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No tengo nada que decir... Bueno la verdad sí, aquí les va esta anécdota:


Una vez tenía yo una acosadora, llamémosla "Victoria" (aunque su nombre real era Virginia) en fin... El cuento es que Vanesa no dejaba de seguirme, por las calles, la universidad y el trabajo de mis padres, ¡era una locura! Pero solo nos enseñan a tener miedo de los hombres raros o las mujeres feas, nunca a una joven y tierna muchachita... Un día me pegó un susto que disparó mis nervios porque literalmente estaba ahí la maldita, a mi lado, pero no la había visto porque estaba bajo las sombras (en plena luz del día) de una escalera convenientemente puesta ahí... ¿Quién pone las escaleras ahí? ¿Quién se pone bajo una escalera así? Preguntas que jamás encontraran respuesta... Equis, no sé por qué me acordé, saludos a Verónica si me está leyendo, te dedico este capitulo a ti. A ustedes tal vez les cuente después lo que viene...

En fin, comencemos ya:


Enterrada


–Oye ¿no piensas hacer el desayuno? –le susurró con inseguridad.

Detestaba ser despertada y lo menos que hubiera querido esa mañana era despertarla a ella, sin embargo, y luego de haber entrado y salido infinidad de veces de la habitación, no pudo resistirse más. Cada vez el rostro de Samira se percibía más angustiado, se quejaba y retorcía, sudaba frío, lo único que parecía peor que despertarla era dejarla seguir durmiendo.

–Sam –dudó antes de acercarse más, moviéndole ligeramente el hombro– oye, despierta... –susurraba cerca de su rostro.

–Ya voy.

Miss Fortune se sobresaltó. Samira abrió su ojo de golpe, levantándose para ir directo a la cocina sin mirarla, como si se tratara de una especie de autómata sin alma.

–¡Oye! –se apresuró a ir tras ella, y la encontró en la cocina, poniendo a hervir agua.

–Veo que ya estás lista –subió al fin la mirada para analizarla– pero tendrás que esperar a que me bañe –caminó hacia el baño luego de echar unas frutas al agua que no tardaría mucho en hervir– cuida eso, ya salgo –no la dejó responder y simplemente se perdió tras las cortinillas.

Miss Fortune se quedó en silencio, pensativa. Sacó las frutas del agua cuando le pareció que ya estarían, ni siquiera entendía la necesidad de cocinar ese tipo de cosas, pero estaba aprendiendo a no cuestionar las decisiones de la morena en lo que respecta a la cocina, así que simplemente las dejó en un recipiente de madera grande y se sentó a esperarla. Luego de un rato la mujer salió del baño con mejor cara –¿Es así todas las noches? –le preguntó al ver que se limitaba a pisar las frutas sin mirarla, haciendo al parecer una especie de papilla dulce.

–No todas las noches –respondió mientras le ofrecía uno de los dos platos que ya había servido, y se empezaba a comer el suyo sin sentarse– estoy lista –balbuceó con la boca llena.

Salieron luego de un rato, en que la pelirroja se tomó, a propósito, su tiempo para terminar de comer, con el objetivo de que ella pudiera relajarse un poco.

–¿Y bien? –preguntó con evidente emoción.

–Es una... Moto.

–¡Adaptada para andar sobre arena! –corrió a montar su nueva adquisición, la cual había tenido tiempo de ir a buscar mientras Samira aún dormía– siete velocidades, adornos exclusivos y no menos importante... –resonó el acelerador haciendo una combinación especifica de movimientos que activaron el sonidito ridículo que buscaba, haciéndole reír complacida– ¡sube, muñeca!

Un buen condimentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora