09

184 31 7
                                    

Una sonrisa adornaba su rostro mientras caminaba de vuelta a su casa con una bolsa de pan en mano, la cual Chaeyoung se había negado a pagarle, después de todo sería una forma de encubrir su encuentro. Saludaba a los vecinos que se cruzaba en el camino, irradiando un auténtico buen humor. Mina, quien toda su vida había actuado como una muchacha dulce y amable por obligación, como si estuviese dictado por la ley, hoy estaba siendo una mujer risueña con honestidad, enseñando sus lindos dientes y ensanchando sus mejillas a cualquiera que la mirase. Porque sí, estaba feliz, y sí, su corazón estaba actuando muy rápido.

"Podríamos conservarlo, si eso es lo que quieres".

Esas simples palabras habían bastado para que el caos en su interior se volviera calma, para deshacerse de la culpa que pesaba sobre sus hombros y no la dejaba dormir tranquila en las noches.

Mina se había negado tanto a renunciar a su amor por un ser que ni siquiera nacía, que por un momento realmente creyó que no lo quería. Sin embargo Chaeyoung le abrió los ojos, haciéndole ver que quería a ese bebé casi tanto como a ella, pero que no quería elegir, ni mucho menos renunciar al amor de su vida.

Pero ya no estaba en esa posición, ya no debía elegir un camino porque ahora los arbustos se habían abierto, enseñando una tercera opción que le permitía sostener la mano de la mujer que tanto amaba y aún así, cargar a su hijo (o hija).

Seguía siendo imperfecto, aún debía dejar su pueblo, su familia, sabía que aunque su vida no le gustara por completo, habían muchas cosas que añoraría. Pero, ¿Chaeyoung no lo valía acaso? Mina sabía que sí. Incluso si el mundo quería convencerla de que no. Ella sabía que estaban destinadas a estar juntas, por eso estuvo tan cerca de renunciar a su propia sangre, a su descendencia, por esa mujer.

Entró a su casa, viendo a un desconcertado Bambam moverse de forma inquieta por el lugar aún cambiándose para ir a trabajar. Se detuvo en secó cuando la vio, se lo veía algo preocupado.

—Fui a comprar. —Dijo la mujer, enseñando la bolsa con el pan, sabiendo de ante mano que le debía una explicación a aquel hombre.

Este suspiró mostrándose aliviado, haciendo que la pelinegra volviese a sentir aquella culpa de la que creía haberse librado.

Por un momento se había olvidado de Bambam, de las veces que le mintió y como lo seguiría haciendo hasta abandonarlo.

—¿Tan temprano? —Preguntó en un tono neutro, no le estaba reclamando nada, se mostraba realmente asombrado. Mina asintió. —Amor, la próxima espera a que yo esté despierto.

La aludida volvió a asentir, sus mejillas habían tomado un adorable color carmín. Se sentía como una adolescente rebelde siendo regañada con cariño, pese a que ese estaba lejos de ser el caso.

La mujer se acercó para saludar a su pareja legal con un beso en los labios, el cual fue bien recibido.

—¿Preparo el desayuno o debes irte ya? —La pelinegra terminó con el nudo de su corbata, el cual sabía que tanto le costaba.

¿Qué haría Bambam cuando se fuera? ¿Quién le prepararía el desayuno, le haría compañía y lo ayudaría a prepararse para su jornada laboral? ¿Quién le preguntaría por su día? ¿Qué mujer estaría a su lado para charlar y reír de sus chistes no tan malos? Mina no entendía por qué de repente caían todas esas preocupaciones en su cabeza, una a la vez. ¿Acaso ella extrañaría aquel hombre?

—Ya tomé un café, pero podemos tener un desayuno rápido si quieres.

—Desayunemos, entonces. —Le sonrió, no era una sonrisa forzada pero dolía.

Le entristecía pensar cuán egoísta estaba siendo, pero debía recordarse que ella estaba bien. Ellas, Mina también; el mundo las estaba castigando, separando, y ellas debían hacer todo lo que estuviese a su alcance para permanecer juntas. Sin importar a quienes dañaran en el camino.

Dreams | MiChaeng |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora