...El oscuro rincón de la habitación era débilmente iluminado por las oscilantes llamas de las gastadas velas color camelia ubicadas en los extremos de la habitación.
La cera se esparcía lentamente en el suelo, recorriendo pequeños caminos rectilíneos hacia las marrones zapatillas escolares de la joven que sujetaba un pincel de delgadas hebras en su mano derecha, con sus dedos celosamente cerrados sobre el mango, sus nudillos empezaban a blanquearse debido a la fuerza ejercida.
Las escaleras de añejada madera chirriaban cada vez que el menudo hombre asomaba su cabeza por la abertura de la puerta del piso superior decidiendo hacer algo al respecto o seguir ignorando la situación, los cristales de sus lentes estaban surcados por docenas de líneas de poca profundidad deformando el iris canela bajo ellos, los cristales tenían pequeños espacios de vidrios perdidos entre ellos, la patilla izquierda estaba rota desde la bisagra haciendo que sus gafas colgaran de su oído derecho, deformando el rostro, de sus ojos descendían enmugrecidas lágrimas que caían sobre tablas que pretendían ser usadas como una escalera disolviendo el polvo sobre ellas, sus ropas estaban agujeradas irregularmente en los pliegues de brazos y piernas, la bota izquierda de su jean estaba desgarrada, arrastrando retazos de tela azul sobre el suelo, al igual que el extremo superior del cuello de su leñadora, que se encontraba desabotonada dejando ver la abertura sangrante en el pecho de su camiseta gris, la tela seguía siendo teñida por la esparciente sangre.
La puerta volvía a cerrarse dejando totalmente desolada a la indefensa mujer.
La tinta corinto goteaba del endurecido extremo del pincel manchando la férula, esparciéndose entre sus dedos y entre sus mordidas uñas.
Las altas temperaturas invadían el pequeño lugar, la mujer respiraba forzosamente debido al pesado aire que sofocaba sus pulmones.
Las sombras reflejadas por las ahora flameantes llamas de las velas danzaban alrededor de la joven y la mujer atada en la oxidada tabla de metal frente a ella.
La presión que ejercían las deshilachadas cuerdas en sus pequeñas muñecas hacia que las gotas escarlata cayeran continuamente manchando el suelo, mezclándose con la cera color camelia en una espiral de putrefacto olor.
Las hebras golpeaban continuamente las comisuras de sus delgados labios, haciendo chocar la parte lateral de su cabeza contra el muro de resquebrajado ladrillo detrás de ella cuando esta retrocedía intentado esquivar el pincel.
Las cuerdas que se aferraban a sus tobillos no permitían que moviera lo suficiente sus piernas para intentar escapar, dobles nudos de resistente hilo laceraban la parte trasera de sus tobillos cuando los movía.
El pincel entro en su ojo izquierdo cuando movió bruscamente su cabeza hacia arriba agitando sus cortos cabellos, grito de dolor sintiendo como la tinta se extendía por todo su globo ocular, el ardor era lacerante, cerro los parpados fuertemente intentando extinguir el fuego que quemaba sus nervios, contrajo sus labios para no exteriorizar el dolor que sería probablemente satisfactorio para ella.
Una estruendosa risa llena de malicia produjo un eco en el lugar.
Los ambarinos cabellos de la joven caían detrás de la cabeza totalmente doblada hacia atrás, sus labios se separaron ampliamente dejando escapar los escandalosos sonidos de macabra diversión.
El suéter café amarrado en la cadera de su uniforme cayó al suelo debido a los movimientos que efectuaba su contraído cuerpo.
Su jardinera se manchó de tinta en la falda y el pecho, su mano seguía sujetando celosamente el pincel.
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Elkie
HorrorMary es una pequeña de ocho años que sufre grandes perdidas cuando su familia es asesinada por terroristas, el odio y la sed de venganza comienzan a emerger en su interior haciéndola cometer atrocidades con las personas que la han acogido, sorpresas...