Picnic Improvisado

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Acomodé mi cabello mirándome al espejo y salí de la cabaña número 13.

Hoy era un hermoso día, le había planeado una juntada a mi hermano y aunque eso lo pondría furioso, algún día me lo agradecería. Nico tendría que aprender a hablar por sí mismo la próxima vez.

Caminé a la cabaña de Hécate y allí me esperaba Selia, sonriente como siempre. Tenía su cabello atado a una bandita rosa y una linda remera blanca, su rostro denotaba franqueza y la saludé con la mano.

-¿Lista?-le pregunté sentándome a su lado.

-Sí, aunque estoy un poco nerviosa. Siento que él me rechazará.

-No lo creas, yo sé que siente algo por ti.

-Ok...-susurró y la tomé de la mano.

-Vamos, a Nico no le gusta esperar.

Caminamos hacia la orilla del lago y nos encontramos con un chico vestido todo de negro, ojeras increíbles y aspecto desaliñado. Parecía más grande a pesar de tener veintiuno.

Observé por el rabillo del ojo cuán colorada mi compañera se ponía y mi hermano la imitaba. Era obvio que ambos se gustaban, hasta Nico escupió sin querer la ramita que tenía en la boca.

-Selia.

-Nico.

Se quedaron parados frente a frente y el silencio fue incómodo por un momento. Mi hermano tenía los ojos bien abiertos y Selia trataba de mirar a cualquier parte menos a él.

Carraspeé y ellos salieron de sus pensamientos. Extendí una manta amarilla por la arena, saqué unas gaseosas y chatarra para acompañar el picnic improvisado.

Ojo, se me había ocurrido ese mismo día. Piper me ayudó un poco.

Los invitados se sentaron y jugaban con sus manos para pasar el tiempo.

¡No pueden ser tan infantiles!

-Bien, hablen que no tenemos todo el tiempo del mundo-dije ansiosa.

Selia se revolvió en donde estaba sentada y abrió la boca para decir algo pero la cerró rápidamente. Nico la observaba embobado.

-Hola-comenzó a decir él.

-Hola-le contestó Selia.

-¿Cómo estás?-dijo mi hermano rascándose la nuca.

-Bien, muy bien aquí, contigo.

Esas indirectas me encantan.

Él sonrió de lado y ella se sonrojó aún más.

-Entonces charlemos-dijo al fin de un rato.

Y comenzaron a charlar desde música a cuánto odiaban el agua. Sus miradas eran más prolongadas y yo pedía porque apareciera mi novio para salvarme y dejarlos solos. Se hacía evidente que querían que me vaya pero no encontré escusa, se me habían acabado con ellos.

Comenté algunas cosas pero sus conversaciones eran tan extrañas que opté por comerme toda la comida y tomar todo lo que llevé ya que ellos no probaron bocado. Mis ojos iban constantemente de un lado a otro y supe que se distendieron y ya estaban cómodos.

Pero no yo.

Después de media hora Frank vino y me despedí de los tortolitos sutilmente para dejarlos solos. Ya eran grandes para tener niñera.

-¿Crees que funcionará?-me preguntó Frank cuando estábamos muy alejados.

-Se gustan desde el primer momento, sería un disparate pensar que todo funcionaría mal-le contesté tragando una papa frita.

Él asintió y fuimos a la sala de entrenamiento.

Pasaron las horas y a la noche cuando estábamos por cenar, aparecieron desde las sombras. Se los notaba enamorados, me sentí feliz por ellos.

Cuando Nico se sentó en la mesa lo miré expectante.

-¿Qué?-preguntó sonriente.

Eso no es normal.

-¿Qué hicieron?

-Sólo conversamos-respondió cuando aparecieron varias hamburguesas y gaseosas.

Lo miré con los ojos entrecerrados y seguí comiendo mi comida.

Si mi hermano mentía se le notaba al toque, así que confié en él y después me contó lo que conversaron y su inicio de noviazgo. En un momento lo abracé cuando llegamos a nuestra cabaña y Nico se convirtió en un tomate.

Mi Nico, el que me ayudó muchísimo. El que me sacó de las sombras.

Finalmente encontró alguien más que le importaba.

Nico: mi hermano, mi amigo, mi cómplice en muchas cosas y protector.

El que se enamoró de una semidiosa de Hécate.

Cambio y fuera.

One-shoots Nico Di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora