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A las cuatro y media ya estaba lista, cuando estaba por salir de su casa, recordó que se había dejado la cámara en el escritorio, subió de nuevo a su cuarto, pero cuando llegó sucedió algo extraño.

Se desequilibró, los oídos le pitaban como si fuesen a explotar, cayó sobre la mesa, golpeándose en la frente, trató de levantarse y acomodar su nublada vista, no pudo creer lo que vio. Una figura resplandeciente estaba de pie frente a ella, tenía forma humanoide y parecía que flotaba a pocos centímetros del suelo.

—El pasado va a volver, lo escrito, escrito está —su voz era aterciopelaba, pero con solo oírla te aturdía —debes elegir un bando y luchar.

Abrió sus brazos y desapareció entre un haz de luz, junto con Cal había caído su cámara, con la surte de que había hecho una fotografía de aquel ser, la miró, pero en ella no estaba el humanoide que acababa de ver, sino un niño de unos doce años con rostro triste.

Tardó quince minutos en que se le pasase la sensación de inestabilidad, recogió lo que había tirado y se puso en pie. Iba a decirle a Seth que se sentía mal y prefería quedarse en casa, pero que lo que más le convenía era que le diese un poco el aire, salió de su casa en dirección a la academia, cuando llegó, Seth ya estaba allí, estaba concentrado hablando con alguien con el móvil, cuando Cal se acercó se despidió, o al menos eso creyó ella porque no entendió no que dijo, y colgó.

—Hola —saludó ella con un tono alegre.

—Hola —contestó él con una sonrisa.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Cal mirando el GPS del móvil.

—Podríamos empezar por la plaza de Frinja.

—Me parece bien —respondió Cal encogiéndose de hombros

Caminaron totalmente en silencio hasta la plaza, allí Seth miraba todo impresionado, comenzó a caminar, observando cada grabado que había en las paredes hechas de arcilla, cada placa conmemorativa del suelo.

—¿Te gusta?— dijo ella al ver la reacción del chico.

—Si, nunca había visto algo así.

Se paró frente a la gran fuente que coronaba la plaza, esa no la miró con curiosidad como el resto de cosas, su mirada representaba más bien tristeza al observar la imagen de un rey venciendo a un sihiri.

—A mí tampoco me gusta, se podría haber representado la victoria de forma distinta —comentó Cal.

—No solo eso, míralos bien, los ojos del rey, ¿qué te transmiten?

—Felicidad, está contento supongo que por haber ganado la batalla.

—Ahora mira al sihiri, dime qué ves.

—Miedo y tristeza.

—Eso es lo que causó la guerra, miedo y tristeza.

Cal apuntó todo lo que acababan de decir en su móvil, y sacó fotos de ambos rostros, había estado muchas veces en esa plaza, pero nunca había mirado aquella figura de ese modo, en ella los al'ada parecían felices al ver sufrir a los sihiri.

Siguieron visitando los recovecos de aquel lugar hasta que fue la hora de la comida, compraron algo en una de las tiendas cercanas y pusieron rumbo al bosque de Narissa, un lugar de una belleza envidiable, de los pocos bosques que había en Sereia este erra sin lugar alguna el más frondoso, siempre verde, con caminos plagados de flores y merenderos donde con algo de suerte se podían ver animales silvestres

—Este lugar tiene un pasado muy oscuro— dijo él.

—Si, este era el lugar donde ejecutaban a los sihiri durante la guerra.

—Que injusticia.

—Para algunos si, otros mataron a muchas personas, he oído historias sobre su líder, Zander, el mató a muchos inocentes y fue ejecutado aquí por ello, pero hay leyendas sobre que en realidad no murió y todo fue un truco, que él y otros sihiri se metieron en la mente de la gente y les hicieron pensar que le habían matado.

—Eso es imposible.

—Ya bueno, yo no estuve allí así que no te puedo decir si es verdad o mentira —dijo rascándose nerviosa la nuca —además lo único que sé sobre la magia es que es destructiva, peligrosa y que yo no la puedo hacer.

—¿Te gustaría? —preguntó Seth curioso.

—La verdad es que siempre me ha gustado la idea de tener poderes, sé que de siempre me han dicho que los sihiri son malvados, que quieren atacar Sereia y hacernos desaparecer.

—Vaya, es un poco tremendista ¿no crees?

—¿A ti no te han enseñado esto? —preguntó Cal curiosa, a todos los niños de Sereia les enseñaban desde pequeños a odiar y temer a los sihiri.

—No, la verdad es que mi familia es muy abierta en cuanto a aceptar gente nueva se refiere.

Cal no terminó de entender, "¿se referirá a que protegen a sihiris?" "Pero eso es ilegal" se preguntaba la chica, al rato de caminar por el bosque encontraron un pequeño merendero donde se sentaron a comer, intercambiaron bromas y anécdotas, caminaron por el bosque, sacaron fotos del lugar e investigaron.

Cuando estaba empezando a anochecer volvieron a la puerta de la academia, Cal estaba sacando los auriculares para caminar a su casa escuchando música, pero para su sorpresa el chico continuó caminando a su lado, no se fue hasta que Cal hubo abierto la puerta y entrado en el portal, se despidieron y Seth se marchó.

Al entrar al piso estaba agotada, saludó a sus padres y subió a su habitación, llenó la bañera y se introdujo en el agua, el baño caliente le relajó tanto que apenas le dio tiempo a ponerse el pijama antes de dormirse. Un par de horas más tarde los gritos de su madre llamándola para cenar la despertó.

—Ya voy— dijo desperezándose.

Bajó las escaleras lentamente, el cuerpo le pesaba y le costaba moverse. Una vez en la cocina se sentó en uno de los lados de la mesa triangular que presidía la estancia, comió rápidamente todo lo que le sirvieron, estaba deseosa de volver a tumbarse en su cama para poder descansar más.

Subió de nuevo a su cuarto para cumplir la misión que se había propuesto, pero su cerebro tenía otros planes.

Se encontraba en una ciudad, no la reconocía, todo estaba en llamas, había gente corriendo de un lado para otro, Cal no sabía que hacer, se agachó y tapó sus oídos para no escuchar los gritos desgarradores de aquellas personas que le pedían ayuda.

—No es real —se repetía una y otra vez.

De un momento a otro silencio, Cal levantó la mirada, delante de ella estaba la misma figura que había visto unas horas antes.

—El pasado va a volver, lo escrito, escrito está debes elegir un bando y luchar —esa frase retumbó de nuevo en sus oídos.

—No te entiendo —le decía a la figura.

El ser no escuchaba a Cal, repetía lo mismo una y otra vez.

Se despertó sobresaltada, sudando y con el corazón latiéndole como un caballo desbocado, trató de volver a dormir, pero la pesadilla se repetía una y otra vez, durante toda la noche.


Se despertó sobresaltada, sudando y con el corazón latiéndole como un caballo desbocado, trató de volver a dormir, pero la pesadilla se repetía una y otra vez, durante toda la noche

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Crónicas De Alaviv 1: Buscando En El Abismo® Donde viven las historias. Descúbrelo ahora