Los Juegos del Hambre

Capítulo 12.

-Katniss, eres perfecta.
Su comentario sincero me hace sonreír y me da la confianza que me faltaba.
Le quito los pantalones y los tiro al lado de la cama.
Nos seguimos besando y quitando la ropa hasta que nos quedamos completamente desnudos el uno delante del otro.
Peeta me lanza una mirada para asegurarse de que esto es lo que realmente quiero. Estoy segura. Asiento y le sonrío tímidamente.
Peeta me hace el amor por primera vez, y no podría ser más perfecto. Me da exactamente lo que quiero, y es dulce y cariñoso, y a pesar de los nervios de la primera vez, se mueve con gracia, susurrándome palabras de amor, y haciéndome sentir amada.
-Te quiero, Peeta.-le digo.-Gracias.
Peeta me sonríe y me besa la nariz.
-Te quiero, Katniss.
Estoy en una nube. Es el momento más feliz de mi vida, junto al hombre al que amo.
Nada podría ir mejor.
Por la mañana me despierto al sentir besos por toda mi cara.
No puedo evitar que una gran sonrisa se extienda en mi rostro cuando Peeta me dice:
-Buenos días, preciosa.
-Esto si que es una buena manera de despertarse.-le digo riendo.-Buenos días, Peeta.
Le doy un beso, y ambos sufrimos un flashback, rememorando lo ocurrido anoche al darnos cuenta de que seguimos completamente desnudos.
Fue muy bonito, pero ambos éramos igualmente inexpertos y hubo varios momentos incómodos.
Peeta parece leerme la mente, porque me dice que lo de anoche fue mucho mejor de lo que jamás podría haber imaginado.
-Bueno, pero, ya sabes, siempre podríamos intentar...perfeccionarlo.
Peeta se ríe y me da un beso en la mejilla, su risa me hace cosquillas y comienzo a reírme con él.
Él va besando todo lo que encuentra hasta llegar a mis labios, donde me besa con cariño.
Nos seguimos besando y Peeta me acaricia todo el cuerpo, con delicadeza, pero haciéndome gemir de placer.
Me besa el cuello mientras sus manos encuentran su camino, bajando, acariciando todo lo que se interpone en medio. Sus dedos se deslizan en mi interior, trayendo con ellos un placer que me hace gritar su nombre y desear más. Peeta parece comprender el significado de mis gritos desesperados y se coloca encima mío, entrando dentro de mí con delicadeza al principio que se acaba convirtiendo en una pasión que me hace gemir. Dejo la vergüenza a un lado y muevo las caderas al mismo ritmo que las suyas, aumentando la velocidad, buscando con desesperación la mayor fricción posible y haciéndonos llegar al clímax a la vez.
Peeta abre los brazos, invitándome a apoyar la cabeza en su pecho. El latido de su corazón me relaja y me hace sentir en casa.
-Jamás habría imaginado que se pudiera ser tan feliz.-digo contra el cuello de Peeta.
Él se incorpora y me mira directamente a los ojos, y después de darme un beso en la frente me susurra:
-Te amo. Para siempre.
Con eso me basta para hacerme olvidar todo lo demás, sólo existimos Peeta y yo. Pero, al parecer, mi estómago tiene otros planes, porque con un rugido me despierta de mis fantasías.
Peeta se levanta para hacer el desayuno y me ducho, recordando las manos de Peeta sobre mi cuerpo, tan ligeras, suaves y ágiles. Al recordar que Peeta me espera en la cocina, me apresuro y termino antes de lo esperado.
Peeta está desnudo de cintura para arriba, lo único que evita que esté como cuando llego al mundo son unos ajustados calzoncillos que no dejan nada a la imaginación. Sin poder evitarlo, le abrazo por la espalda y apoyo mi cabeza en su hombro. Me saluda con un simple 'hey' y se da la vuelta para besarme. O eso es lo que pensaba. Sus intenciones parecen ser otras muy distintas, porque sus manos se deslizan por mi cintura, y me coge en brazos. Noto su erección en mi sexo y no puedo evitar el gemido que escapa de mis labios. Nuestras camisetas desaparecen antes de que me de cuenta, y mientras le beso en el cuello, sus labios encuentran su lugar en mis pechos. Mis manos se enredan en sus cabellos rubios, y le obligo a levantar la cabeza para que me bese. Nuestras lenguas se encuentran y se mueven de manera frenética y desesperada. Justo cuando sus manos están a punto de quitarme los vaqueros, llaman a la puerta.