La oveja negra de Afrodita

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Mis ojeras amenazaban con abarcar mis pómulos y noté que sobresalían algunos huesos de mi cuerpo. Al verme al espejo noté que el cabello ya tocaba mis hombros y lucía tan mal que quise correr y dejar de mirar mi reflejo en el espejo.

Simplemente no sé cómo pude convertirme en esto.

Ella de seguro me querrá menos...o más, por compasión.

Escuché la puerta de mi cabaña abrirse y me dirigí rápido para ver quién entraba. Pero el viento la empujó y justo ella pasó por mi vista.

La más bella de su cabaña, la que robó mi corazón y lo destrozó en mil pedazos. La que con sus sonrisas sumisas ponía a sus pies a cualquiera.

Al principio me resistí, luché contra sus encantos, combatí mis sentimientos y me fijé en otros. Sin embargo, a pesar de tanto combate interior, sucumbí a sus encantos, a su mirada, a su risa soñadora y sus hermosos cabellos.

Parecía la misma de siempre, con su mentón en alto y zapatillas deportivas desatadas. Pero la vi de nuevo y me acordé de su otra parte del rostro.

Ambos luchando contra incontables acontecimientos, monstruos, dioses revelados y duendes voladores. Ambos habíamos padecido y sufrido secuelas. En mi caso: malnutrición y descontento agresivo; en su caso: la mitad de su hermosa cara demacrada.

No terminé con ella por ser así en esos momentos. Finalicé nuestra relación porque la muy descarada me engañó, me hizo ver que lo que más quería no podía ser mío y se escapó de mis manos tal como la arena del desierto. Sus hermosos ojos se fijaron en un arrogante y demente hijo de Ares, un insignificante semidiós de segunda, un chico de mala cara.

Su voz acudió a mi consciente y de repente estaba en frente de mí con las cejas fruncidas.

-Nico, ¿estás bien?-su expresión inocente endureció las mías.

-No, me tildé como antes-le contesté indiferente.

La observé y sus ojos recorrieron mi torso. Me fijé en que sólo tenía una musculosa negra que marcaba mis huesos y sentí que me sonrojaba.

-Chau-le dije y cerré la puerta al instante.

Supe que ella seguía allí, pensando en el por qué de mi actitud, y socavando en su mente en busca de respuestas.

La conocí muy bien para un mes, la conocí muy bien para un minuto de suspiro. Pero no me di cuenta cuánto daño podría hacerme hasta que lo hizo.

Sus daños no fueron físicos, sino mentales. Mis daños mentales se sumaron a las secuelas físicas que ya tenía. Entonces era una persona descolorida sin ninguna razón de vivir.

Caminé a mi cama y me acosté en ella sin ganas. Los minutos pasaron y seguía pensando en su voz, su mirada.

Pero unos golpeteos en mi puerta me despertaron de mi ensueño. Seguro era Jason, entonces fui hacia la puerta y la abrí.

Aunque no era él, sí una hija de Afrodita, lo cual era mucho peor. La miré con mala cara y vi cómo tragaba saliva.

-Emm...hola.

-Ah.

-Vine a presentarme, soy Julie y soy nueva en el campamento. Me contaron que eras bueno con los muertos y quería preguntarte si...

-No-dije y le cerré la puerta en su cara.

Respiré hondo yendo a mi cama, no tenía ganas de hablar con desconocidos. Menos ahora.

Toc, Toc, TOC.

¿Por qué?

Abrí de nuevo y allí estaba Julie, sollozando sin ninguna razón aparente y me observó con ojos melancólicos.

-Sé que no te interesan los hijos de Afrodita, pero necesito tu ayuda. Soy nueva y me di cuenta que no pertenezco de verdad a esa cabaña, me pintaron y de repente estaba así, como me ves-dijo haciendo ademán a su vestimenta.-Dame una oportunidad, necesito tu ayuda-me pidió suplicante.

Cambié mi peso al otro pie y la miré duro y frío, como más sabía hacer.

-¿Qué quieres?

-Ver a mi padre-dijo seca pero con lágrimas en los ojos.

-¿Eso?

-Sí.

-¿Qué recibo a cambio?-dije después de un rato.

-Que ella vuelva contigo-dijo sin más, mirando al suelo.

Y el corazón se me subió a la garganta.

-Es imposible, no puedes lograr eso con un simple click o palabras manipuladoras. Eres una mentirosa-le grité bruscamente.

Julie dio un respingo y crucé los brazos.

-Entonces si no lo quieres, puedo brindarte mi ayuda cuando necesites y quieras-me observó directamente a los ojos.

Quedé sin aliento.

No la había observado bien, tenía ojos marrones oscuros y cabello rubio y era tan pálida como yo. Sostenía entre sus manos una carpeta con una lista de sus cosas y una lapicera arriba de su oreja. Su mirada calaba mi ser y uno debía dejar de mirarla, como si fuera Medusa en persona.

-Ok-asentí sin más.

La llevé a ver a su padre, Hades no dijo nada en contra de eso así que charlaron a solas y me acordé de Bianca y la última vez que la vi. Terminaron de hablar y ella estaba contentísima y a la misma vez triste. Me dijo que era la última vez que lo vería y su papá le dijo que tenía que ser fuerte a partir de ese momento.

Requerí de sus servicios al mes, cuando le quise hacer una broma a Leo y ella se lució en extremo con sus encantos y alucinaciones. Julie podía controlar la niebla y era más poderosa que Piper, lo que las llevó de alguna forma a ser mejores amigas.

Comenzamos a conocernos y gracias a Julie pude vengarme a lo grande de ella. Encontramos varias cosas en común y Julie sorprendente me ayudó a poder volver a mi estado normal, a olvidarme de mis heridas y cerrarlas.

Con el tiempo comprendí que me había enamorado de ella. No era como sus hermanas, estaba llena de vida y conciencia, su apariencia reflejaba claramente de quién era hija pero su personalidad era lo contrario. Su ser me fascinó, me contagié de su carisma y ella...siempre sintió algo por mí. Me lo dijo Piper un día cuando charlábamos con Jason.

Desconfié por un tiempo de mis sentimientos pero cuando la oveja negra de Afrodita demostró lo que realmente era a sus compañeros, cuando regresó de una misión cortada y lastimada, cuando me di cuenta que en verdad el tiempo de los semidioses era así de corto no pude reprimirme.

Julie se recuperó y aceptó gustosa ser mi novia.

Y ahora ya llevamos un año y volví a ser el de antes.

Antes de ella.

Gracias a una hija de Afrodita.

Cambio y fuera.

One-shoots Nico Di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora