Capítulo 3.

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Cuando bajo a la cocina, me encuentro el desayuno hecho. En la mesa hay un plato lleno de galletitas de mantequilla y al lado una taza llena de chocolate caliente. Me siento y empiezo a beber, quemándome la garganta al tragar sin que realmente me importe, simplemente disfrutando de su sabor.
Como unas cuantas galletitas antes de subir a mi habitación a hacer la cama y a ordenar todo un poco antes de que Peeta vuelva. Mientras recogo algunas cosas encuentro mi arco y me siento tentada a ir al bosque, pero decido evitarlo por miedo a que las viejas memorias me invadan y me hagan revivir malos recuerdos, pero decido dejar el arco a la vista por si algún día me siento lo suficiente fuerte para volver al bosque. De todos modos, no tengo necesidad de ir a cazar, Peeta y yo tenemos más dinero que jamás habríamos podido desear.
Cuando toda la casa está ordenada y limpia, voy al pueblo a comprar algunas cosas y a ver como va la reconstrucción.La gente trabaja día y noche para que el 12 vuelva a la normalidad, la gente limpia escombros, limpian las calles y hacen nuevos proyectos. Voy al Quemador, o a lo que queda de él para comprar algunas cosas. Cuando acabo, me paso por el puesto de Sae y me tomo una sopa mientras charlamos sobre lo rápido que avanza el distrito. Miro el reloj y me doy cuenta de que se acerca la hora de comer,
así que me despido de Sae y me voy a casa.Me pongo a hacer la comida, o al menos a intentarlo.
Decido hacer algo sencillo y me limito a hacer asado de ternera. Cuando estoy poniendo la mesa, alguien entra en casa.
- ¿A qué huele, preciosa?- dice una voz familiar.
- Es asado de ternera. Asumo que te vas a quedar a comer ¿no?.-siempre que viene a vernos es para quedarse a comer, así que tampoco había que pensar mucho. Pero la ausencia de cualquier tipo de alcohol en sus manos me hace sospechar que viene además por algún otro motivo.
- Chica lista.-dice mientras se sienta con las piernas sobre el sofá.
- ¿Y qué te trae por aquí?- inquiero con curiosidad. Hacía varios días que no pasaba, al parecer estaba
demasiado borracho, o demasiado ocupado cuidadando sus gansos para pasar a verme.
- Es solo que me he cansado de estar solo. Quería hablar con Peeta y contigo. Tengo que deciros algo.
¿Haymitch diciéndonos algo? Por el tono de su voz, parecía algo serio.
- ¿Debería preocuparme?.-digo tratando de que la preocupación no se note en mi voz. Pero no lo consigo.
- No, tranquila, preciosa, no es anda malo.- me dice con un intento de esbozar una sonrisa.
Eso me deja algo más tranquila, pero mientras pongo la mesa para Haymitch, no dejo de darle vueltas al asunto, qué es eso que Haymitch quiere contarnos. Por suerte para mí, no tengo que darle muchas más
vueltas, porque justo en ese momento, Peeta entra por la puerta.
- Ya estoy en casa.- dice en un tono alegre.
Se acerca a mí y me rodea la cintura con los brazos, para más tarde agacharse y besarme en la boca, suavemente al principio y volviéndose un beso más apasionado progresivamente.
-Ejem, ejem. Tortolitos, que sigo aquí.- dice Haymitch un tanto incómodo.
Había ovidado por completo que teníamos compañía, y por el ligero rubor en las mejillas de Peeta, él también. Se separa ligeramente de mí, pero sus brazos siguen rodeando firmemente mi cintura.
- Lo siento.-dice Peeta
- No pasa nada. Pero ya podríais haberme dicho, ya sabes..lo vuestro.
Me doy cuenta de que tiene razón. Haymitch fue nuestro mentor en los juegos, y desde entonces no tenemos secretos. Un sentimiento de culpa me invade, y Haymitch se da cuenta, así que grita animado:
- Bueno, ¿a qué esperamos? Me muero de hambre.
Empiezo a servir la comida, mientras Peeta y Haytmitch se sientan en la mesa. Empezamos a comer y
cuando ya hemos acabado le pregunto a Haymitch:
-¿Qué es eso que querías decirnos?
Peeta me mira extrañado, así que le explico que tiene algo 'bueno' que decirnos.
- He tomado una decisión.- dice seriamente nuestro mentor.-quiero...dejar...quiero dejar el alcohol.
Ya es definitivo. Incluso me he apuntado a rehabilitación.-dice con un tono orgulloso.
Me quedo callada, mirándole extrañada. Haymitch nunca había mostrado interés por dejar de beber, no veía por qué iba a dejarlo ahora. No creo que hubiera tomado esa decisión por su propia iniciativa.
Pero de todos modos, me alegro mucho por él; aunque no puedo evitar preguntarle el motivo de ese repentino cambio de opinión.
- Pues veréis, la verdad es que no es que me apetezca mucho dejar de beber, pero...he conocido a alguien.

Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora