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El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas se encontraba tan atareado como de costumbre

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El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas se encontraba tan atareado como de costumbre. No era ni mediodía cuando su sala de espera se hallaba casi repleta.

Lily avanzaba un tanto nerviosa, dirigiéndose hacia la amable y regordeta bruja que atendía la recepción. Ésta le hizo algunas preguntas de rutina y le asignó un asiento junto a los pacientes considerados como "no graves".

Después de una espera de unos cuantos minutos, un sanador se acercó a ella para examinarla.

—Buenos días señora Snape, dígame, ¿qué la trae por aquí el día de hoy?

—Lo que sucede es que llevo varios días sin sentirme del todo bien... sobretodo en las mañanas, me es casi imposible probar bocado sin sentir que voy a vomitar.

—Ya veo...

El sanador continuó conversando con Lily, le realizó unas cuantas pruebas y, al estar seguro, emitió su diagnóstico.

Mientras tanto, Severus Snape permanecía en Hogwarts bastante preocupado. A pesar de lo mucho que disfrutaba impartir la clase de pociones, no conseguía concentrarse y alejar de su mente tan extraño malestar de su esposa.

Llevaba aproximadamente una semana en ese estado, sí, lo recordaba bien. Era martes, se había despertado bruscamente al Lily salir corriendo al baño. Se veía muy pálida, con ojeras y algo débil. Desde entonces, no hubo mañana que no volviera el estómago.

Al abandonar San Mungo, Lily aún no lograba salir de su asombro. Había una mezcla de muchas emociones en su interior, destacando una gran felicidad y nerviosismo. Tenía que hablar con Severus, urgentemente.

Regresó a Hogwarts, con una cajita en mano, y a pasos apresurados caminó a la oficina de su marido. Una vez llegó a las mazmorras, los nervios volvieron a invadirla. Sin embargo, avanzó y tocó la puerta.

Tras la afirmativa de Severus, ingresó a la habitación; encontrándolo de frente a la ventana, con la mirada perdida.

—Mi amor —volteó a verla —¿Cómo te fue en el hospital?

—De maravilla —ella sonrió.

—Entonces... ¿no estás enferma?

—Para nada —jugó un momento con la cajita que llevaba cargando —Ten, esto es para ti —la entregó a su esposo.

Él, algo extrañado, tomó la caja. Seguía sin entender lo que pasaba. Un momento su amada esposa lucía realmente enferma, y al otro... ¿ella llegaba y le decía que todo estaba bien? Sin más, quitó la tapa de tan extraño objeto. Adentro, envueltos en papel decorado, había unos zapatos de bebé.

—Lily... ¿pero qué significa esto? —su rostro adquirió aún más confusión.

Ella sólo lo miró sonriendo, con los ojos llenos de lágrimas.

—Esto, es la razón por la cual me he sentido tan mal los últimos días... Sev, estoy embarazada... ¡vamos a tener un hijo!

El hombre quedó completamente petrificado. Un hijo. Pero... ¿era posible? En sólo un año que llevaban de casados jamás había pasado por su mente la idea de convertirse en padre tan pronto.

Sintió su corazón acelerarse al igual que su mente, la cual empezó a trabajar a mil por hora, abrumándolo con una infinidad de pensamientos. De pronto, volvió a él. Tobías Snape; su padre. Los recuerdos llegaron a montones, fluyendo como un río.

Su infancia, aquella infancia tan dolorosa regresaba como un fantasma. Y, como hace mucho no lo hacía, Severus Snape sintió terror. Le aterraba ser un mal padre; ser igual que él. No. No lo podía permitir. Tenía que hacer las cosas diferente. Severus debía ser diferente, darle a ese bebé que venía en camino todo el amor que alguna vez le fue negado.

—¿No te agrada la idea? —la mirada de Lily se ensombreció.

—No mi amor, no es eso. Al contrario, la noticia me ha hecho el hombre más feliz del mundo... sólo que... tengo mucho miedo de no hacer las cosas bien.

—Ay, Sev —ella le acarició el rostro —Yo estoy segura que serás el mejor padre para nuestro hijo.

—Te amo tanto Lily, gracias por esta dicha que acabas de regalarme.

—Yo también te amo, mucho —terminó con la distancia que había entre ambos besándolo con ternura.

Severus se entregó completamente a ese beso, abrazando a su esposa y estrechándola cada vez más contra sí. Al separarse, de inmediato se dirigió a su vientre y, aunque éste todavía era plano, lo acarició y besó muy emocionado.

—Hola bebé, soy tu papá. Todavía faltan algunos meses para conocerte, pero quiero decirte que tu mamá y yo te esperamos con mucha ilusión... te amamos.

Lily no podía dejar de sonreír, se sentía tan plena, tan feliz. Tomó una vez más los labios de Severus entre los suyos, mientras imaginaba cómo sería su vida de ahora en adelante; siendo una hermosa familia.

After all this time?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora