Luego, fijándomemás, me di cuenta que, enganchados a mi brazo izquierdo, había varios tubos transparentes. Éstosestaban unidos a una máquina que tenía al lado de la cama. Según había visto en las películas, esamáquina era para alimentar a las personas cuando éstas no podían hacerlo por si mismas.
Lo primero que pensé fue "Vaya mierda, ¿Sobreviví al atropello?".
Delante de mí se encontraba un enfermero con una expresión de sorpresa en la cara.
- Hola, Oriana, soy Patricio Fuertes. Bienvenida de nuevo. Voy a llamar tus familiares para darles lanoticia.–me sonrió amablemente.
- ¿Qué ha pasado? – le pregunté, pero él ya tenía el teléfono en la oreja y no me escuchó. Mi vozsalió ronca, como si hubiera estado mucho tiempo sin hablar.
Media hora más tarde, aparecieron mis padres. Mi madre llevaba unos leggins negros y unasudadera vieja, que solía usarla para estar en casa. Al mirar hacia abajo, vi que aún llevaba puestaslas zapatillas de casa. Mi padre estaba vestido con su ropa de trabajo: una camisa blanca y unospantalones de traje. Mi hermano, parecía haber venido directamente de clase: llevaba el chándal delcolegio puesto y en su espalda le colgaba la mochila.Estaba tan sorprendida que no me salieron las palabras.
Los miré confundida, mientras pasaba mimirada de ellos al enfermero, esperando una explicación por su parte. Éste, sin embargo, salió de lahabitación en ese momento.El primero en acercarse fue mi hermano, quien dejó la mochila en el suelo y me abrazó con fuerza.
Comenzó a llorar. Lo supe porque escuché cómo se sorbía los mocos con intensidad. Necesitaba eseabrazo tanto como él, pero no pude evitar quejarme del dolor.
- Damián, le estás haciendo daño. ¿No ves que está herida?- intervino mi padre. Damián se separó yme sonrió.
Mis padres se habían acercado a la camilla y pude verlos mejor: mi madre tenía los ojosllorosos y con una mano puesta en su boca mientras me miraba con emoción. Mi padre tambiéntenía los ojos llorosos y una sonrisa de pura alegría en su rostro.Mi madre se enjuagó las lágrimas y se acercó a abrazarme. Luego mi padre hizo lo mismo. Esta veztuvieron más cuidado con su fuerza y no me hicieron tanto daño.
- Hemos venido en cuanto hemos recibido la noticia. –me explicó mi madre tras haber derramado unpar de lágrimas que no pudo controlar de la emoción. Ahora entendía porque llevaban esosvestuarios.
Mi hermano se sorbió los mocos. Tenía toda la cara mojada por las lágrimas. Aquellaimagen me hizo gracia y sonreí divertida.
- Pero... ¿Qué ha pasado? –pregunté. Tras sucedido los últimos días, estaba harta de sentirme tanconfusa siempre.
Los tres se miraron entre sí antes de responderme. Mi padre se aclaró la voz antes de contestarme.
- Cariño... Has estado casi un año en coma.
La noticia era tan absurda que pensé que había escuchado mal, así que le pedí que me lo repitiera.Luego, mi padre comenzó a explicarme lo sucedido:
- Mientras volvíamos de Trujillo, tuvimos un accidente. ¿Te acuerdas de aquel viaje?- me preguntómi padre con expresión preocupada. Yo asentí y él continuó hablando.
- Damián se rompió la piernay estuvo con la escayola durante 6 meses. Tu y y nos quedamos inconscientes. Yo al día siguientedesperté, pero tú... Tú no. Al cabo de tres días inconsciente, nos informaron que habías entrado enun coma.
- Estábamos muy preocupados por ti, Oriana. Hace poco sufriste unas convulsiones debido a unafractura del cráneo y nos preocupamos mucho. Por suerte, cuando utilizaron el tranquilizante, se tepasaron. –me dijo mi madre con una sonrisa de alivio. Me acarició el pelo mientras lo decía.
En ese momento, sonó un teléfono. Mi padre, antes de contestar, me dio un beso en la frente y salióde la habitación.Mi madre también salió de la habitación para ir al baño. Sólo nos quedamos Damián y yo. Él memiraba con una sonrisa de alivio. Abrió la boca para decir algo, pero se interrumpió.
- ¿Qué? –le pregunté con ansias.
- ¿Qué ibas a decir?- Él miro hacia los lados, inseguro, pero luegocomenzó a hablar:
- No debería contarte esto para no preocuparte; acabas de salir de un coma y debes estar cansada.
Eso me produjo más curiosidad, así que le insistí con la mirada.
- Casi nos vamos a la ruina. – yo abrí los ojos como platos, preocupada.
- Ya sabes que elmantenimiento en el hospital es caro, así que ingresamos mucho dinero para mantenerte. De hecho,gastamos todos nuestros ahorros en ti. –me explicó. – Oriana, en serio, no me mires así. No pasanada. No es culpa tuya. – añadió al ver mi cara de culpabilidad. Luego siguió con el relato:
– Trasvarios meses, aún no despertabas. Mamá y papá estaban preocupados. Con el dinero ganadomediante la denuncia, conseguimos pagar la mitad de un mes, pero aún no era suficiente; así quetuvimos que vender el coche. Ya no tenemos coche.- añadió intentando darle un tono divertido.
Lo miré entre asustada y culpable. Él me sonrió intentando animarme y luego se acercó hacia mí ybajó la voz.
- No les digas que te he contado esto, pero creo que te lo merecías saber. Han cambiado muchascosas, así que quería ponerte al día. –Hizo una mueca de disculpa.
A pesar de que eran malasnoticias, me alegré de que me lo hubiera contado. Agradecía al fin saber qué estaba pasando a mialrededor.Al volver mis padres, hablaron con los enfermeros y les dieron permiso para sacarme de allí.
Sinembargo, ellos me obligaron a sentarme en una silla de ruedas, ya que había perdido bastantemusculatura y necesitaba hacer rehabilitación. De modo que, hasta que no recuperase toda lamovilidad, tendría que desplazarme en aquella silla de ruedas. Sin embargo, aún no podía volver acasa, sino que debía pasar un tiempo en el hospital para que mejorara mi salud física y mental.
Una semana más tarde, me dieron el alta. Mi familia me vino a visitar y me sacaron de allí. Luego,buscamos un restaurante discreto y fuimos a celebrarlo.
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Susurros
Mistero / ThrillerDe repente, escuché unos susurros en el pasillo. Mire en esa dirección, pero no había nadie. "Oriana, cariño. Te echamos de menos." Reconocí la voz de mi madre. Abrí los ojos con terror. "Ven con nosotros, hija." Ésta vez fue la voz de mi padre. "T...