Capítulo 10.

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Llegamos a la panadería y observo que la reconstrucción avanza rápido. Peeta se ha volcado en cuerpo y alma en su panadería, y los resultados se notan. Las paredes están pintadas de un azul suave y ahora están construyendo el mostrador. La zona en la que estará el horno y el almacén están completamente terminadas. Peeta ha estado centrado en esto y le ha servido como terapia. Y no podía estar más orgullosa de él.
- ¡Vaya!- exclamo sin poder ocultar mi asombro.- ¡Qué rápido habéis avanzado! Tampoco esperaba menos, te has esforzado mucho, pero esto es...-no encuentro una palabra que describa exactamente lo que siento.-
-Me alegro que te guste.-dice Peeta feliz.
Me dice que hoy van a acabar de montar el mostrador, así que le ofrezco mi ayuda, la cual él acepta encantado. Cuando acabamos, ya es casi la hora de comer, así que nos encaminamos a casa, exhaustos. Por fortuna, hoy es el día de la semana en que Sae pasa por mi casa para ver cómo me encuentro y para ayudarme con las tareas, así que cuando llegamos encontramos un estofado de ternera en una cazuela con una nota al lado, que a pesar de la caligrafía irregular, consigo leer:
"Katniss,
Ya veo que no estás, supongo que habrás salido con Peeta, así que te he hecho la comida. Es un estofado de ternera, como a tí te gusta. También te he lavado la ropa, y la he planchado.
Sae. "
Si no fuera por Sae, no sé qué haría.
Peeta y yo ponemos la mesa y nos sentamos a comer en silencio, pero estando cómodos, no es uno de esos silencios en los que no se sabe que decir. Acabamos recojo y Peeta lava los platos.
Nos sentamos en el sofá a ver la tele. Echan una película antigua llamada "Harry Potter" y es bastante entretenida, pero me quedo dormida antes de llegar al final.
- Ha estado bien.-dice Peeta ajeno a mi siesta.
- Sí, me ha gustado.-digo.-es la primera película antigua que veo.
Peeta parece estar más interesado en otra cosa que en lo que le digo, porque sin que tenga que ver con lo que estamos hablando me dice:
-Eres preciosa.
Me gustaría poder discutírselo. No encajo en la definición de "preciosa", ni siquiera me acerco a "aceptable", pero cuando voy a abrir la boca para hablar, Peeta se acerca a mi y me besa. Esta vez, él está encima, procurando soportar su peso con los brazos para no aplastarme, pero aún así lo siento cerca, nuestros cuerpos están tocándose por todas partes, y me gusta. Le sujeto con fuerza para evitar que se vaya. Nos seguimos besando, y mi sentido común se esfuma como por arte de magia. Mis manos se deslizan desde la espalda sin previo aviso hacia abajo, hasta que llego hasta a una parte que jamás me habría imaginado a mí misma tocando, y sorprendentemente, me gusta. Al parecer, a Peeta también por que no dice nada. En lugar de eso, él imita mi gesto y me toca igual que yo a él. Y así, tumbados el el sofá, besándonos y tocándonos se nos pasa el tiempo. Cuando paramos, Peeta está sin camiseta, yo llevo el pelo enredado y nuestra ropa está arrugada. Nos miramos a los ojos y no decimos nada, pero nos entendemos: queremos más. Por fin podemos ser nosotros mismos, unos adolescentes con las hormonas revolucionadas, y no unos jóvenes que tratan de sacar a sus familias adelante. Nos seguimos besando y mi camiseta acaba en el suelo.
Ahora mismo Peeta es todo lo que ocupa mi mente. Peeta, Peeta, Peeta. Cualquier otra cosa es como si estuviera en otro idioma. Le acaricio los músculos de su pecho mientras él me besa en el cuello, haciéndome gemir de placer. En mi subconsciente, me parece oír que llaman a la puerta, pero lo ignoro, porque Peeta es todo en lo que puedo pensar. Pero sea quien sea que está tras esa puerta, es algo impaciente, porque no deja de insistir. Peeta se separa de mí.
-Será mejor que vaya a abrir.-me dice.
Me río mientras me mira de manera confusa.
-Creo que será mejor que vaya yo.-le digo entre risas.-no te has visto en el espejo.
Tiene mechones de pelo despuntando cada uno para un lado; va sin camiseta, lo que le hace mostrar un gran chupetón en el hombro; lleva el pantalón desabrochado y los labios hinchados.
-En seguida vuelvo.-le digo, despidiéndome con un suave beso en los labios.
En un rápido movimiento, me pongo la camiseta que está arrugada en el suelo y de camino a la puerta trato de arreglarme el pelo, algo molesta con la persona que no deja de llamar por interrumpir mi momento con Peeta.
No estoy preparada para encontrarme a esa persona que está tras la puerta. Esa persona que me ha aportado tantos momentos buenos como malos. Esa persona que me abandonó cuando peor lo estaba pasando.
Gale. Me quedo sin palabras. No sé qué decirle. No hemos hablado en meses. Ha cambiado algo. Se le ve más maduro, algo más alto y con una musculatura más desarrollada.
-Hola, Catnip.-dice.

Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora