18. Respeto

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Respeto: del latín respectus, que significa acción de mirar atrás, atención y consideración. Se refiere a un miramiento hacia las opiniones ajenas que, en ocasiones, puede ser excesivo y anteponerlas a los dictados de la moral estricta. Es un sentimiento positivo que permite al ser humano apreciar, reconocer, valorar y aceptar tanto las cualidades de uno mismo como las de los demás. Se manifiesta en la práctica de no juzgar a los demás por su comportamiento o decisiones, haciendo uso de la empatía. En el caso de pacientes con depresión, una forma efectiva de ponerlo en práctica es respetar su silencio, permitiéndoles entender y ordenar lo que ocurre en su interior.

***

A partir de esa noche, tras las tranquilizadoras palabras de Lan Wangji, Wei Wuxian se sintió mucho más relajado y receptivo. Además, trabajar en el cenotafio para Mo Xuanyu lo entusiasmaba y lo mantenía distraído. No paraba de proponer ideas y de buscar materiales para que todo fuera perfecto, y la señora Wu se reunía con él a menudo para hablar de cómo avanzaba el proyecto. Finalmente, decidieron que el centro de la villa era el lugar ideal para construirlo.

Estar ocupado no evitó que Wei Wuxian siguiera preocupado por su falta de deseo sexual, pero ya no se sentía presionado. Se dio cuenta de que Lan Wangji no lo había coaccionado en ningún momento y que todas esas elucubraciones las había creado él mismo, lo cual facilitaba mucho las cosas. Ahora podía centrarse en sí mismo y reflexionar sobre el tema con más calma para intentar resolverlo. Pensaba que, tal vez con el tiempo y acercándose cada vez más a Lan Wangji, terminaría recuperando el deseo que una vez sintió por él.

También necesitaba hablar, hablar largo y tendido de lo que había pasado para deshacer ese amargo bloqueo en su corazón, pero Wei Wuxian aún no era consciente de la importancia que esa cuestión tenía en su recuperación. O quizá sí, pero le daba demasiado miedo dar ese paso; la comodidad de no saber lo que pensaba Lan Wangji al respecto era demasiado tentadora.

En cuanto a Lan Wangji, su posición en todo aquello no era fácil en absoluto. Para evitar situaciones incómodas, él y Wei Wuxian se bañaban y se vestían por separado, pero habían vuelto a dormir juntos. Al principio, Wei Wuxian siempre intentaba mantener las distancias en la cama, pero, cuando se dormía, acababa deslizándose entre los brazos de Lan Wangji y recostando la cabeza en su pecho de manera involuntaria. A veces, se movía con cierta incomodidad, como si la parte consciente de su mente le advirtiera de que estaba invadiendo peligrosamente el espacio personal de Lan Wangji, pero no tardaba en volver a acomodarse en el mismo lugar.

Lan Wangji adoraba ver cómo Wei Wuxian se dormía a su lado, a tan solo un palmo de distancia, justo después de tumbarse en su lado de la cama. Respiraba despacio, plácidamente, y su piel olía a jabón. Por la mañana, le encantaba observar cómo se levantaba con el pelo revuelto, estirándose y frotándose los ojos mientras bostezaba y le decía: «Buenos días, Lan Zhan», con la voz ronca. Lan Wangji disfrutaba de cada beso, cada abrazo, cada roce de sus manos...

Pero...

Ellos no eran como aquellas parejas que todavía no habían expresado su amor físicamente. Todo lo contrario: se habían acostado muchas veces, alcanzando un nivel de entendimiento físico y psicológico que era muy difícil de lograr.

Y ahora... su relación de pareja prácticamente había vuelto a sus inicios. Aún no se habían dicho que se querían desde su reencuentro, y las muestras físicas de cariño no cruzaban ciertos límites. Seguramente, esto último habría sido más fácil para una pareja que había decidido conservar su castidad. No puedes echar de menos ni ansiar con tanta impaciencia algo que nunca has tenido o experimentado.

Por desgracia, ese no era el caso de Lan Wangji. Conocía todos y cada uno de los rincones del cuerpo de Wei Wuxian y sabía demasiado bien cómo era en la intimidad: su forma de moverse, su manera de abrazarlo, de besarlo, de gemir, de pedirle más; sus expresiones de placer y la forma en que lo llamaba «Er-gege» durante el acto, suave y cerca de su oído.

Una cura para el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora