Parte 2 - La pradera

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- ¿Me quieres decir que esto siempre estuvo aquí?

Preguntó María a su gato Saúl, todavía sorprendida de la vasta pradera por la que caminaban. Un intenso sol de verano cubría el cielo despejado y una fuerte y cálida brisa empujaba las nubes que flotaban como algodón por arriba.

- "Si" – contestó Saúl, aun usando la misma voz de María.

- ¿Y yo no lo podía ver?

- "Exacto"

- Pero...

- "Sí, la respuesta es sí, sí a todo lo que vayas a decir" – dijo Saúl frustrado – "excepto cuando sea no"

Se notaba que el gato no tenía mucho interés por dar respuestas, si es que de verdad las poseía. Igual a María poco le importaba en aquel momento, aun si tuviera una explicación, no cambiaría el hecho de estar ahí; sea donde fuera que ahí estuviera. Era mejor disfrutarlo aquel extraño sueño o ilusión por ahora.

Caminaron por lo que pareció horas, aunque en verdad fueron minutos, viendo como el sol recorría el cielo con una velocidad notable. Otro misterio de aquel sitio. Después de varios "minutos" ya entraría la tarde. Y el problema no era solo el tiempo, sino también la distancia. Caminaron por mucho rato en una dirección, pero era difícil saber si habían avanzado algo o no. No ayudaba como aquella pradera parecía no tener final.

- ¿A dónde estamos yendo, por cierto? – preguntó María al fin.

- "A hablar con el Loco de la Pradera" – contestó el gato – "Si alguien tiene una respuesta a tu problema es él, al menos eso espero"

- ¿Estamos haciendo todo esto para hablar con un... loco? ¿Acaso no podíamos llamarlo? Y ¿Qué se supone que me puede decir un chiflado que me hará mejor escritora?

- "¿Vas a seguir haciendo preguntas tontas y quejándote?"

- Considerando que no me has dicho nada, me parece que tengo derecho.

- "Pues ahí está tu problema" – declaró Saúl, deteniéndose para voltearse a verla – "Sí pretendes saberlo todo antes de poder actuar, no terminas haciendo nada"

Dijo y luego siguió caminando, dejando a la chica atrás, la cual se había detenido para tratar de darle sentido a todo lo que pretendía decir su gato. Se quedó un rato en su estupefacción antes de correr detrás de él.

- ¡Eso no tiene sentido!

Gritó para luego seguirlo por la pradera. Alcanzando al gato antes de decir

- Esto es todo muy extraño, ¿lo sabes, no?

- "Para ti, tal vez" – respondió Saúl – "para mí es muy normal"

- Supongo que confiaré en lo que dices – se decidió la chica, aunque sea solo para disfrutar del lugar - si es que todo esto no es un extraño sueño que estoy teniendo.

- "Si eso significa que estarás más callada, lo tomaré como algo bueno"

- Al menos dime primero.

- "¿Qué?"

- Este Loco del acantilado... ¿Cómo se supone que me va a ayudar?

- "No dije que te ayudará, dije que él tendrá las respuestas"

La chica suspiró, comenzando a sentir cierta duda de todo.

- Eso no me da mucha esperanza...

- "Oye, tú decidiste tomar el camino difícil" – declaró con todo el sarcasmo que pudo, considerando su voz.

- Deja de hacerte el gracioso y guía.

- "Puedo hacer las dos"

El viento cambió de dirección, empujando al par hacia adelante. En un segundo el cielo se ocultó por varias islas de nubes, cubriendo la pradera bajo una sombra agradable y fría. El azul del cielo y los rayos del sol irrumpían por las grietas de las nubes, creando pilares de luz por toda el área. Era un verdadero milagro del verano.

Era como las historias en su cabeza, un mundo mágico y misterioso lleno de secretos por descubrir. Valía la pena explorarlo, aun si fuera un simple sueño, aunque no entendía por qué estaba tan vacío el lugar.

Continuaron la marcha, caminando por lo que pareció horas que en verdad fueron minutos por aquel infinito campo. Pronto el cielo azul de la tarde que partía las nubes se transformó en un ocaso, bañando la pradera en un tono naranja y creando un ambiente flojo y soñoliento. Y no fue lo único que cambió.

A la distancia, al llegar al tope de una colina y cortando el horizonte, apareció una línea de árboles altos y verdes que señalaban el final de aquel prado. Era un bosque, tan denso y extenso que era imposible ver a través de él. Y ahí era donde se dirigía Saúl.

- ¿Vamos allí? – preguntó la chica, algo asustada.

- "¿Qué te dije de preguntar?"

- ¡Es enorme! Te vas a perder ahí adentro.

- "Los dos vamos a entrar y, no, si me sigues a mí. Sé cómo llegar al otro lado"

A pesar de su respuesta, la chica aún no se sentía calmada. Al mirar el tope de los árboles, no podía distinguir nada más allá de las ramas y las hojas, solo viendo una negrura en su interior, casi como si trataran de esconder algo dentro de ese bosque. Mirarlo la volvía intranquila y no quería pensar cómo sería estar ahí.

- ¿Es seguro entrar ahí?

- "No"

- ¡¿Qué?! – gritó María, deteniéndose - Entonces tomemos otro camino.

- "No lo hay" – respondió Saúl, volteando a verla – "Nadie ha logrado franquear este bosque, es imposible o tal vez es infinito. La única forma de llegar a donde queremos es atravesarlo"

- ¡Pero dijiste que es peligroso! – repitió ella, sintiendo como todo se volvió muy real de repente – ¡No pienso ir, de ninguna manera!

El gato se detuvo para voltear a observarla. Su mirada era seria, como la de un depredador cazando a su presa.

- "Otra vez esto" – se quejó con un suspiro – "Mira, haz lo que quieras. Puedes volver ahora si tomas el mismo camino de regreso, pero nada cambiará. Despertarás en tu cama y serás la misma chica tonta de siempre"

Y al darle la espalda, continuó.

- "O, puedes seguirme e intentar hacer algo nuevo ¿Quién sabe?, tal vez haya un cambio, los dioses saben que lo necesitas" – empezó a caminar– "Hagas lo que hagas, yo iré a ese bosque"

Ella no tenía una respuesta. Se quedó ahí parada, dándole vueltas al asunto y esperando encontrar alguna opción que le gustara mientras el gato se alejaba cada vez más de ella. Era raro admitirlo, pero Saúl tenía razón. Si seguía adelante, había una posibilidad, una pequeña oportunidad de volverse lo que siempre quiso ser. Era alocado, tonto y, ahora, peligros, sin embargo, por alguna razón, la alternativa de regresar a su habitación la aterraba aún más.

Sintió miedo por lo que estaba a punto de pasar, no obstante, entre toda la duda, se aferró a ese "tal vez", a aquella promesa y luego María tomó una decisión.

Saúl se sorprendió al ver a la chica caminando a su lado

- "¿Al fin te decidiste?" – le preguntó.

- Si... bueno, en verdad no– respondió, más insegura de lo que pensaba – Solo no quiero volver al apartamento en este momento.

- "Bueno..." – dijo el gato, con un tono algo sorprendido – "Te recordaré en tu funeral"

- Solo cállate y guía.

Saúl hizo caso, tomando la delantera y marchando en dirección al bosque. No vaciló ni se detuvo al entrar por el estrecho camino entre los árboles, siendo consumido por esta y desapareciendo en el acto. En cambio, María quedó congelada unos segundos en la entrada, dando un fuerte suspiro y aguantando la respiración antes de perderse ella misma.

Camino de ValorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora