Soy mortal

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Exterminé al monstruo y lo único que pude ver eran mis manos ensangrentadas.

La sangre me daba náuseas y alguien tuvo que sostenerme para que no caiga. Algunos aplaudieron pero lo único que pude pensar fue:

¿Y Xenia?

La perdí de vista en la batalla, temí por su vida pero me calmé cuando vi sus hermosos ojos verdes. Ella sostuvo mi cara entre sus manos y entre todos me llevaron a la Casa Grande.

Curaron mis heridas, limpiaron mis vendajes, cuidaron de mí y me visitaron seguido.

¿Qué había hecho para merecer esto?

Nada, simplemente tomé el mandato y dirigí ejércitos con mi fuerza. No sé cómo lo hice pues yo soy un chico tímido y prefiero mandar a esqueletos que a personas con sangre fluyéndole por las venas.

En fin, defendimos los campamentos de un ataque masivo de monstruos. A Gea se le ocurrió dar su última estocada después de la guerra, como una posdata y Percy estaba tan herido que reemplacé su lugar.

A los dos días me recuperé y lo primero que vi fue su hermoso rostro de preocupación y felicidad.

-¡Nico! Te recuperaste antes de lo pensado-dijo Xenia en voz baja, acariciando mi mano.

Estaba sentada al lado mío y lo único que quería hacer era estar con ella y charlar por horas, a pesar de que no se me daba muy bien.

-Hola, mi amor.

-¿Cómo estás?-me preguntó dulcemente.

-Bien, en una camilla.

Ella rió tímidamente y me observó.

-Pensé que no te vería más.

-Ni yo, pero sobreviví gracias a ti.

-Nico...

-Me curaste Xenia, y no quiero perderte. Por eso resistí hasta el final.

Xenia inclinó su cara y me dio un beso en la mejilla, estaba cálida como siempre.

-Nico, los dioses pidieron verte cuando recuperaras-me dijo después de un momento.-Quieren recompensarte.

-Oh.

Alguien entró a la enfermería y era Quirón, su cabello estaba más arreglado que de costumbre.

-Nico, ¿ya puedes moverte?

-Sí-me senté en la camilla-ya estoy mejor.

Quirón sonrió y se colocó del otro lado.

-Entonces, vamos al Olimpo.

Xenia me ayudó a levantarme y me acompañó hasta la entrada del ascensor al Olimpo. Me despedí de ella diciéndole que volvería pronto y subí.

Me encontré con un gran concilio de dioses y entré con la cabeza en alto, toqué mi espada si estaba en mi cinturón y allí estaba. Observé a Hades sentado en una silla sonriente, lo que me pareció salido de órbita, y dirigí mi vista a Zeus.

-Hola.

-Ah-contesté.

-Hemos decidido que por tus actos serás premiado con lo más grande que podemos darte: la inmortalidad. Buscaremos de qué puedes ser dios y lo único que necesitamos saber si aceptas nuestro regalo o no.

Miré a mi padre y a los otros dioses en la sala y pensé en Xenia.

No, no iba a hacerlo. Prefería morir y vivir lo más posible con ella que tener una aburrida inmortal vida sin amor ni cariño verdadero.

Ahora entiendo cómo Percy se sintió cuando le ofrecieron esto.

Negué con la cabeza y los dioses asintieron sorprendidos.

-No, estoy bien con mi vida-contesté.-Adiós, no molesten más. Ah, chau padre.

-Chau Nico-contestó orgulloso Hades, ese era el chico que conocía.

Bajó el ascensor pensando en la hija de Hécate y cuando la encontró se abrazaron.

Xenia lloró y él rió.

-¿Qué te pasa?

-¿Aceptaste?-susurró.

Él rió.

-Nunca. Ahora vámonos, creo que a los dioses no les gusta ser rechazados dos veces.

Dicho esto viajaron por las sombras hacia el campamento mestizo y comenzaron a ayudar en la reparación del lugar.

Cambio y fuera.

One-shoots Nico Di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora