A Ran lo dejaron.
A Nahoya nunca lo amaron.
Y cuando ambos, por casualidades del destino, se encuentran: todo puede salir mal.
Ahora fingirán que son la pareja perfecta que suele ir al cine, que comparte cenas románticas y que declaran su amor púb...
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La ambulancia llega diez minutos después, el doctor tiene que soportar las quejas de Ran con lentitud para hacer las cosas.
Se llevan al chico pelinaranja a un hospital y Ran los sigue en su coche, olvidando por completo a Yuriko y el dolor que crecía en su pecho.
En el hospital, el chico sin nombre, apenas recupera la conciencia.
Lo instalan en una diminuta sala de consulta mientras llaman al doctor para que lo revisen y vean si su brazo ocupa cirugía.
-Estoy volando cerca de casa—dice el pelinaranja mientras Ran ayuda a uno de los enfermeros a subirlo en el sillón/cama para que lo revisen. El extraño omega todavía sigue inconsciente.
Los paramédicos le dicen al Alfa que el chico habla dormido porque en todo el camino no dejó de dar plática.
-Oye, ¿sabes cuál es su nombre?—Le pregunta el beta que llevaba un formulario en una carpeta mientras Ran mira como saca un bolígrafo del bolsillo de su camisa.
Ran encoje sus hombros.
-No sé.
-Bien, si no recupera la conciencia de inmediato, revisa entre sus bolsillos para verificar su identidad.
Asiente y ve como el beta sale de la habitación.
-Abuelo... te dije que... —empieza a hablar el omega de la nada, para sorpresa de Ran él tenía los ojos cerrados, delirando ciertamente— no, no salgas desnudo a la calle. Ponte los calzoncillos.
Ran observa cómo el labio inferior del omega tiembla, tiene la oscura necesidad de recorrerlo con su dedo pero se siente incapaz.
-¡Calzoncillos! —grita de repente el pelinaranja, asustando al alfa hasta la médula.
Luego el chico parece caer en un coma y no vuelve a abrir para nada la boca.
Pasan unos minutos antes que el doctor, junto con una enfermera pelirroja, entran a la habitación. Ambos sonríen al ver a Ran, no se ven tan afectados de ver el brazo del chico en un ángulo poco normal y sano. Sin importar qué, ellos caminan con poca urgencia, mientras que el trenzado está que se muere de los nervios.
-Muy bien, me contaron que fue atropellado —dice otro beta de la bata blanca. Saca un lápiz tinta de su bolsillo y le sonríe coquetamente a la enfermera que le pasa el mismo formulario que el enfermero anterior tenía en sus manos.
Ran rueda los ojos y trata de no apretar sus manos sobre el cuello de ese hombre.
-Casi atropellado—dice el Haitani entre dientes—. Detuve mi auto justo a tiempo, pero de la impresión el se desmayó y cayó sobre su brazo.
-Ya veo —dice el hombre solamente parandose junto al omega extraño semi desmayado, y comienza a apretar su brazo sin delicadeza.
De repente el chico sin nombre empieza a aullar por lo bajo.