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Tenía tres años la primera vez que lo vi, me agradó porque su cabello era de mi color favorito, el rosa.
El me visitaba en mis sueños, pero yo juraba en la mañana que había sido real. Mi madre parecía no tomarle mucha importancia y yo me entristecía creyendo que no me tomaba en serio por ser una niña. Me sentía sola e impotente.

Sus visitas siguieron y el color de su cabello iba cambiando con el tiempo.

Cuando tenía diez apareció con el cabello gris, para entonces mamá me había explicado que cada persona podía manipular el color de su cabello con algunos productos. No entendía demasiado bien, solo sabía que él elegía cual color llevar. Me parecía tan extraño que lo puse a prueba.

Le dije que mi color favorito era el naranja; no era cierto, seguía siendo el rosa. Pero él me creyó y para la siguiente noche, su cabello lucía como un durazno.

Recuerdo haberme sentido tan feliz, aquel desconocido debía quererme mucho para cambiar su aspecto por mi. No podía con mi emoción pero supuse que mamá no me tomaría en serio o no me creería, así que le conté a Chaeyoung.

Chaeyoung me dijo que era mi ángel, que él estaba para cuidarme y jamás dejarme sola, que si quería verlo necesitaba dormir bien.

Y tuvo razón, al menos por un tiempo.

Cuando tenía trece me metí en un lío, probablemente el más significativo de toda mi vida.

Había besado a Suyen en los labios, creía que estaba bien porque mamá y Chaeyoung lo hacían todo el tiempo y ellas eran mejores amigas, como Suyen y yo. Pero estaba equivocada, más de lo que me gustaría reconocer.

Suyen no se molestó, me explicó que los profesores me habían sancionado porque eran idiotas pero que eso no era algo que se hacía entre amigas, sino más bien en las parejas.

Muchas cosas comenzaron a tener sentido para mí respecto a la relación que tenían mi madre y Chaeyoung, pero eso fue lo de menos.

Volviendo a Suyen, todo parecía estar bien con ella. Pero el resto de nuestros compañeros tenían el alma envenenada, o quizás eran tan inocentes como nosotras y no sabían del daño que hacían.

Primero solo eran palabras, pero cada vez eran más empujones y tropiezos intencionales. A mi me daba más o menos igual, pero a Suyen no.

Un día cuando la habían hecho chocar contra su casillero estalló, empezó a gritar, desmintiendo cada escupido rumor sobre nosotras y escupiendole las verdades a sus agresores.

Todos se detuvieron a ver la escena, pero nada cambió.

Suyen se distanció de mí. Primero dejamos de pasar tiempo juntas en clases, luego cada una empezó a almorzar con un grupo diferente de amigos, y cuando quise darme cuenta ni siquiera nos saludabamos.

Estaba tan triste y adolorida, pero no quería preocupar a mamá ni a Chaeyoung, así que esperé a dormirme para ver a mi ángel y enseñarle mis heridas.

Le pregunté si él sabía lo que se sentía perder a alguien y con la mirada cristalizada me dijo: "Por supuesto, Misuk. Te he perdido a ti".

Nada parecía tener sentido para mí, ¿Que me había perdido, dijo? Pero si me conoce desde pequeña y jamás me abandonó.

"¿Qué dices...", ahí noté que jamás le había preguntado cómo se llamaba, ni quien era, me guié ciegamente por lo que me decían las mujeres que me cuidaban. "Tú me estás protegiendo", aseguré.

Él rió de una forma que no entendí pero que hoy puedo explicar como triste. Suena contradictorio, ¿verdad? Pero pienso en esa risa y siento la tristeza que cargaba con ella.

"¿Como puedo cuidarte, pequeña? Si ni siquiera estás aquí", tomó mi rostro entre sus manos y besó mi frente. "Yo solo estoy aquí para conocerte".

Desperté, con un terrible dolor en el pecho y un llanto incontrolable, la angustia parecía calarme hasta los huesos y no entendía como el corazón podía doler tanto por algo que ni siquiera podía entender.

Poco a poco las cosas parecían no tener sentido para mí, para cuando tenía dieciséis, vivía una vida adolescente medianamente normal. Había superado a Suyen, tenía más amigos, todos parecían haber olvidado mi supuesta rareza e incluso tenía un lindo. Naoki, el chico más dulce y gentil que había conocido, después de mi ángel. Pero sin importar qué hiciera mi cabeza era ocupada por las cosas que mi instinto me decían que estaban mal, que no cuadraban.

"Nunca me has dicho tu nombre", solté cual bomba en plena guerra. "Tú sabes todo de mí y yo no sé nada de ti".

"Tienes razón, no justo", me sonrió pero pude notar que era forzado. "Me llamo Bambam".

Supe que Bambam no estaba cómodo hablándome de su vida privada, pero de todos modos respondió cada pregunta que le hice, como si fuera incapaz de decirme que "no".

No era muy inteligente, mi coeficiente seguramente es el promedio porque nunca fui buena estudiando ni mucho menos a la hora de tomar decisiones astutas. Era una niña bastante predecible, pero no era idiota.

Quizás no pude ver todo el panorama, pero para mi fue sencillo después de esa noche entender que Bambam no era ningún ángel, que era una persona como cualquier otra.

No entendía por qué lo veía casi todas las noches en mis sueños, ni por qué esos sueños se sentían tan reales, como si fueran días vividos.

No pensaba aprovecharme de la vulnerabilidad que Bambam parecía tener conmigo, así que ahora era turno de mamá y Chaeyoung lidiar con una bombona verbal.

"¿Quién es Bambam?", pregunté en medio de la cena, con la certeza de que ellas tenían las respuestas.

"¿De dónde sacaste ese nombre?", mi madre contra atacó, tan nerviosa que parecía ocultar algo.

Chaeyoung tomó su mano, le dio un suave asentimiento cuando la miró y aquel insignificante gesto pareció darle a mi madre el valor que necesitaba para contarme todo.

"Bambam es tu padre, cariño". Quedé helada, completamente helada sin saber qué decir o cómo reaccionar. ¿Mi padre, decía? La única vez que me habló de mi padre fue para decirme que no todos los niños tenían uno y que cada familia estaba conformada a su manera. "Con Chaeyoung creemos que se ven cuando sueñas porque fueron separados... Yo, los separé".

Quería procesar todo esa noche y parecía imposible, mi cabeza solo trataba de atar cabos sueltos y de pronto todo parecía tener sentido, todo parecía lógico hasta cierto punto. Pero no podía procesarlo, no después de haber pasado tanto tiempo creyendo algo completamente diferente.

"Antes de que te enojes, deja que tu madre cuente toda la historia", pidió Chaeyoung en un tono dulce, mi expresión debería ser demasiado leíble o mi silencio demasiado abrumador. No lo sé, pero agradezco que se haya anticipado a tranquilizarme.

Oí toda la historia, como se enamoraron, como fueron violentamente separadas, los encuentros en cada sueño, cómo mamá acabó embarazada y comprometida, por qué decidieron dejar toda su vida atrás...

Me molesté, me molesté de que hubieran esperado tanto tiempo, me molesté porque creía merecer saber toda la historia desde un principio.

Para mis dieciocho, el odio empezaba a sanar. No me había atrevido a decirle a Bambam que sabía toda la verdad. El miedo me acorralaba de una forma que no puedo explicar.

Agradezco haberme sentido así, porque eso me ayudó a entender mejor a mamá y a Chaeyoung.

Ahora estoy frente a la casa que hizo sentir a mamá como una prisionera de su destino. No puedo dejar de pensar en las infinitas posibilidades, puede que ni siquiera me atienda Bambam, puede que la puerta sea abierta por Krystal y deba decirle quien soy para que llame a su pareja; puede que se lo tomen bien como mal, que se emocionen o que todo sea incómodo.

Trato de no pensar demasiado en ello y golpeó la puerta.

Ahora escucho pasos cada vez más cerca... ¿Creen que se pondrá feliz de verme?


Fin.

Dreams | MiChaeng |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora