Parte 5 - El Escape

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La luna brillaba alto en el firmamento, iluminando todo bajo su suave luz plateada. El bosque se encontraba quieto y callado, como había estado desde el principio, y todo lo que vivía en él estaba tranquilo.

Un grito alto, agudo y aterrado cortó el silencio del bosque. Tal fue el llanto de María al ver su brazo ser transformado que hasta la bruja tuvo que soltarla. La chica cayó de rodillas, sosteniendo y mirando la parte de su brazo que se había vuelto rugoso y duro como la corteza, mientras las lágrimas de miedo caían por sus mejillas.

La anciana vio lo que hizo y retrocedió antes de decir sorprendida

- No... ¡Tú tienes que ser diferente!

La vergüenza y el pánico se apoderaron de su rostro, al ver como todos sus temores volvían a suceder. Otra vez intentó acercarse a María, la cual no se había movido del suelo, todavía sosteniendo su brazo transformado y mirando a la bruja con una expresión de terror cubierta de lágrimas.

- ¡No fue mi intención!, déjame ayudarte – dijo la anciana.

María, al verla acercarse otra vez, por fin reaccionó, levantándose para taclearla a un lado, tirándola al suelo, y luego correr lo más rápido que pudo fuera del claro de árboles. La pobre chica ya ni pensaba, mientras se perdía cada vez más por el oscuro bosque, atravesando maleza, arbustos, montes y los árboles para alejarse lo más que podía de ese horrible lugar y de aquel monstruo. A cada rato se escuchaban los gritos de la anciana, alterando y moviendo todo a su alrededor.

- ¡No te vayas! ¡No me abandones!

El bosque cobró vida con el eco de sus llantos, pulsando y arrastrándose para tratar de detener a la chica. Los árboles se torcían como tentáculos, cortándole el paso a cada momento y destruyendo la tierra en su intento. Las ramas y raíces se estiraron como látigos en busca de sus brazos y sus piernas. El mismo suelo se abría para mostrar las raíces, creando fisuras en el camino con tal de no dejarla escapar. El boque se transformó en una enorme bestia que trata de devorarla.

Con terror y ansiedad, María corrió por entre el caos, evitando lo mejor que pudo los obstáculos que se generaban frente de ella. Con cada paso se perdía más entre el caos y la oscuridad, sin saber a dónde iba y con una vaga esperanza de encontrar una salida fuera de esa pesadilla. Aunque ella ya había aceptado que era imposible, su cuerpo simplemente se rehusaba a escuchar.

Distraída por su pánico, pisó mal el suelo desnivelado, tirándola y haciéndola rodar por el fango, dándole una oportunidad al bosque para alcanzarla. Había terminado, pensó al cubrirse la cabeza en espera de lo que le tocaba.

Al borde del límite, con llantos de pánico y ansiedad, gritó tan fuerte como podía, para luego escuchar por entre el caos y la oscuridad una voz familiar.

- "¡Por aquí!"

Dijo la voz, guiándola por un camino que aún dormía.

- "¡Sigue adelante!"

Sin dudarlo y con una mirada llena de una alocada esperanza, María hizo caso, levantándose y siguiendo la voz por entre la oscuridad, llevándola por las partes tranquilas del bosque y adelantándose del creciente caos. No tardó mucho en ver al gato en su alocada carrera por sobre las ramas, escapando del embrollo junto a ella.

En ese momento se escuchó otro grito en la profundidad del bosque.

- ¡NO! ¡ES MÍA!

La voz de Noel hizo eco por entre el caos, haciendo temblar todavía más al coloso dormido.

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