Día 4: Cuello

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Pareja: Jaward
Edwin alfa/ Howard omega

Edwin Jarvis era un alfa respetable, uno que se mantenía sereno ante el caos, que pensaba antes de actuar, que mantenía un perfecto equilibrio con su lobo, un alfa que se caracterizaba por controlar sus instintos.

O eso es lo que le mostraba a los demás...

Fue solo un segundo, sus ojos se despegaron de su labor de secar los platos para pasar al cuello de su omega, esa parte que llevaba su marca, Howard, quién distraído lavaba los utensilios ajeno a los sucios pensamientos que su alfa comenzaba a tener para con su persona.

En una ágil maniobra, Edwin se posicionó detrás de Howard, llevando sus traviesas manos hacia la cintura de su esposo.

-¿Pero qué...?

Jarvis besaba el cuello de su amado, lo lamía y dejaba pequeñas mordidas, como si fuera su dulce favorito, la mejor golosina del mundo.

Tantos años juntos le hicieron saber a Edwin que zonas en el cuerpo de su amado eran más sensibles. Para deleite de ambos, el cuello de Howard era una de esas zonas

Los besos y mordidas siguieron provocando que el omega ronroneara gustoso, Stark solo se dejaba llevar por la deliciosa sensación que embriagaba sus sentidos.

A las seductoras caricias en su cuello se le sumaron las que el alfa dejaba en su torso, las agiles manos recorrían el pecho del más bajo parando en los pezones que se erguían necesitados.

El ambiente solo pudo calentarse más cuando Edwin comenzó a restregar su erección en el culo del millonario.

-Me encanta...tu cuello- gruñó el alfa

-¿Solo...mgh...eso?

Preguntó Howard en un intento por clavarse más en aquel delicioso pene.

Edwin comenzó a simular embestidas sin dejar de morder y besar sobre la marca que adornaba el cuello del Stark.

Una de las manos de Jarvis se coló hasta el miembro erecto de Howard, comenzó a masturbarlo escuchando los sonidos y palabras obscenas que emitía este.

-Ya...te....te necesito...

Edwin mordió sobre la marca y eso fue todo lo que necesitó Howard para poder acabar en la mano de su esposo.

El pelinegro se dejó caer en el pecho de su alfa, ambos intercambiaron una mirada cómplice.

-¿Seguimos en nuestra habitación?- sonrió pícaro Stark

-La mesa podría ser cómoda- susurró Jarvis en el cuello de su pareja

-¿Y qué estamos esperando?

Con un rápido movimiento, el alfa atrapó el trasero de su omega provocando que este enrollara sus piernas en la cadera contraría.

La mesa de la cocina fue el lugar donde los esposos pudieron amarse una vez más en tanto años de matrimonio, con la misma pasión, con el mismo amor.

All's well that ends well Donde viven las historias. Descúbrelo ahora