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Tiempo atrás.

Emmeline siempre sentía cierta curiosidad hacia los iluminados, especialmente los oscuros, amaba obtener cualquier pizca de señal de ellos. Incluso, solía hacer a las sirvientas de su madre cometer errores así se enfadaban y presenciaba como Amon, portador de la ira, les brindaba una ira que las ayudaba a desahogarse. Sin embargo, nunca aparecía por cuenta propia los caídos, simplemente aparecían sus poderes y ya. Y eso la frustraba.

—La guerra fue implacable. —Una noche escuchó a su padre hablar en su oficina. —Temo que hubo muchos muertos, y el pueblo muere de hambre.

Emmeline nació y creció en cuna de oro, desde pequeña tenía un espíritu aventurero por lo que, se le hacía sencillo escuchar las conversaciones ajenas.

—Oh, querido. —Eyra suspiró de puro agobio. —¿Qué hará Dios para detenerlos?

—No lo sé, querida. Pero sé que él detendrá esto, jamás nos abandonaría.

Ilusionada con presenciar la figura de Dios, aquella noche Emmeline se alistó en su dormitorio para jugarse e ir al campo de batalla a esperar.

—¿No es arriesgado? —Markus, que en esa época era un niño, le preguntó.

—Quiero ver a Dios. —Respondió ella, mirándolo como si fuese tonto. —Tú acuéstate en la cama y cubrete con la sabana.

Markus, siendo cómplice, asiente llevando el plan al cabo.

Esa noche, la pequeña y delicada figura de Emmeline salió por la ventana y se escabulló hacia su destino.

Al llegar, cuando ya estaba amaneciendo, vio caos, tierra muerta, personas caídas, e incluso también vio fosas que habían creado las minas explotadas.

No vio a ningún dios, solo olió a la muerte.

Entre el silencio que reinaba, hubo un quejido de dolor que llamó la atención de Emmeline.

Caminando entre la tierra muerta resbaladiza, se deslizó por una fosa entrando. Al hacerlo, observó al hombre que estaba tirado en el suelo. Estaba tan herido que, si no fuera por sus quejidos de dolor, lo hubiese considerado muerto.

—¿Hola?

Los ojos heridos del hombre se abrieron ante la dulce voz que emitió Emmeline. Poco después pudo contemplar como ella se arrodillaba a su lado para examinar sus daños.

El hombre, viéndola, como una chispa de luz e inocencia ante la muerte y oscuridad, sintió que había muerto y un ángel venía a llevárselo. Volvió a cerrar los ojos, esperando que el ángel se lo llevase.

Pero no sucede.

Cuando vuelve a abrir los ojos con pesadez, Emmeline se estaba quitando la capa para luego cubrirlo.

—Te salvaré ¿Sí?

El hombre quiso mover su boca y pronunciar algo, pero no tuvo ni fuerza, ni coraje.

—Mis manos son bendecidas, si te curo te ayudará. ¿Puedo?

El hombre, débilmente asintió con la cabeza.

—Soy Emmeline.

Ella comenzó a tocar sus heridas, examinándolas y curándolas.

—Aren.

***

Actualmente

Aren no podía dormir. La imagen de Emmeline asustada hizo que le volviesen a dar escalofríos en su espina dorsal. Su comportamiento, su carácter, la forma de levantarse tan abruptamente por la noticia. Podía ser extraño que Lucifer haya perdido su reino, de hecho, sin su reino ahora sería un demonio más en la tierra, sin poder. No debería preocuparse, no cuando el nuevo rey ni siquiera ha mostrado signos de querer invadir la tierra con sus demonios.

La Reina de los Caídos [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora