Inupi; capítulo 1.

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Un lindo día de primavera, clima cálido y con el cielo despejado. Los pájaros cantaban una dulce melodía en la rama de algún árbol cercano y los transeúntes pasaban sin ceremonia a cumplir los deberes del día. Aún con el ruido en el exterior, Seishu Inui no se despertaba. En su sueño profundo, la voz de su hermana se escuchaba lejana; era una tenue sinfonía que se volvía ruidosa con el tiempo, luego hubo una sacudida y finalmente abrió los ojos, gruñendo por la intromisión.

—Levántate ya, te quedaste despierto toda la noche jugando en esa estúpida consola —lo regañó Akane, soltando sus hombros. Caminó hacia el otro lado de la habitación y abrió las cortinas de par en par, dejando entrar la escandalosa luz del sol.

¿Era medio día ya? Solo hasta ese momento se daba cuenta de lo tarde que era.

Inupi entrecerró los ojos, levantando una mano para cubrir su rostro, que ardió por la intensa iluminación. Su cabeza estaba apoyada en la fría madera del escritorio, con los controles de su consola de videojuegos y envoltorios de comida basura desparramados en los costados.

Al erguirse, su cuello tronó por la mala posición y su espalda le dolió al enderezarse. Estaba tan cansado que no se dio cuenta de a qué hora se había quedado dormido.

No le dio tiempo de irse a la cama, de nuevo.

— ¿Qué hora es? —preguntó en medio de un bostezo, tallándose los ojos con el dorso de sus manos.

—Son las once y media, ¿No dijiste qué tenías mucho trabajo que hacer hoy? —Akane estaba parada en el umbral de la puerta con una mano en la cintura, estaba preparada para darle el sermón de su vida. Ella era dulce y tierna, pero su hermanito la sacaba de casillas fácilmente con su actitud despreocupada.

—¿No trabajas hoy? — Inupi desvió la conversación. Estaba muy cansado para otro sermón.

Estiró el brazo para tomar la cesta de basura al lado del escritorio y empezar a recoger, si fingía que hacía algo, probablemente Akane lo dejaría en paz más rápido.

—Ya me voy, solo vine a asegurarme de que despertaras a tiempo. En la cocina está tu desayuno y por favor, ve a la cama temprano, tengo turno nocturno otra vez.

—Ya vete, cierra la puerta antes de irte.

Akane rodó los ojos e ignoró la última petición, dio media vuelta y se marchó. Inupi maldijo por lo bajo al tener que levantarse, arrastrando los pies hacia la puerta, la cual cerró de un portazo.

Y así empezó un día más en su aburrida vida.

Seishu Inui no era el típico omega, por decirlo de alguna manera. Cuando apenas era un niño, sus padres murieron en un incendio en el que estuvo involucrado. Sobrevivió de milagro, pero con quemaduras en el lado izquierdo de su rostro y traumas de por vida. Su hermana Akane, una beta muy hermosa y de larga cabellera rubia, con gran sentido del humor, se salvó gracias a la escuela; ese día por casualidad tuvo que quedarse un par de horas extra por el club al que asistía. Y desde entonces lo había estado cuidando. Inupi no pudo volver a la rutina normal ante las burlas de los compañeros o las miradas indiscretas en la calle. Odiaba que vieran su rostro con lástima, o peor, se rieran. Prefería encerrarse y no salir a menos que fuera necesario.

Ante la negativa de salir de casa, su hermana permitió que terminara la escuela en casa, en línea. Ella trabajaba y tenía poco tiempo para cuidarlo, Inui seguía siendo aún un niño, cinco años menor que ella. La beta estaba preocupada por su hermanito omega. Inupi dejó de salir por completo y no se relacionaba con nadie.

Akane le había hecho prometer que saldría al menos una vez a la semana, ya que ella no tenía tiempo por el trabajo para llenar la despensa. Y lo hacía, solo para hacer las compras semanales al supermercado. En ese lugar hizo su primer y único amigo, Takemichi, un omega cariñoso y carismático, que nunca lo juzgó por su apariencia, ni le hacía preguntas innecesarias.

Lover Game// KokoInu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora