Capítulo 37

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________ seguía mirando a aquél chico en su habitación, su cuerpo no reaccionaba. Era tanta la impresión que no podía ni moverse un poco, incluso no había pestañeado por algunos segundos.

—¿T-tú qué haces aquí? —su voz salió temblorosa.

Al fin Camilo se dignó a mirar en su dirección, estaba sentado en la orilla de la cama de la chica mientras en sus manos tenía el libro que ella había estado leyendo desde hace horas.

—Ups, lo siento —dejó el libro a un lado—. Se suponía que no tenías que verme —dijo avergonzado.

—¿Qué haces en mi habitación? —sonó molesta.

Al principio le había impactado, pero ahora que intentaba razonar un poco más, Camilo no debería de estar por ahí husmeando sin su permiso.

Su corazón estaba tan agitado que le impedía pensar del todo bien, pero aún así, debía de abstenerse de hacer cualquier movimiento estúpido.

Él la miró apenado, —Yo... —cerró sus ojos—. Lo siento, esto no es correcto —se puso de pie—. Quizás debería irme, finge que esto nunca pasó —fue directo a la puerta que daba al balcón.

Estaba por girar la perilla pero se detuvo, decidido caminó a donde ella.

—No, no puedo fingir —curvo sus cejas—. Yo ya no puedo con esto y se que tú tampoco.

Se veía confundida, —¿De qué hablas?

—De estar separados —dijo con seguridad—. Lo intenté, te juro que lo intenté pero no puedo. Cada vez que te veo con Rigoberto yo... —tensó la mandíbula—, simplemente no puedo.

________ entró en shock, ¿cuánto había deseado escucharlo decir algo así?, muchísimas veces.

—Ca-...

Hadita... —la miró suplicante.

Con sólo oírlo decir eso era suficiente para que dejará esa fachada difícil y simplemente volver a él. Sus ojos empezaban a humedecerse, este era un momento que había soñado desde aquél día donde Camilo había terminado con ella, el momento donde al fin volvían a estar juntos.

—Te extrañé demasiado —la abrazó—.Hmmm, ¿vainilla? —susurró—. Cambiaste de perfume.

La castaña estaba a punto de devolverle el acto pero... esto le resultaba conocido.

—¿Mi perfume? —murmuró.

Escuchó toques en su puerta, —Cariño, la cena está lista.

Abrió los ojos de golpe notando la oscuridad de su habitación, su pecho subía y bajaba por todas las sensaciones.

Todo había sido sueño.

—¿________? —entró viendo a su nieta— ¿dormías? No has encendido ninguna vela —se acercó a la orilla de la cama.

Una lágrima rodó por su mejilla. No pudo evitarlo y se lanzó a abrazar a su abuela, sus sollozos comenzaron a ser audibles y la mayor simplemente se encargó de envolverla en sus brazos, no sabía que es lo que le sucedía a su nieta pero ahora no era el momento de hacerle preguntas incómodas.

—No debí de haber leído —se lamentó la ojiavellana.

—¿Eh?

—Sabía que iba a lamentarlo —sonó su nariz—, pero no creí que sería tan rápido.

Doña Isabel acarició la espalda de esta, —Shh, shh, tranquila.

________ intentó entrar en calma, suficiente había tenido su abuela viéndola deprimida todo este tiempo por su ruptura, —Lo siento.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora