Capítulo 32.

1.2K 220 34
                                    

El vestido se acumula rápidamente en mi cintura, demasiado fácil y resbaladizo igual que yo. Al menos la tela tiene una excusa.

Christian me empuja un poco más hacia adelante sobre mis manos, justo al borde de la cama para ver mejor las bragas de encaje rojo.

—Mierda, sí. A esto le llamo una cena completa.

Desliza las bragas por mis piernas y siento el roce de su ropa contra mis nalgas. Supongo que no necesita desvestirse completamente para el sexo, pero me gusta ver su cuerpo apretado de músculos.

O me encantaría, si no estuviera sobre mis manos y rodillas.

—¿Tienes alguna clase de fetiche con esta posición? —me quejo—. De esta forma no puedo ver tu rostro.

Lo escucho reírse, pero no me hace girar o me permite mirarlo. Finalmente la hebilla metálica de su cinturón golpea el suelo y sé que no puede resistir más.

Un momento.

—¿Tienes un condón? —aún no resuelvo lo otro, pero lo haré.

—Si.

Bien. Lo siento acariciar mi cadera un poco, luego la punta de su miembro se empuja contra mi botón sensible para provocarlo un par de veces antes de deslizarse dentro de mi.

Apenas lo hace, la tensión se construye dentro de mi cuerpo y me empujo contra él queriendo exprimir todo el placer que pueda conseguir.

Justo ahora es mío. No hay ningún otro lugar donde él quiera estar que aquí, embistiendo mi cadera con la suya y ambos gimiendo y jadeando.

—Me gusta mucho la elección que hiciste de tu vestido —dice, tirando del excedente de la tela hacia los costados y enrollándola en sus puños—. Deberías pedir muchos, muchos más.

Oh, sí.

Lo único en lo que puedo pensar por el momento es en él, su piel cálida y su cuerpo atlético. La forma en que se aferra a mi cadera me resulta tan erótica que levanto una de mis manos para acariciar mis senos.

Sus dedos se clavan con más fuerza en la tela mientras se empuja, la tensión acumulándose en mi vientre y liberándose con una pequeña explosión de terminales nerviosas.

Mi cuerpo completamente saciado cae sobre la cama, solo sus manos sosteniendo mi culo al aire. Unas embestidas más con mucha fuerza y él también gruñe su liberación. La prueba de ello calentando mis entrañas.

Espera, ¿Qué?

—¡Christian! —chillo—. ¡Dijiste que tenías un condón!

—Lo tengo. —jadea y retrocede un par de pasos—. No dije que fuera a usarlo.

—¡¿Por qué?!

La sorpresa me obliga a enderezarme y enfrentarlo sin importar que la parte delantera de mi vestido caiga al frente. Él está ahí, con la camisa desabotonada desnudo de la cintura para abajo.

—Porque necesito un heredero, alguien de confianza que se haga cargo de mi empresa y mi fortuna cuando yo no esté.

Abro y cierro la boca ante la extraña posibilidad de estar cargando con el bebé de Christian. Jamás pensé que fuera del tipo familiar.

—¿Y no creíste que debías decírmelo? ¿O preguntar al menos si es lo que quiero? —su venida se desliza lentamente por mis piernas—. Es decir, claro que  quiero hijos pero soy muy joven, y no así. Definitivamente no así.

—¿De mi? —sus cejas se fruncen con molestia—. Tener a mi hijo te garantiza seguridad y todo el dinero que podrías necesitar para el resto de tu vida. ¿No es eso lo que las mujeres quieren?

Dios, es tan obstinado.

—¡Quiero amor! ¡Y una familia! ¿Y por qué rayos sigues hablando de la seguridad? ¿Estás en peligro?

Sus labios se presionan con fuerza para no responder, se saca la camisa de los brazos y la deja caer a sus pies con el resto de la ropa, su miembro semi erecto me distrae un poco.

—Siempre estamos expuestos al peligro, pajarillo. Que no lo puedas ver no significa que no exista. Personas malas igual que yo podrían venir por ti, por mi, por Elliot...

—¿Y aún así crees que traer un bebé inocente a tu mundo está bien?

Por primera vez encoge los hombros con una expresión pensativa.

—Probablemente no, pero es necesario.

Dejo que el resto del vestido también caiga a mis pies y me acerco, apoyando ligeramente las puntas de mis dedos sobre sus hombros.

—¿Por qué no Elliot? ¿O tu hermana? ¿Por qué necesitas un bebé?

Aparta mis manos antes de que toquen su pecho y me empuja hacia la cama, deslizándose por detrás de mí y pegado a mi espalda. Las palabras suenan más profundas cuando las dice por detrás de mí oreja.

—Elliot es un imbécil, y se gastaría todo el dinero en juegos, el esfuerzo de una vida despilfarrado. Mi hermana Mía no sabría qué hacer con él, probablemente lo use para desaparecer como siempre ha querido.

—Eso es triste.

—Pero un hijo... —continua, ignorando mis palabras—. Un hijo podría tener una buena vida, tal vez lejos de aquí, pero con más de lo que yo tuve al crecer. Y tú también podrías hacer mucho con algunos millones de dólares.

Carajo, suena tentador.

—Sin embargo, la idea de tener todo eso sin ti se siente mal. —su mano se desliza más arriba por mi torso y me abraza a la altura del pecho—. Tener un bebé que no podrás ver crecer o disfrutar es algo horrible. No quiero ni imaginarlo.

No entiendo cómo lo hizo, pero ahora estoy considerando un pequeño bebé en el futuro, uno de ojos grises y cabello cobrizo como su padre. Si, no creo que debería tener un bebé tan pronto, pero la tristeza en su tono me afecta.

—¿Podrías al menos considerarlo? —suspira—. Tengo la impresión de que serías una excelente madre.

Algún día, no justo ahora.

—¿Por qué yo? —¿Por qué me quieres a mi? Es lo que intento decir.

—No lo sé. Solo sé que quiero verte llevar a mi bebé, la idea de ponerlo ahí me resulta muy excitante. —su mano se desliza lentamente hacia mi vientre—. ¿Eso quiere decir que si?

Rayos. ¿De verdad lo estoy pensando? ¿Un bebé a cambio de asegurar mi vida?

—Si, supongo que si.

.
.
.

Labios Rojos (Color Venganza #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora