Capítulo 9.

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Seducir a Christian Grey no es tan fácil como parece. O al menos como lo hizo parecer Elena con sus consejos sobre usar ropa reveladora e insinuar la parte del sexo.

<<Christian está acostumbrado a obtener lo que quiere, así que juega su juego y retírate. Haz que vaya detrás de ti>>.

—Fácil.

Rebusco entre la ropa que tengo disponible y encuentro un ajustado vestido negro que deja poco a la imaginación con esas tiras que apenas cubren mis pezones. Si tuviera confianza en mi misma saldría así, pero como no la tengo, me pongo una blusa por debajo.

Y lo hago justo a tiempo porque Reynolds entra en la habitación sin anunciarse y me estira del brazo.

—Andando, el señor Grey te espera.

Aparto mi brazo de un tirón y camino por delante de él, manteniendo la cabeza en alto cuando llego al comedor. Elliot y su hermano ya están ahí tomando sus desayunos, Christian leyendo el periódico y el rubio revisando el móvil.

En lugar de sentarme junto a mi captor, elijo una silla frente a él, dándome una excelente vista de Christian en la cabecera de la larga mesa.

—Vaya, —Elliot silba cuando nota el vestido—. ¿Cambiaste de opinión sobre el dinero fácil?

Su hermano baja el periódico para mirarnos a ambos.

—¿Qué ocurre? —sus ojos grises se mueven a su hermano—. ¿Esto tiene que ver con la llamada que recibí de Mikel?

El nombre me parece conocido, pero Elliot llamó a tantos hombres que mi cabeza no lo identifica.

—¿Ese imbécil te llamó? ¿Qué quería?

—Preguntó si estamos entrando en el negocio de la prostitución y si debería preocuparse por eso.

Mantengo mi atención absoluta en la reacción de Elliot y la expresión en blanco del hombre de los ojos grises.

—¡Por supuesto que no! —se ríe—. Tendría que estar muy jodido el negocio si tengo qué usar a alguien como Ana para levantarlo, ¿No lo crees?

Christian me mira por el momento más largo que recuerdo, provocando que las palabras de Elena se repitan en mi mente. Tengo que llamar su atención.

—Y sin embargo esperas desesperadamente que te haga ganar miles de dólares. ¿Significa eso que ya estás jodido?

Elliot hace una mueca de molestia.

—Dólares que me debes, dulzura. No olvidemos eso.

Le dedico un profundo ceño fruncido antes de girar para mirar a Christian, que sigue observándome.

—Si hablas. —dice, pasando la punta de su dedo índice por el borde de su vaso de whisky.

—Si señor, lo hago. Y si no le importa, quisiera beber un trago igual al suyo para soportar las tonterías que dice Elliot.

El rubio resopla y Christian levanta una de las comisuras de sus labios en una media sonrisa.

—Despertaste suicida, dulzura. —gruñe.

—Pero tiene razón en eso —Ojos grises apresura el último trago de su vaso—. Hace falta mucho whisky para lidiar con tus estupideces.

La irritación se filtra en el rostro de Elliot, no la oculta cuando se levanta de la mesa y sale del comedor dejándome con su hermano y con Reynolds escuchando desde la entrada.

—Siento arruinar tu desayuno, Christian. —digo lo primero que se me ocurre.

Él encoge ligeramente los hombros y toma la licorera para servir de nuevo su vaso y apenas un sorbo en el mío.

—Es culpa de Elliot, en realidad. Sabe que no puede traer desconocidos y aquí estás, bebiendo mi whisky.

Asiento con la cabeza, un poco avergonzada pero tomando el vaso que me ofrece y bebiéndolo todo de un sorbo. Al menos de esta forma puedo hablar con él con facilidad.

—Va a matarme, ¿Cierto?

Sus ojos grises siguen fijos en mi, lo que solo hace que el rubor se expanda por mis mejillas.

—Muerta no vales nada. Y odia perder dinero. —mierda—. ¿Cómo fue que terminaste en esto?

¿En este lío?

—Estaba desesperada. —eso es una verdad a medias—. Creí que Elliot podría ayudarme, pero no sabía que el precio sería tan alto.

Christian se recuesta en su silla y su expresión se vuelve un poco aterradora.

—¿Al menos sabes quienes somos? ¿No te advirtieron de nosotros?

¿Quién? ¿Mi fallecido padre sobreprotector? No lo creo.

—Creí que los hombres malos venían con una etiqueta. No que serían tan encantadores.

O guapos. Christian bebe otro sorbo del whisky y de nuevo me muestra una pequeña sonrisa.

—No es nuestro culpa que a las mujeres les atraiga el peligro.

Oh, Dios. ¿Esto es un flirteo? ¿Está coqueteando conmigo? ¡Carajo! ¿Qué hago ahora? Debí omitir la estúpida blusa bajo el vestido.

Imito su gesto y también bebo de mi vaso, luego comienzo a cortar las tortitas de huevo frías de mi desayuno.

—Pero no de cualquier hombre, eso es seguro. —mantengo mi mirada sobre él mientras tomo un bocado y me aseguro de masticar lentamente.

Antes de que alguno de nosotros pueda hablar, se escucha un carraspeo y Reynolds se me acerca, tirando de la silla para levantarme de un tirón.

—Lo siento señor Grey, pero Elliot quiere irse ahora.

Él solo observa mientras me obligan a salir del comedor, luego Reynolds me lanza al asiento trasero de la suv de Elliot. Está hablando por teléfono como de costumbre.

—Si, sí, es joven y bonita, te encantará. —me mira brevemente y sigue en su llamada—. Lo que hagas con ella no me importa, solo quiero el dinero.

Imbécil.

—¿Qué tiene de especial? Pues... —me dedica otra mirada rápida—. Es un dolor en el culo, te encantará entrenarla en lo que sea que hagas en tu club. Incluso creo que le vendrían bien algunos latigazos y eso.

¿Qué?

Sin pensarlo me lanzo contra él y le manoteo el teléfono, haciendo que caiga al suelo y su preciosa pantalla se quiebre.

—¡Perra! —gruñe, empujando mi cara contra la puerta—. ¡Reynolds, sácala de aquí ahora mismo!

La puerta de mi lado se abre y lo próximo que sé es que el susodicho toma mi cabello en su puño y me arrastra fuera del auto.

—¡Ah! —grito, aunque dudo que alguien pueda ayudarme—. ¡Suéltame!

Tironeo con más fuerza, haciendo que el cuerpo cabelludo arda y algunos cabellos se arranquen de raíz.

—¡Caminaré! ¡Suéltame, caminaré!

Lo que parecía ser un largo trecho, fueron en realidad un par de metros hasta la puerta de entrada. Reynolds me libera y caigo sobre mi espalda, girando rápidamente sobre mi pecho para levantarme.

—Camina entonces, perra.

Mis piernas se tambalean cuando intento levantarme, pero me enderezo y evito abrazarme a mi misma para que vean mi miedo. Un escalofrío me recorre la espalda antes de que pueda ver a Christian de pie en la sala, mirándome y llevando su vaso de whisky.

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Labios Rojos (Color Venganza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora