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Veneno

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Damian 15/04/2021

Mire como la fría nieve caía al piso, mis manos se congelaron a pesar de mis intentos de calentarme. Seguí mi camino hacia la puerta de la mansión dejando atrás el extenso jardín.

Giré la cabeza en confusión de que hacer, miré detenidamente la gran puerta. Me pregunte cual sería la mejor opción; morir congelado afuera en la fría nieve o entrar para calentarme en el infierno que siempre me atormentaba; me pregunte si siquiera tenía opción.

Entre a la mansión con pasos lentos, en un corto momento algo en mi cuello ardió, una de tantas marcas en mi cuello ardió.

Me pregunte si era normal o algo había sido erróneo al inyectarme por la mañana.

Mi mente respondió instantáneamente; claro que era normal que la tortura doliera y eso me hacía sentir estúpido.

¿Porque tenía que doler? ¿Porque lo disfrutaban? ¿Porque no los papeles cambiaban y yo veía como lentamente ellos morían en un lento dolor ardiente?

No, no iba a morir mientras ellos lo supieran controlar, pero mi mente si moría.

Cada veneno no me lograba asesinar, al contrario, me hacía más fuerte según lo que decían mis padres. Pero si mataba mi alma, el dolor si retorcía mi mente.

Sabía que les gustaba, se defendían diciendo que era simplemente para experimentar para mí bien, ya que al terminar el proceso mi cuerpo sería fuerte; pero probablemente mi mente no.

Les gustaba ver cómo me retorcía, les gustaba ver cómo suplicaba, les gustaba ver cómo lágrimas caían de mis ojos y esa era la peor tortura.

Me hacía ver débil, débil contra ellos, débil contra mi propio ser. Cada día eso iba cambiando, cada mañana mis ojos se veían sin vida, deje de suplicar y pensamientos homicidas aparecieron en mi mente, cada vez más presentes.

Observé mi reflejó. Aunque mi cansancio era evidente, me veía perfecto; una sonrisa retorcida creció en mi rostro mientras admiraba mi reflejo.Soy mejor que ellos, desearía oír sus voces gritando mi nombre en súplicas mientras su sangre salga de sus cuerpos miserables, pensé.

Ellos me pertenecen, lo sé, mi sonrisa crecía en cada pensamiento. Ellos me pertenecen y se los demostraré, ellos hacen esto porque saben que no pueden ganarme, saben que manteniéndome drogado no les podré hacer daño, no les podré ganar.

Mi padre coloco su fuerte mano sobre mi hombro, mi sonrisa no desapareció ocultando mi gran desprecio hacia su tacto.

- ¿Lo lograste? ¿Hiciste lo que te pedimos?

- Claro, la comida está lista y el... En el sótano - suspiré y mi padre quitó su mano de mi hombro - está inconsciente.

- Perfecto, Cariño.

Cariño. ¿Por qué me decía eso? ¿Por qué arruinó la palabra de una manera tan cruel?

Ellos estaban conmigo, pero estaba sólo. Eso solo demuestra, que la única persona en que podía confiar era yo.

Éramos una familia, pero quién dice que una familia tiene que ser algo más que una obligación.

Talvez no pude soportarlo, ellos me dañaron y lo único que quería era lastimarlos y lastimar a cualquier persona que interviniera en mi propio bien.

Una Mentira En Tus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora