Capítulo 4.

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Una biblioteca.

Una puta biblioteca y una bolsa de lona con billetes grandes. Qué discreto, señor Grey. Al menos tuvo razón en citarme aquí. El jodido lugar está tan solo que parece abandonado.

Camino entre las mesas y los libreros, alejándome de la vista de los encargados y tomando libros al azar cuando paso. Justo cuando miro la hora en mi móvil, vibra con un solo mensaje:

*Shakespeare.*

¿Qué? ¿Qué carajo significa esto? El mensaje proviene del mismo número del que Elliot Grey me envió la dirección, así que debe ser él. Observo la sección de libros en la que estoy y es apenas a letra D.

Me dirijo a la última sección, luego sobre los estantes de la letra indicada y obedientemente encuentro las obras de Shakespeare. Antes de que pueda tomar el grueso volumen de pastas azules, alguien se detiene a mi espalda.

—¿Eres fanática de Shakespeare, dulzura?

Lo soy. O lo sería si hubiera continuado con mis estudios en la universidad de Literatura Inglesa. Desde que Ray comenzó a tener problemas con Taylor, preferí quedarme cerca de él para ayudar.

No lo logré.

—No. —miento—. ¿Cuál es el procedimiento de contratación para matones? ¿Te entrego el dinero y me das un recibo o algo?

El señor Grey se ríe.

—Eres muy divertida, dulzura, pero no. Me das el dinero, te dí mi palabra de que lo haría y luego cumples tu parte y me entregas en resto.

—¿Puedo confiar en ti? —desvio el tema de vuelta a él, él es el malo aquí—. ¿Cómo sabré que te encargaste?

Omito decir algo sobre asesinar, porque el hecho de que estamos en una biblioteca pública no garantiza que tengamos privacidad.

—Te llamaré, ¿Bien?

Mierda, es mucho dinero y no quiero entregarlo. Aunque no tengo otra opción. Al menos esto me garantiza que el jodido Jason Taylor se muera.

Elliot hace una seña al hombre que lo acompaña y extiende la mano para que entregue el bolso. Lo abre, mira el interior y por un largo minuto siento que está contando el dinero. Finalmente asiente hacia su jefe.

—Buen trabajo, dulzura. Ahora déjalo en mis manos. Ve a casa, vive tu vida y te enviaré la evidencia.

Quiero creerle. Quiero pensar que es así de fácil lograr todo lo que te propongas, incluso cuando es algo terrible como arrebatar una vida.

Pero no soy tan ingenua.

Elliot ya ha caminado algunos pasos cuando lo detengo.

—Una pregunta, señor Grey. —ambos hombres giran para mirarme, solo me enfoco en el rubio—. ¿Por qué está ayudándome? ¿Por qué hace esto?

Sus hombros se encogen con indiferencia.

—Es un negocio fácil.

—Pero usted es rico —cuestiono, haciéndole saber que no le creo.

—Si, lo soy. Pero mi hermano me advirtió que no usara ese dinero en apuestas y le dí mi maldita palabra.

¿Es una broma?

—¿Tiene problemas con el juego? ¿Es eso? —me río—. ¿El gran empresario Elliot Grey debe dinero en carreras de caballos y póker?

Jamás entendí como las personas pueden apasionarse tanto y perder grandes cantidades de dinero. Con suerte tuve efectivo para uno o dos caprichos, ¿Pero esto? Es ridículo.

—Te estoy ayudando, no olvidemos eso. Tú eliminas tu problema, yo consigo mi efectivo, ¿Cuál es el problema? Es una situación ganar-ganar.

—Si.

Supongo que lo es, todos tenemos algún problema qué enfrentar. Y el de este pobre empresario adinerado es el poco control sobre sus impulsos de juego.

Cómo no tengo nada más qué decir, me quedo callada mientras ellos se alejan de nuevo, desapareciendo por la puerta de la biblioteca. No quiero lucir como una sospechosa, así que tomo el libro que vi antes y me dirijo a un cubículo.

Para cuando decido salir de ahí, estoy totalmente perdida. Vendí la casa de Ray para hacerme cargo de su asesino, y ahora no tengo dónde quedarme. Pagué por una habitación en un hotel cercano al aeropuerto, así puedo huir lo más rápido posible.

Si Elliot Grey cumple su parte del trato.

—Dios, ¿Qué hice? Esto es lo más estúpido que he hecho.

Por suerte, Ray ya no está aquí para saberlo.

Paso las siguientes horas pegada al televisor, esperando por la noticia del asesinado del conocido empresario. ¿O será algo más discreto? ¿Cómo un accidente automovilístico o un intento de asalto?

Mierda, ¿Y qué si fingen un secuestro, pide rescate y lo mata? Él necesita dinero, así que bien podría obtenerlo de Taylor antes de asesinarlo.

Otra idea cruza mi mente.

—Jodida mierda, ¿Y si Taylor ofreció una fortuna para que lo dejara ir? ¡Estoy frita!

Entro en pánico tan rápido que lanzo en el bolso los 2 mil dólares que me quedan, los documentos esenciales y un cambio de ropa. No llevo otra maleta, necesito salir de aquí lo más pronto posible.

Hago un rápido cambio de apariencia poniendo el cabello castaño bajo una gorra y ropa cómoda. Luego llego lo más rápido que puedo a la entrada del Sea-Tac. Compraré un boleto en el primer avión que salga mejor de Seattle, después me ocuparé de cruzar la frontera.

Estoy mirando las pantallas cuando mi móvil vibra dentro de mi bolsillo, esta vez es una llamada del mismo número del señor Grey, mi piel estremeciéndose por completo.

—¿Si? —contesto, porque sería sospechoso no hacerlo.

—¡Dulzura! Tengo aquí tu encargo, está listo, ¿Quieres escucharlo?

Los murmullos aumentan en su lado de la línea, gruñidos de un hombre se hacen más fuertes mientras se aproxima.

—Le quitaré la mordaza, ¿Esta bien? —dice, pero creo que le habla a él—. ¿Algo que quieras decir?

—¡Vete a la mierda, bastardo! —gruñe una voz ronca—. ¡Ya verás cuando...!

El sonido de su voz se ve interrumpido por un estruendo que incluso a mí me hace saltar. Un disparo. Miro nerviosamente a mi alrededor esperando que nadie haya escuchado.

—Está hecho, primor. Espero que tengas lista la otra parte de nuestro acuerdo.

—Si. —miento. Florida parece un lugar divertido para vivir—. Envíame la dirección del lugar donde nos veremos.

—Oh, no te preocupes por eso dulzura. Vuelve a tu hotel y te llamaré cuando sea seguro encontrarnos.

Y con eso, él cuelga la llamada.

¿Qué mierda dijo?









Labios Rojos (Color Venganza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora