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Mina observaba a Bambam con un percibible enojo, incluso la imagen vulnerable y avergonzada del varón era incapaz de calmar la cólera que sentía. Claro que ella sabía que no era una blanca palomita, que incluso toda su relación con el pelirosa se había basado en mentiras porque ella necesitaba una pantalla para satisfacer a su madre y poder seguir con Mina. Sin embargo, ahora no podía sentirse menos molesta.

No estaba celosa ni dolida por el engaño, estaba enojada con el mayor. Si este tan solo supiera cuántas noches Mina se desveló por la culpa que la carcomía, si supiera que por él había empezado a replantearse si era buena idea huir de ahí. Mina no estaba enamorada de Bambam, no estaba ni cerca de ello. Pero le había tomado un cariño inmenso y se preocupaba por él, ¿qué le costaba decirle que quería a alguien más?

—Vas a contarme todo, Kunpimook. Cada maldito detalle. —Exigió en un tono demandante mientras su diestra acariciaba su vientre, su madre le había recomendado que lo hiciera ante una situación de estrés o disgusto, ya que podía afectarle al bebé si ella se alteraba.

—¿Yo debo quedarme? —Preguntó la chica, su expresión seria y su voz sin emoción la hacían lucir aburrida, pero en realidad estaba incómoda.

—Sí. -Respondió Mina, su mirada sobre en ella. —Quieras o no tú también eres parte de esto. —Ante el silencio de la pareja, volvió a dirigirse a Bambam. —¿Desde cuándo?

—Es complicado...—Trató de excusarse.

—No esperaba que fuera fácil. Tenemos tiempo, así que empieza a hablar.

(...)

Bambam no podía creer lo que sus ojos estaban contemplando, aquella chica de cabellera castaña lo había cautivado la primera vez que la vio, pero esta era la segunda vez que se veían y las cosas ya no eran tan sencillas.

Ambos jóvenes se observaron con una mirada que cargaba una mezcla de complicidad con tristeza, Bambam quería que todo fuera una broma de mal gusto o un mal entendido entre su padre y la progenitora de Krystal. Pero sabía que eso era ridículo e imposible, no es como si su padre pudiera confundir a su actual esposa con otra mujer, ni que la señora Jung se equivocara al presentar a su propia descendencia.

Los primeros días conviviendo fueron sencillos, algo tensos e incómodos para ambos, pero nada tan difícil como para superarlos.
Se evitaban, se trataban lo justo y necesario, aunque ambos sabían que el otro se moría de ganas por pasar tiempo juntos, por volver a besarse como lo habían hecho la misma tarde en la que se conocieron. Pero no podían decirlo en voz alta, ni mucho menos hacerlo.

Justo cuando empezaban a creer que se podrían superar, que la atracción que sentían estaba perdiendo su intensidad, el caos comenzó cuando dos pares de ojos decidieron cerrarse.

Bambam estaba sentado tres butacas detrás de Krystal, lo sabía porque aquel cabello castaño era inconfundible. La chica se mostraba interesada en su clase, aunque no lo estaba en realidad. Esperó a que su profesora se pusiera a escribir en el pizarrón, perdiendo de vista a los alumnos, para voltearse.

Generalmente Krystal solía ser muy discreta y disimulada, pero algo en su interior le hizo creer que todo estaba en orden y que ella podía girar su cabeza como si estuviera poseída sin padecer ninguna consecuencia.

Pero no fue así, porque el cruce de miradas más la sonrisa que le dedicó el varón fueron más que suficientes para alterar su pulso.

No volvió la vista al frente como se supone que debía, muy por lo contrario siguió mirando al chico mientras éste la miraba a ella, ambos se sonreían con dulzura, de alguna forma se estaban comunicando pero nadie más que ellos parecía notarlo.

Dreams | MiChaeng |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora