Capítulo 5.

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Desde que acabamos los primeros juegos, sabía que pintaba. Pero nunca le había visto hacerlo, y no podía evitar sentir curiosidad.
- Errmm, vale. Pero antes tengo que preparar mis cosas. ¿Y qué quieres
que pinte?-me pregunta.
- Lo que más te guste.- respondo.
No quería que se sintiera obligado a pintar algo que no quisiera. De todos modos, no se me ocurría nada que pudiera pintar. Así que lo dejo a su elección.
- Quiero pintarte a tí, Katniss.-dice Peeta entusiasmado.
Eso no lo había esperado. No se me había pasado por la cabeza la idea de que Peeta quisiera pintarme a mí. Jamás he sido una belleza digna de admirar, pero después de la guerra, aún menos. Mi cuerpo estaba lleno de cicatrices; mi pelo escaseaba y estaba dañado y seco, y tenía unas marcadas ojeras oscuras bajo mis ojos. Pero quería hacerle feliz, así que le doy mi consentimiento.
- Espera un momento.- dice Peeta- voy a preparar mis cosas. Te aviso cuando esté listo.
Me da un beso y se va a prepararse.
Se me pasa por la mente arreglarme un poco, pero creo que Peeta preferiría pintarme tal y como soy, así que simplemente me vuelvo a hacer la trenza y me siento en el sofá a esperar.
Peeta vuelve y me avisa de que ya está listo. Me invita a pasar a su estudio, donde tiene preparado un lienzo y una paleta con varios colores ya mezclados. Hay una silla preparada, cerca de la ventana para que cuando me siente ahí la luz entre y me ilumine el rostro.
Peeta me abraza por detrás y me susurra al oído:
- Sólo siéntate ahí y muestra todo tu encanto.- me dice sonriendo.
Me doy la vuelta y enarco una ceja, cuestionándole a que ha venido eso último.
- Simplemente sé tu misma.- me dice.
Me da un beso en la mejilla y me lleva hacia la silla. Me siento y observo como Peeta se concentra, y empieza a hacer un boceto, apartando la vista de su lienzo para mirarme cada cierto tiempo.
Yo me siento en la silla, esforzándome por poner mi mejor cara posible. Pero las facciones de Peeta consiguen distraerme, y observándole con detenimiento me doy cuenta de que la belleza de Peeta va más allá de su personalidad. Su forma de ser era lo que me había enamorado de él, pero ahora me doy cuenta de que tengo delante a un chico digno de ser portada de revista. Me siento afortunada de finalmente haber encontrado a alguien con quien poder disfrutar de mi vida, que me comprende y me quiere tal y como soy.
Mientras me estoy inmersa en mis pensamientos, Peeta da pinceladas a su lienzo, con una habilidad que jamás me habría esperado.
Sigo pensando en todas las cualidades de Peeta para que el tiempo que tengo que estar sentada se me pase lo más rápido posible, y funciona. Al rato, Peeta me informa de que ya ha acabado y me dice que puedo verlo, pero con cuidado de no tocarlo porque la pintura sigue húmeda.
Cuando me pongo al lado de Peeta, me sorprendo al ver lo que ha pintado en su lienzo. Me ha retratado con un talento inimaginable, resaltando mis mejores cualidades y tratando de disimular las peores. Ha pintado el gris de mis ojos con tal exactitud que parece que hayan sido mis ojos reales los que han sido pintados, y no los del lienzo. Me sorprende la belleza de la Katniss que Peeta ha pintado.
-¿Te gusta?- pregunta Peeta.
- Claro que me gusta, Peeta. Es más, me encanta. Es lo mejor que han hecho por mi. Muchas gracias. -realmente siento las palabras que le digo, le estoy hablando desde mi corazón.
- Me alegro de que te guste tanto.- dice Peeta riendo tras mi repentina efusividad.

Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora