Capítulo 5.

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Decir que estoy paranoica, es poco.

Debí comprar la estúpida arma, al menos así tendría algo con qué defenderte cuando Elliot Grey venga por mi.

Mantengo la vista en la ventana de mi habitación de hotel, viendo a los autos entrar y salir del estacionamiento por si veo algo sospechoso. Lo cual es ridículo porque los matones podrían vestirse y actuar como personas normales.

Además, estoy segura que me están vigilando. Mis pertenencias aún están en el bolso, en caso de que necesite salir rápidamente y dejar todo lo demás atrás, no es que sea mucho.

Apenas unos cambios de ropa, algunas fotografías y objetos personales de Ray.

A las 9 de la noche en punto, alguien golpea la puerta.

—Es mi fin, mierda —un escalofrío me recorre—. No pensé que acabaría así.

Con las manos temblorosas, empujo el seguro y abro la puerta. El hombre que he visto antes con el señor Grey me hace una seña.

—Él quiere verte —no hace falta que diga su nombre—. Trae tus cosas, será un paseo largo.

¿Eso es código para muerta?

Tomo el bolso y lo sigo, mirando a mi alrededor en busca de vías de escape. ¿Si grito, alguien me ayudará?

Ya hay un vehículo de vidrios polarizados en la entrada esperando, el hombre casi me empuja dentro cuando el chofer abre la puerta, luego traban los seguros.

No entregué la habitación, pero supongo que los administradores se darán cuenta cuando no vuelva. Con suerte, podré llegar a un acuerdo con el señor Grey y volver.

Pensé que iríamos al Mile Club, pero al auto se dirige a unas pequeñas calles cerca de piket market y se detiene afuera de un restaurante de comida china.

El hombre baja y abre la puerta, señalando mi bolso.

—Déjalo aquí, el señor Grey está adentro.

¿De verdad?

Supongo que confían en qué no escape porque se quedan en la acera mientras entro al restaurante. Está vacío, a excepción por el hombre rubio de jeans y camiseta en una de las mesas del rincón.

Me acerco y me siento en la silla frente a él, sin saludar puesto que estoy aquí gracias a él.

—¿Comida china para cenar? —lo miro enroscar un tenedor en el espagueti—. ¿Su mamá no le dijo que la pasta cae pesada en su estómago?

Se lleva la pasta a la boca con una gran sonrisa, luego pincha el trozo de pollo a la naranja.

—¿Tu papá no te enseñó a dar la cara y asumir las consecuencias de tus actos?

Imbécil.

—Mi papá era una buena persona —gruño con los dientes apretados—. Pero era pobre, así que nunca hablamos de la situación hipotética en la que tuviera qué contratar a un matón.

El señor Grey mira hacia donde está el mostrador, encontrándolo vacío también. En la cocina, el ruido metálico de las cacerolas indica que el cajero está ocupado.

—Dame mi dinero.

—No lo tengo conmigo.

Sigue comiendo con tranquilidad, como si mi presencia enfurruñada no lo afectara.

—Pues tráelo, mi gente te llevará a donde lo tengas.

Esa será una búsqueda interesante.

—No lo tengo —repito—. Te dí todo el dinero que tenía conmigo. Necesito un préstamo y te lo daré.

Sus ojos verdes se entrecierran.

—Pequeña mentirosa.

—No miento. Te dí todo mi dinero, si me das la oportunidad, lo conseguiré para ti.

—¿Y si no lo haces? —empuja el plato a un lado—. Estabas tratando de huir de mi, tu palabra no vale nada.

—Pero...

¿Pero, qué? ¿En qué estaba pensando cuando creí que podría burlar a este peligroso hombre?

Le hace una seña a alguien e inmediatamente soy levantada de la silla, el agarre del hombre sobre mi brazo duele tanto que seguramente dejará una marca.

—¡No! ¡Espera! ¡Pagaré!

Elliot se ríe, sorbiendo un líquido oscuro de su vaso con popote.

—No vas a pagarme, Ana May. ¿O debería decir Anastasia Steele? Es tan trágico que terminaras vendiendo la propiedad por la que tu padre murió.

Lo hace a propósito, provoca mi enojo y tironeo del brazo del gorila para que me suelte.

—Conseguí vengarlo, tengo eso. Y Taylor no se quedó con la propiedad, la compró una familia que si la necesitaba.

Sus cejas se arquean con una expresión divertida porque caí en la trampa y lo confesé. De todas formas él lo habría sabido tarde o temprano. El punto es, ¿Qué hará con esa información? ¿Entregarme a la policía?

—Pues vaya venganza, dulzura. Muerte solo atrae muerte, recuerda mis palabras. —se pone de pié y saca la cartera para dejar unos billetes sobre la mesa—. Y deberías saber que si haces tratos con hombres como yo, será mejor que cumplas tu palabra porque no tenemos escrúpulos.

Asiente de nuevo hacia su ayudante, esta vez el hombre me arrastra entre las mesas y me lanza al interior del vehículo como si fuera un trapo. La puerta del otro lado se abre y Elliot entra.

Me aferro a mi bolso, sabiendo que he perdido la oportunidad de escapar.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunto en voz baja.

—Te llevo como mi garantía de pago.

¿Qué?

—¡No me voy a acostar contigo!

El rubio se ríe tan fuerte que los hombres en el asiento delantero le echan un vistazo rápido.

—He tenido mujeres más hermosas, dulzura. Y tu vagina es como cualquier otra. —mira por la ventana, luego de nuevo a mi—. Pero aún me debes medio millón de dólares, y voy a hacer que trabajes por ello. Con tu cara, con tu cuerpo, con lo que sea que puedas. Quiero mi maldito dinero.

Carajo.

Sin quererlo, me estremezco pensando en todas las posibilidades de lo que eso implica. ¿Prostitución? ¿Esclavitud? ¿Tráfico de personas? ¿Órganos?

—Debe haber una manera en la que yo pueda pagarte... —Balbuceo—. Algo que pueda hacer para saldar mi deuda.

Estoy tan preocupada que voy a considerar las posibilidades antes de descartarlas. De pronto acostarme con Elliot Grey no parece la idea más terrible, lástima que no sea una opción para él.

El auto se desvía de la carretera y toma un camino de terracería que haría imposible mantener su impecable auto limpio. Se detiene frente a una reja metálica y el chofer teclea un código antes de que la puerta se abra.

—Llévenla adentro —dice Elliot cuando el auto estaciona en la entrada—. Ya pensaré qué hacer con ella.

Labios Rojos (Color Venganza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora