Capítulo 2

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— ¡Al fin llevo la mitad! —la castaña levantó los brazos triunfante—. De los dibujos.

Siguió dando unos retoques, a pesar de que no valían la pena ya que al final de todo se tenía que pintar. Luego de eso comenzó con la sexta intregante en dibujar, que sería la abuela de Mirabel.

— Casita, ¿por qué tienes que tener a tanta familia en este lugar?. ¡Aún me faltan a seis por dibujar! ¿puedes creerlo? —miró a su alrededor.

Las ventanas comenzaron a abrir y cerrar, haciendo que el viento llegara a ella.

— De acuerdo, me relajaré —sonrió.

Los azulejos se movieron un poco.

— ¡Oh por todos los burros!, ¿cómo es que se parece tanto a mí? —Mirabel entró.

Se acercó emocionada a la pared para apreciar más de cerca los trazos que había en esta.

Tan sólo había dibujado a sus padres, sus dos hermanas, y a ella. Recién había comenzado a dibujar a la mayor de los Madrigal, la abuela Alma.

— Cuando los dibujos tengan pintura se verán más maravillosos de que lo se ven ahora.

— Admito que tengo un poco de miedo, la pintura no es lo mío —hizo una mueca.

— Créeme, el mural que hiciste en la escuela es muestra de que todo te sale asombroso.

— Gracias por eso, realmente me sentí motivada —sonrió.

— Oh, por cierto. Mi abuela preguntó si querías comer con nosotros, claro, si no hay problema.

— Me acostumbré a que me traigas la comida aquí —bajó de la escalera.

— Es lo que le dije a mi abuela —sonrió—. Luisa no regresa hasta más tarde y Dolores fue a comer con los Guzmán, mi abuela vio un espacio y quiere llevarte a comer al comedor con nosotros —soltó una risa.

— Viéndolo así, tendré que aceptar —suspiró—. Ella pensó en mí, y me sentiría mal si no voy.

— Tranquila, tampoco es obligación —acomodó un poco mi desordenado cabello.

— Estás peinandome, es una señal de que quieres que vaya contigo —comenzó a reír.

— Intentaba ser amable —le siguió.

Luego de unos minutos ambas chicas se dirigieron a la cocina entre risas.

— Al fin llegan las amiguitas, casi comíamos sin ustedes —Isabela bromeó.

— Disculpen, fue mi culpa —se disculpó la castaña.

— Te dejé el espacio junto a Mirabel, supuse que ahí te sentirías más cómoda —habló Alma.

La chica asintió junto a una sonrisa de agradecimiento.

— Tomen asiento, yo atiendo —Julieta le dio palmaditas en el hombro a ambas chicas.

Las chicas obedecieron, y la ojicafé se llevó una sorpresa al encontrar frente a ella al pequeño Antonio quien la saludaba eufóricamente.

— ¿Y qué tal el dibujo? —habló un señor de tez morena.

Este se encontraba sentado a un lado del niño, a quien reconoció como el padre de él, Félix.

— Voy en el sexto integrante —sonrió—. Además de los restantes, aún falta pintar y dar algunos retoques, como sombras y cosas así.

— ¡Yo quiero estar ahí cuando me dibujes! —Antonio habló emocionado.

— Por supuesto que si, sólo si te dan permiso —miró de reojo al chico de rizos.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora