Capítulo 16

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Entró a casita sin ningún problema, agradecía que en estos días las puertas se mantenían abiertas y no había necesidad de llamar a la puerta. No tenía ningún problema con eso, pero, llegar y preguntarle a la abuela Alma: ¿está Camilo?, eso sería algo incómodo para ella.

Dentro sólo habían algunos compañeros de la Preparatoria, de seguro para la pequeña fiesta que le hacían a Camilo todos los años.

—Hola —se acercó a Isabela, quien decoraba—. Lindos girasoles.

—Son lindos, pero no sé si lo sean para Camilo. De hecho ni siquiera se porque le hice caso a Salomé —dejó de crear las flores.

—¿Ella se encarga de la decoración?

—Todos los años me pide algo así, y estoy segura de que Camilo nunca lo nota. ¡Ni siquiera me lo agradece! —habló ofendida—. Pero bien... —suspiró—. No te voy a abrumar con algo así, ¿vienes a la fiesta?.

La mirada de la pelinegra bajó a la pequeña bolsa que traía ______, donde se encontraba la ruana que le fue prestada.

—Oh no, vengo por... —pausó—, con Mirabel. Además no fui invitada —sonrió—, como todos los años —soltó una risita.

—Creí que Camilo lo haría, ambos ahora se llevan MUY bien —recalcó la penúltima palabra.

Isabela sonrió entrecerrando los ojos.

—No tanto, pero si. Supongo que hablamos más.

—¿Y sólo hablar? —pestañeo inocente.

—Pues, si. ¿Qué más? —sonrió, no había captado la indirecta.

—Okey —sonrió.

Y... al fin captó.
En realidad ambos chicos sólo habían hablado, en su mente fue donde pasaban otras cosas.

—Por cierto, ¿está Mirabel? —cuestionó nerviosa.

Isabela asintió, —Está en su habitación.

______ agradeció y se dirigió al lugar.

Abrió la puerta provocando un sobresalto de Mirabel —¡______!, ¡deberías tocar primero! —arrugó algunas hojas y las aventó detrás de su cama.

La castaña la miró curiosa.

—¿Qué hacías?

—Nada —dijo nerviosa—. Deberías tocar la puerta, nunca sabes si me estoy vistiendo o algo así —cambió de tema.

—Ay, Mirabel. Hemos sido amigas por muchos años que he visto muchas cosas de ti —rodó los ojos—. No malpienses eso Dolores, por favor.

—Como sea, tengo derecho a tener privacidad —puso las manos en su cintura.

—Bien bien, eso no te lo discuto —suspiró—. ¿Me permitiría pasar señorita Mirabel?

—¿Tengo otra opción? —bromeó.

—Puedo irme —alargó la palabra hasta que sintió como Mirabel la jaló del brazo.

Soltó una risita.

—¿Este año seguiremos con nuestra tradición? —Mirabel se acercó a su armario.

—Claro.

Todos los años en este día ambas hacían una pijamada. Ellas eran las únicas no invitadas a la fiesta de Camilo, aunque bueno, Mirabel si era invitada por ser parte de la familia pero aún así, en la fiesta no tenía con quien hablar y era aburrido.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora