Estaba claro que entre Lucifer y Emmeline había cierta conexión que no pasaba por desapercibida, sin embargo, lo que no era notorio, pero sí existía en su ambiente, era que ninguno de los dos pondría las manos en el fuego por ellos.
La historia era emotiva, y sin duda en el fondo, ambos se seguían queriendo. Lucifer sentía que debía protegerla, que de pronto, como si fuese un obsequio, su padre le daba algo atesorado al cual podía tener.
Él, que lo tenía todo en su reino, sentía que no tenía nada interesante que lo motivaba a levantarse. Ahora, que había experimentado perder también los objetos y almas que había creado, se había quedado terriblemente solo.
Pero, como si Dios le tuviese pena, le entregó a Emmeline de vuelta colocándola en su camino. ¿Era un ser sagrado? ¿Un movimiento destinado para él? No tenía ni idea. Sentía que ahora mismo ella protagonizaba lo que sería un obsequio.
Acostumbrado a perderlo todo, por primera vez le devolvían algo y curiosamente, era extremadamente agradable. Si fuese quisquillosa o insoportable probablemente le daría igual lo que sucedió en el pasado, después de todo los recuerdos no los poseía y sinceramente, no era la única dama al cual la hacía pecar. Aunque, agriamente, Emmeline le resultaba encantadora, atractiva y maliciosa. Eso último le fascinaba más de lo que debería, claramente.
Como era lo único valioso que tenía, lo protegería y escondería de todo el mundo. El solo hecho de que ella vaya a buscar consuelo al Vaticano hacia que se sintiese lleno de ira. «¿Y si en el Vaticano recuerda que estar conmigo es pecar?» «¿Se iría eligiendo a Dios?»
—Las personas suelen asustarte cuando sonríes repentinamente o ríes sin gracia, pero a mí me aterra cuando te mantienes serio.
Lucifer se llevó el cigarro a la boca dándole una calada, sin inmutarse en la presencia de su hermano.
Dantalian sonrió con culpa al ser tan directamente ignorado. En la zotea, la brisa fría hacía cosquilleos en los caídos. Lucifer buscaba calor en un cigarro, mientras que Dantalian, con sus repentinas llegadas, lo miraba.
Caminó a su lado hasta llegar al borde y se inclinó en la barandilla, con los codos apoyados en el límite mirando la avenida Jaldabaoth, como siempre tan impuramente atractiva, lleno de neón y personas.
—Hermano. —Lucifer saludó por cortesía, llevándose el cigarro nuevamente a los labios.
Dantalian no lo admitiría en voz alta, pero estaba maravillado internamente por las vistas. Lucifer no podía crear seres bonitos estéticamente, pero sí podía ser ingenioso. La avenida llena de vida y popularidad, exclamaba diversión por donde quiera que se le viera.
—Cuando perdiste la memoria, fue algo que sorprendió a todos. Nos conmovimos… Nos aterramos.
—Ninguno de mis hermanos me dijo la verdad. —No sonaba rencoroso, pero si agobiado. Los cigarros se le acababan velozmente.
—Todos nosotros enfrentamos la ira de Dios, ¿Querías que volviese a suceder?
—Si mis hermanos me pidiesen que organice una guerra contra padre, lo haría y sin preguntar el motivo. —Al levantar la mano para llevarse el cigarro a sus labios, su mano tembló. —¿Acaso tengo hermanos ángeles guerreros o un par de miedosos que se esconden detrás de él?
—Lucifer, cuando me dijiste que te ibas a revelar para poder estar con Emmeline yo te apoyé. Estoy eternamente condenado por apoyarte.
—¿Te arrepientes?
La pregunta lo pilla por sorpresa.
—¿Eh?
—¿Te arrepientes de haber sido castigado por ayudarme, hermano?
ESTÁS LEYENDO
La Reina de los Caídos [COMPLETA]
FantasíaCuando Lucifer es desterrado por segunda vez, está ocasión siendo desterrado de su propio reino, cae en el reino mundano de su padre donde promete paz a cambio de que le permitan curar sus heridas allí para poder retomar fuerzas e ir a la guerra par...