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Algunas semanas habían transcurrido desde que Lily le había compartido la noticia a su esposo. Aquellos días fueron como un sueño para ambos; Severus había asimilado mejor el hecho de que se convertiría en padre y ella no podía estar menos que encantada al ver lo ilusionado que ello lo hacía.
La llegada de un nuevo bebé también causó furor entre la planta docente de Hogwarts. Fue especialmente emotivo para Albus, Minerva y Hagrid; quien no pudo contener unas cuantas lágrimas al enterarse. Tanto el director como la maestra de transformaciones estaban llenos de orgullo; veían dichosos como esos niños que habían conocido años atrás, estaban creciendo y formando su propia familia.
Eileen, por su parte, se sentía ser la bruja más feliz del mundo. Desde que Lily y su hijo le habían contado sobre el nuevo integrante de la familia, algo en ella había vuelto a brillar. La idea de convertirse en abuela le regresó por completo la ilusión y ganas de vivir.
~*~
Fue durante un frío día de invierno. Lily estaba por llegar a la novena semana de embarazo cuando le hicieron aquella visita. Eileen ya los notaba un poco sospechosos pero jamás se le ocurrió cuál era el motivo. A la hora del postre, comenzaron a hablar.
—Mamá, hay algo que Lily y yo queremos contarte... —al decirlo miró y tomó delicadamente la mano de su esposa.
La mujer sólo los observó, muy atenta.
—Eileen... Severus y yo... nosotros... ¡estamos esperando un bebé!
Por poco se ahogó con su café. ¿Un bebé? ¡Su hijo y nuera se convertirían en padres! Y ella... ¡en abuela! Una sensación extraña comenzó a recorrer todo su cuerpo, era una especie de calor que salía de su pecho, algo que no había sentido desde hace muchos años.
—¡Muchas felicidades! Hijo, Lily... ¡que alegría!
Eileen abrazó a la pareja, pero en especial a Lily, a quien también posó su mano sobre su vientre. Sintió una inmensa felicidad desbordando su ser.
~*~
La feliz pareja siguió viviendo en Hogwarts mientras llegaba el verano. Y al inicio de éste regresaron a la casa de la madre de Severus para pasar tranquilamente la última recta del embarazo. Para ese momento Lily ya había tomado su licencia de maternidad en el trabajo, por lo que dedicaría aquel último mes a descansar y dejarse consentir.
Así, un 23 de agosto, sus vidas cambiaron por completo. Era sábado, además de vacaciones de verano, por lo que el matrimonio no tenía intenciones de levantarse temprano. La mañana parecía tan agradable, tranquila, casi idílica.
Lily estaba plácidamente dormida, con Severus acurrucado a su lado. La paz que transmitía aquella escena fue perturbada por unas molestias que la mujer de pronto comenzó a sentir. Eran como pequeñas punzadas en el vientre, que iban aumentando de intensidad conforme los minutos pasaban. Como el dolor comenzaba a tornarse algo fuerte, Lily terminó incorporándose.
