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Shuhua estaba acostumbrada a los cambios bruscos. Desde pequeña cuando sus padres la tomaron y se la llevaron a un país completamente diferente al suyo, ser nueva en una escuela llena de estudiantes competitivos, darse cuenta de que sus gustos difieren de lo que ella conocía como lo normal y se enamoraba por primera vez de una chica llamada Seo Soojin, perder a su novia, perder a sus amigas, perder a sus padres y ahora tener que ver a Soojin aceptando el amor de alguien más.

Los cambios eran parte de la vida, Shuhua ya se había acostumbrado a ellos y aceptaba las cosas como sea que vinieran. Nada podía destruirla (no se puede destruir lo que ya no existe, pensaba) pero pese a esa dura coraza que le hacía mostrar indiferencia ante todo en esos momentos se sentía expuesta nuevamente. Sus sentimientos estaban a flor de piel, era como una tetera gritando porque el agua dentro de ella ya había alcanzado la temperatura máxima.

Shuhua veía las nubes desde la ventanilla del avión y no podía evitar pensar qué se sentiría perderse en el aire. Ser libre, sentirse como un ave más fluyendo entre los árboles y nubes.

Pero nada le aseguraba de que ellos eran realmente libres. Quizá si los pájaros no tuvieran alas preferirían estar en la tierra, quizá esas alas que tanta libertad les parecía entregar en realidad eran su condena a una vida en la que no podían mantenerse en un mismo lugar para siempre.

A lo mejor esa coraza que Shuhua había armado alrededor suyo no eran para su bien, sino que eran su prisión. Eran lo que le impedía ser realmente feliz y luchar por lo que quería.

Pero aún así, incluso si fuera lo suficientemente valiente ¿Qué era lo que quería?

Los dedos de su mano estaban entrelazados a los de Elkie, sus ojos se fijaron en ellos. Ese calor y sentimiento de compañía no estaba nada mal. Pero su corazón parecía entumecido incluso en esos momentos.

En cambio, apenas necesitaba escuchar la voz de Soojin para que todo su cuerpo reaccionara ante su presencia.

Pero Soojin le pertenecía a alguien más, y estando con Elkie al menos sabía que estaría junto a alguien que no le haría daño, que por el contrario, solo cuidaría de ella.

Miró las nubes una vez más, tenía decisiones que tomar pero se sentía incapaz de hacerlo por su cuenta.

No se creía capaz de acostumbrarse a ser despertada por alguien más, pero la delicadeza con la que Elkie acariciaba sus mejillas hasta hacerla abrir los ojos era algo que agradece en los días que pasaron juntas y que sin duda iba a extrañar ahora que el avión aterriza en Corea.

—Debes ponerte el cinturón, Shu. —Su voz era casi tan delicada como sus caricias, y todavía un poco dormida la taiwanesa arregló su asiento y se puso el cinturón antes del despegue. —Parece que descansaste, pensé que sería imposible que te quedaras dormida. —Shuhua sonrió asintiendo, no supo en que momento su cuerpo se rindió y le hizo dormir gran parte del vuelo. Antes de eso, todavía en Hawai su dormir había sido muy malo. Su cuerpo estaba cansado después de todos los días en que estuvieron ahí.

—¿Te puedo preguntar algo? —Elkie parecía nerviosa, algo inusual en ella y que ganó toda la atención de Shuhua quien con un movimiento de cabeza le indicó que podía preguntar cualquier cosa. —Ahora que volveremos a la normalidad ¿Nosotras también lo haremos? —La pregunta le dolió. Por primera vez Elkie le había mostrado sus inseguridades, inseguridad de ser dejada de lado después de haber vuelto a ver al amor de su vida.

Shuhua volvió a entrelazar sus dedos con los de ella pero se tomó su tiempo para pensar en la respuesta correcta. No quería ilusionar a Elkie pero también era imposible para ella negarlo. Si dejaba ir a Elkie probablemente nunca encontraría a alguien que la acepte con todos sus problemas y debilidades. Se cuestionó rápidamente ¿Sería capaz de amar a Elkie de la forma en que la hongkonesa merecía? No estaba segura, pero quería con todo su corazón que fuera así.

El Presente. (SOOSHU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora