Prólogo

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Madrid – España

Dieciocho años habían pasado entre ellos, y después de un amor que estaban a punto de destruir se volvían a encontrar, los ojos verdes de Carla brillaban de furia y arrepentimiento, Samuel le devolvía la mirada completamente inmune a aquella mirada que solo lo atormentaban en sus sueños.

Los recuerdos de aquella noche en el piso de Samuel los envolvieron a ambos en un remolino de sensaciones de agonía, dolor y amor, profundo y verdadero amor, Carla siempre estaría arrepentida de la manera en que se había ido, de como lo había dejado dormido en medio de aquella cama de sabanas azules en donde hacían el amor constantemente.

Aquella noche en que se fue, dejándolo solo y arrojándolo por despecho a los brazos de alguien más, alguien con quien había reconstruido su vida y que, a pesar de todos los obstáculos a diferencia de ella, lo había enviado directo a la cima, lo había apoyado, lo había amado y le había dado la vida que Samuel merecía, o al menos eso era lo que Carla pensaba.

Samuel se sentía dolido y enojado consigo mismo porque su corazón en ese momento lo único que le pedía era que acortase la distancia entre él y esa mujer de ojos verdes que nunca había dejado de amar, pero debía de permanecer firme, esto no lo hacía por él, lo hacía por su pequeña de ojos azules, quien derramaba lagrimas de amor por ese joven marqués quien le había dado un vuelco en el pecho en cuanto lo conoció.

Carla no iba a dar su brazo a torcer, por mucho que su hijo la despreciara en ese momento, no podía permitir que Gabriel estuviera con la hija de Samuel, y por mucho daño que le hiciera en el proceso su hijo y a ella misma, Carla no permitiría aquel romance, después de todo, era solo eso, un romance de adolescentes, que al igual que los que ella había vivido sería algo pasajero, algo momentáneo, y no permitiría que su hijo cometiera sus mismos errores.

- No fui yo quien se fue en medio de la noche – ataca Samuel apretando la mandíbula – y lo único que dejó a su paso fue una nota de voz

- ¿Crees que yo quise hacerlo? – inquiere Carla molesta - ¿después de tantos años aún piensas en ello?

- Nunca volviste – dice Samuel y Carla se muerde el labio para no debatir aquella mentira, porque ella si había vuelto y cuando lo hizo, entendió que había sido demasiado tarde – y ahora que estás aquí lastimas a mi hija de la misma manera en que tu padre lo hizo conmigo y es algo que no voy a permitir

- Entonces dile a tu hija que se mantenga alejada de mi hijo – responde Carla tan distante como si estuvieran nuevamente separados por el océano

Samuel la mira y parpadea, frente a él estaba aquella mujer a la cual había intentado amar y estar a la altura de aquel amor que sentía por ella, pero en ese momento entendió que la Carla que una vez había amado, solo vivía en el pasado, porque aquella mujer frente a él no era aquella chica de mirada reluciente y sonrisa coqueta.

- Está bien Carla – Samuel asiente con la cabeza – pero recuerda algo, a diferencia de mí, Alexandra no está sola y si tú o tu hijo vuelven a lastimarla, lo vas a lamentar

- ¿Estás amenazándome? – Carla alza una ceja

- Tómalo como quieras – responde Samuel acortando la distancia entre ellos

Se miraron a los ojos, sus corazones palpitaban con fuerza desmedida contra sus pechos, sus respiraciones chocaban y se mezclaban, Carla podía oler a la perfección su perfume y Samuel el de ella.

- De tus labios sale una amenaza... cuando la verdad es que mueres por besarme – murmura Carla de manera pausada hipnotizando a Samuel con sus obres verdes

- Que equivocada estás Carla – murmura Samuel inclinándose hacia su oído sintiendo como los poros de piel de Carla se erizaban – mantente lejos de mi hija y todo estará bien

Samuel necesitó de todo su autocontrol para alejarse de Carla, tomando su maletín y su saco en el proceso, camino a paso lento pero decidido hacia la salida de la mansión de la marquesa.

Carla observa a Samuel salir de su mansión y se deja caer en el sofá blanco, esconde su rostro entre sus manos y siente como una lagrima cae por su rostro, nunca había dejado de amar a Samuel, pero el amor que sentía por su hijo era aún mayor y Carla sabía que si la verdad salía a la luz, lastimaría a los dos hombres que más amaba en el mundo, sin saber que Ariadna Blanco, la esposa de su amor de juventud, también escondía un secreto similar al de ella y que cuando se supiera destruiría por completo la estabilidad de su familia y el corazón de su amada hija. 

El amor que no tuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora