Parte 4 - La Bruja

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Noel guió a la chica por el camino recién creado, atravesando el bosque de una forma mucho más cómoda de lo que había hecho previamente. Era sorprendente, la vía se hacía por la voluntad de aquella señora, llenando huecos, formando puentes sobre ríos y aplanando elevaciones, todo con el movimiento de los árboles por arriba y de sus raíces por debajo.

La niebla ya había desaparecido y el follaje se abrió para mostrar el cielo estrellado. Parecía un lugar distinto. El boque de terror de antes se transformó en una calidad calma bañada por la luz de la luna que era difícil no disfrutar

- Es increíble – Dijo María para sí misma.

- Solo un poquito de magia querida, no es nada del otro mundo.

- Lo es, en el mío.

Aquel comentario hizo reír a la señora.

- ¿Vienes de muy viejo? – le preguntó.

- De mi cuarto, en verdad – respondió pensando que era gracioso – Me prometieron que alguien me podría ayudar si venía aquí.

- ¿Ayudar a qué?

- A ser mejor escritora. No soy muy buena.

- ¡Tenemos a una pequeña autora! – dijo la anciana con cierto encanto.

- Bueno no he publicado nada todavía...

- Siempre me han gustado las historias... pero, si no te molesta que lo diga, no entiendo como viniendo a mi bosque te ayudará en eso.

- Para ser honesta, no estoy del todo segura – explicó la chica sin mucha convicción – Me dijeron que tenía que hablar con alguien, un tal loco en un acantilado.

- ¡Qué tonterías!

Gritó la anciana, sobresaltando a la pobre chica para luego agregar.

- Suena a que te están tomando el pelo, querida.

- Eso me parece... - agregó María sintiendo cierta decepción – pero...

- Te diré la verdad – le cortó la anciana - Una chica como tú no necesita de ninguna ayuda.

- Por lo menos uno de los dos piensa eso – contestó con una sonrisa cansada – Sé que tengo que esforzarme, pero nada me sale bien.

- Pues, ahí está tu problema – dijo dedicándole una enorme sonrisa – Te esfuerzas demasiado.

Noel hizo una pausa, deteniéndose y agarrando la mano de la chica para luego mirarla de frente.

- ¿Por qué esforzarse tanto? – le preguntó - Te diré lo que necesitas, querida: un lugar tranquilo donde vivir y buena compañía. No hace falta más nada más que tiempo y calma para perfeccionar tu arte.

La anciana la miró expectante, casi rogándole con los ojos para que aceptara su consejo mientras esperaba una respuesta. María, en cambio, no estaba segura de qué era lo que quería decir con eso, así que respondió...

- Creo que me volvería loca del aburrimiento en solo un par de horas.

Dijo con una risa incómoda, recuperando su mano y evitando contacto visual.

Al volver a verla ella pensó que la anciana estaría decepcionada, pero no fue el caso. Noel no se alteró, en cambio, sonrió de una forma casi artificial, como si tratara de esconder algo, para luego decir.

- Las cosas que dice la juventud.

Y seguir caminando.

La chica la miró unos segundos antes de acompañarla, dudando de lo que había visto y preguntándose por qué estaba tan nerviosa.

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