Una cura para el alma

21. Anhelo

Anhelo: del verbo anhelar, que procede del latín anhelare, con el significado original de «jadear» o «respirar con dificultad». Se refiere al deseo vehemente o la ansia de lograr algo, a un sentimiento intenso hacia un hecho específico, del cual tenemos la esperanza de que se hará realidad y cumplirá nuestras expectativas. El anhelo combina tanto elementos mentales como físicos, ya que, al anhelar algo, las personas invierten su energía emocional y física en conseguirlo, en experimentar esas situaciones que, de realizarse, podrían generar emociones positivas como alegría o placer, entre otras. En trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, el anhelo es uno de los sentimientos que suelen verse más desequilibrados.

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Finalmente, la fiebre de Wei Wuxian duró más días de lo previsto, y Lan Wangji puso todo su empeño en cuidarlo. Le llevaba la sopa y la comida que sabía que más le gustaban, preparaba las infusiones que Wen Zhuo le había indicado y utilizaba las hierbas relajantes en el quemador de incienso para que pudiera descansar mejor. También cambiaba las sábanas con frecuencia, procurando molestarlo lo mínimo, y mantenía la casa limpia.

En todos estos cuidados, que Lan Wangji proporcionaba con suma dedicación, no faltaban los baños ni los cambios de ropa.

—Lan Zhan... no... —se quejó Wei Wuxian las primeras veces— yo puedo...

—No puedes ni moverte —repuso Lan Wangji—. Déjame ayudarte.

—Pero... me verás... —murmuró Wei Wuxian. Como persona abnegada que era, le preocupaba más que Lan Wangji se sintiera incómodo al verlo desnudo que su propio bienestar.

—Deja de decir tonterías —insistió Lan Wangji, mientras lo desvestía para bañarlo.

Lan Wangji estaba más centrado en la salud de su marido que en cualquier otra cosa. ¿Y qué si lo veía desnudo? Sí, era muy atractivo; siempre lo había sido, en cualquiera de los dos cuerpos que su alma había habitado. Su físico también había mejorado considerablemente desde la última vez que lo había visto sin ropa, en otro lugar y en otras circunstancias, pero Wei Wuxian estaba enfermo y lo necesitaba.

El agua de la tina estaba tibia, tal como Wen Zhuo le había indicado, y Lan Wangji sostuvo en brazos a Wei Wuxian para sumergirlo en ella. Luego lo acomodó, lo lavó frotando suavemente su piel dolorida y lo dejó allí un rato para que su temperatura corporal descendiera. Durante ese tiempo, Lan Wangji aprovechó para lavar sus túnicas, colgarlas en la parte trasera de la casa para que se secaran y cambiar las sábanas de la cama.

En unas semanas llegaría la primavera. El sol, que hasta ahora se había asomado tímidamente entre las nubes, empezaba a ganar fuerza y derretía el blanco que cubría las montañas, dejando al descubierto un manto verde esmeralda, salpicado de colores por la llegada de las primeras flores.

En cuanto a la señora Wu, siguió visitándolos para ver cómo estaba Wei Wuxian y para que Lan Wangji no tuviera que ocuparse de todo él solo. Pero eso sí, procuraba mantener cierta distancia, pues sabía bien que la pareja necesitaba tiempo a solas y se aseguraba de no invadir su intimidad más de lo justo y necesario.

Respecto a Wen Zhuo, acudía a menudo para asegurarse de que se recuperaban. Primero atendía a Wei Wuxian y, cuando él dormía, aprovechaba el tiempo restante para aplicar algún masaje terapéutico o tratamiento de acupuntura a Lan Wangji.

Obviamente, el que estaba enfermo por la fiebre era Wei Wuxian, pero Lan Wangji mostraba claros signos de agotamiento. No lo mencionaba, pero tampoco hacía falta; sus ojos claros y serenos estaban ligeramente velados por la fatiga, y bajo ellos se adivinaba la sombra de unas incipientes ojeras.