Capítulo 8

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Camilo había llegado al puesto de comida de la abuela de ______, extrañamente se sentía nervioso para pedirle a la señora el favor de que le hablara a su nieta.

Se armó de valor y lo hizo, aunque para su mala suerte había tartamudeado y sólo hizo que la de mayor edad lo mirara con ternura.

— Un chico te busca —entró a la habitación de su nieta.

— Dile que pase —habló sin despegar la vista de su libreta.

Después de llegar de la casa de los Madrigal había comenzado a realizar su tarea, quería tener el día de mañana libre por la tarde y disfrutar aunque sea un poco el fin de semana.

— ¡Niña irrespetuosa! —le aventó una sandalia—. No chicos en tu habitación y lo sabes.

______ volteó y la miró burlona.

— ¡Abuela!, Gilberto ya ha entrado a mi habitación, y cuando lo hace mi puerta está abierta. Además no es como si pensara en cosas extrañas, mi mente es sana —movió sus dedos alrededor de su cabeza.

— ¿Y quién dijo que es Gilberto? —ahora quien sonrió burlona fue su abuela.

La castaña la miró desconcertada, ningún otro chico además de su amigo la buscaba. Se puso de pie sin ganas, probablemente era un chico de su salón para pedirle la tarea o algo así, aunque lo dudaba; de tantas veces que ha dicho no ante situaciones así los demás habían dejado de buscarla para lo mismo.

— Le dije que te esperara detrás de la casa.

— No quieres que entre a mi habitación pero si me dejas estar a solas con él detrás de la casa, vaya lógica —rodó los ojos.

Era gracioso ya que detrás estaba el bosque y era un lugar demasiado privado.

— Aún tengo otra sandalia —amenazó la mayor.

Se dirigió al lugar que le indicó su abuela, al doblar la esquina de su casa se encontró con Camilo sentado debajo de un árbol.

— No esperaba que fueras tú —se acercó al chico hasta estar frente a él.

— ¿Podrías sentarte?, tenerte así me hace sentir pequeño y tengo flojera ponerme de pie —se recostó en el árbol.

La chica simplemente obedeció, no quería volver a discutir con él.

— ¿Qué te trae por aquí? —dobló sus piernas y acomodó sus brazos sobre estas.

— Disculparme.

______ lo miró atenta.

— Quiero disculparme —explicó—, estaba molesto y me desahogue contigo, eso estuvo mal. Lo siento —suspiró.

— Entiendo tu molestia, eso fue por mi culpa —recostó su cabeza en sus brazos.

— ¿Por qué comenzaste a decir eso? —la miró curioso—. Lo de casarme con Salomé.

— Me gusta molestar a Mirabel, a ella no le agrada mucho Salomé así que, es divertido bromear con eso.

— Bueno, al menos mi sufrimiento valió la pena para molestarla aún más —dio una sonrisa ladina.

— Perdón por eso, en serio —la castaña hizo una mueca—. No era mi intención que todo eso se formara, de hecho, tampoco estaba en mis planes que tú lo escucharas —sintió sus mejillas calientes.

— Por un momento creí que lo habías dicho por ti. Que hablabas de ti y de mí —se burló.

______ soltó una risita.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora