situación VIII: "viaje familiar"

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RAN|

Los campamentos de la familia Haitani son los peores. Mi tío lo encuentra como excusa para beber desde la mañana hasta caer muerto en coma inducido por el vino o la cerveza; mi tía lo utiliza para meterse en la vida de todos (y de paso asegurarse de decirle a Rindō que necesita una pareja). Mis padres lo miran como segunda luna de miel y es imposible evitar verlos en público mientras se comportan como dos jóvenes enamorados que no pueden despegar sus manos el uno del otro.

Mis abuelos lo utilizan como pretexto para poner a prueba su nueva caravana de super lujo. Y, además, solía ir a esos campamentos con Yuriko (aunque de hecho a ella casi no le gustaban y siempre tenía que rogarle por compañía).

Por eso espero lo mismo de siempre: al abuelo con su exhibicionismo, a mis primos discutiendo por quién tiene más pokebolas (lo que sea que eso signifique), a la tía fumando el contenido de tres paquetes de cigarrillos diarios e insultando a todo el mundo que la critique o, según ella, la queden viendo mal.

Rinrin siendo Rinrin

Tampoco podría ser el campamento sin mis otras primas- adictas, rogando por la atención de mi mejor amigo, o intentando tomarse fotos con él para luego presumirlas en las redes sociales o Twitter porque, sí, Sanzu es famoso en Twitter, enamorando a mis pequeñas primas de trece años, haciendo que ellas le masajeen los hombros y lo abaniquen con hojas de palma, aprovechando que todas se vuelven locas por él.

Pero está claro que las vacaciones no serán las mismas desde que veo aparecer a Nahoya con un gorra negra y un claro exceso de crema blanca en el rostro.

Arrastra una pequeña maleta por el suelo mientras le paga al taxista que lo dejó en la entrada de mi casa, en donde la familia espera subir al autobús que nos llevará fuera de la ciudad.

Nahoya me ve, saluda con una mano y se apresura a encontrarse conmigo.

-¿Qué es eso que tienes puesto? —pregunto agachandome para tocarle la nariz cuando se detiene a paso lento frente a mí. Veo la cosa blanca que se escurre entre mis dedos y me limpio en su camiseta.

El me golpea la mano a modo de regaño.

- Es repelente para insectos, soy alérgico a los mosquitos. Me pica uno y me hincho como vaca. En la farmacia solo había repelente en versión crema.

Observo detenidamente sus pantalones hasta la rodilla y su camiseta blanca que dice: "No te enamores de un omega que escriba porque, si cometes un error, ten por seguro que aparecerá redactado (y exagerado) en toda su historia"

- ¿Tú escribes? —le pregunto después de leer el largo mensaje de su camiseta.

El niega con la cabeza al mismo tiempo que termina de arrastrar sus maletas por el suelo. Lleva una gran mochila en el hombro también, y cualquiera diría que se va a pasar todo el mes en el campamento, en lugar de dos días.

- ¿Entonces por qué llevas esa camiseta? —pregunto aún con curiosidad.

- Fue un regalo. Ah, y ya sé con qué país limita España.

- ¿Con cuál? —sonrío sin poder evitarlo. Ese omega, Nahoya, ciertamente me hace sentir cómodo.

- Con Francia y Portugal.

- Alguien estuvo haciendo su trabajo de investigación.

- Por supuesto —dice orgulloso.

- Pero eso fue después de que lo buscaras en Google. Ya no tiene validez.

- Claro que la tiene. No seas un ridículo.

- Hubieras encerrado los doce gatos hambrientos en la oficina de la maestra.

I Love You So|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora