Inupi/Koko; Capítulo 24.

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Hacía demasiado calor; las densas feromonas inundaban cada rincón de la habitación y lejos de encontrar alivio, Inupi estaba desesperado. Sus dedos se enroscaban en las sábanas de la cama, mientras arqueaba la espalda y se mecía en busca de placer.

—Por favor, no te detengas —jadeó entrecortadamente, su mirada vidriosa fija en el alfa.

—No lo haré, bebé —el tono de voz de Koko era demasiado engreído, como si supiera con exactitud todo lo que el omega quería.

Y vaya que lo sabía, porque hundió sus dedos en las caderas de Inupi y siguió embistiendo, golpeando ese punto placentero una y otra vez, llenándolo y tirándolo al límite del raciocinio. El omega era una mezcla de gemidos y sollozos, su vientre hormigueando de placer y calor, sin ser consciente estaba amando la brusquedad del alfa, lo posesivo y ansioso que estaba en el encuentro.

El choque de piel contra piel se volvía más frenético, irrumpiendo la perfecta calma de la casa de los Inui. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, no cuando la bruma de placer entre los dos era demasiado vehemente y cálida. Los aromas de alfa y omega se mezclaban perfecto, volviendo la habitación el cóctel perfecto para beber hasta saciarse.

Koko hundió su nariz en el hueco del cuello del omega, moliendo sus caderas hacía delante y hacía atrás, empujando su longitud dentro de las paredes aterciopeladas del omega hasta que se enroscaron con fuerza alrededor de él. Un gemido se le escapó cuando sintió que había alcanzado su punto máximo de placer y tartamudeó cerca de la oreja de Inupi que no aguantaba más.

El omega no estaba mejor que el alfa, la mezcla de saliva y lágrimas empapaban la almohada. Su cuerpo tenso y caliente por el celo. Levantó un poco más sus caderas y buscó la liberación tanto del alfa como la suya, quería el nudo. Lo necesitaba.

Bastaron un par de movimientos de ambos para llegar al ¿cuarto? Clímax de la noche. Koko se vació dentro de Inupi y el nudo lo atrapó violentamente de nuevo. El cuerpo del omega cayó flácido en la cama y se quedó dormido casi al instante.

El día estaba por terminar y la primera neblina de placer se estaba disipando. Ahora eran más conscientes de su alrededor y de lo que estaban haciendo, pero en ese punto ya nada les importaba.


...

Inupi volvió a abrir sus ojos un par de horas después. Estiró una de las piernas atrapada por el pie de Kokonoi y se movió, tenía un par de fuertes brazos alrededor de su cintura y un rostro respirando tranquilamente en su nuca. Se sonrojó levemente ante el débil reconocimiento de lo que había pasado y aspiró tembloroso el suficiente aire para mantener sus pulmones activos para no desmayarse.

Lo había hecho, había pasado su celo con Hajime Kokonoi y no se arrepentía de nada, al contrario, la felicidad no le cabía en el pecho.

—¿A dónde vas? — preguntó Kokonoi con la voz ronca.

Inupi abrió sus ojos al tope y se mantuvo en su lugar, tenso y avergonzado, ¿Qué debería decir ahora? Su celo no había terminado del todo, pero con sólo consumir un par de supresores podía vivir sin tocarse, bueno... solo con la incomodidad y la humedad bajo sus pantalones.

—Lo siento, ¿te desperté? —cuestionó Inupi con parsimonia, volteando a ver al alfa.

La imagen de Kokonoi esa mañana era la mejor que había visto desde que lo conoció. Tenía su cabello desordenado y las mejillas rojizas, sus ojos gatunos estaban puestos en el omega y para nada se veía molesto, al contrario, estaba contento.

—No, en realidad no —una respuesta escueta acompañada de un suave toque en la cintura del omega—. ¿Estás bien?

—Lo estoy, digo... aún es incómodo, pero sobreviviré. No te atrevas a disculparte por esto, lo disfruté.

Lover Game// KokoInu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora