Capítulo 2

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Estando dentro de la limusina me encontré con un sin fin de lujos delante de mí.

Desde el forro del asiento, hasta tener un pequeño refrigerador y un control a mi lado lleno de botones, estaba completamente pasmada al ver todo eso. La cabina era grande, pero la mayoría del espacio estaba ocupado por todas las cosas, la curiosidad comenzó a picarme y lo primero que decidí explorar fue la pequeña nevera, la abrí y me encontré con varias latas de bebidas gasificadas y uno que otro postre como pasteles y helados en botes individuales, la curiosidad siguió diciéndome que explorara y decidí sacar una rebanada de un pastel con glaseado oscuro, lo tomé y cerré la puertita, encontré algunos cubiertos en una bandeja arriba de la nevera y tomando un tenedor, corté un pedazo de la rebanada y lo llevé a mi boca.

El pequeño pastel era de chocolate, pero no tenía el sabor peculiar de un pastel de chocolate como los pocos que había probado en alguna que otra fiesta en las que actué, era un sabor diez veces mejorado, continué comiendo y cuando menos lo esperaba ya no tenía nada sobre el plato, tampoco sé en qué momento ya tenía una montañita de platos, botes y envolturas de comida a mi lado derecho, cuando sentí que el auto disminuía la velocidad dejé a medio comer un pastel con relleno de vainilla, tomé todas las envolturas y platos que antes contenían deliciosos postres y los dejé en un pequeño bote de basura que se encontraba ahí, una carcajada escapó de mi garganta, el recorrido constó de una media hora aproximadamente y por poco terminé con todo lo que se encontraba dentro del mini refrigerador. En cuanto limpié los restos de betún de mi boca abrieron la puerta de la limusina, me indicaron que saliera así que tomé mi mochila y salí.

El aeropuerto era enorme y muy concurrido, pasé por un proceso exhaustivo de chequeos y revisiones que me marearon hasta que por fin me encontraba caminando al avión privado en el que viajaría hasta Ángeles,

En las revistas que papá guardaba en su estudio, vi muchas fotografías de cómo se veía un aeropuerto, pero verlo en persona cambiaba totalmente la percepción, era una sensación de pequeñez y libertad conjuntas. Subí las escaleras y al encontrarme ya adentro, una vez más, vi más cosas lujosas y hermosas en frente de mí, como viajaría sola podía sentarme en cualquiera de los pocos asientos que había ahí dentro.

Me decidí por un asiento junto a la ventana, cuando me senté, inmediatamente mis músculos se relajaron, el asiento era la cosa más suave y acolchonada que había sentido en mi vida, me dejé caer totalmente en él y suspiré, escuché la voz del piloto por una bocina anunciando que estábamos a punto de despegar así que abroché mi cinturón y me erguí inmediatamente.

Al inicio me sentí algo asustada pues el avión se agitaba demasiado, pero al estar en el aire el movimiento era imposible de sentir, miré por la ventanilla y parecía que casi podía tocar las nubes. No pude evitar pensar en May y Gerard, si estuvieran aquí sé que estarían saltando en sus asientos de tanta emoción, sonreí y mis párpados comenzaron a pesar, el cansancio de mi repentino viaje junto con la gran cantidad de postres que comí y el asiento tan cómodo en el que me encontraba provocaron que se me cerraran los ojos inmediatamente.

*****

Maxon

Media hora, tenía a Silvia desde hace media hora dentro de mi despacho explicando cosas que no me interesaban y ya estaba irritado, como futuro rey tengo cosas más importantes que hacer que estar organizando una absurda fiesta de cumpleaños que ni siquiera quiero, además de aguantar las presiones de mi padre sobre contraer matrimonio, ya me había propuesto hacer mi "Selección", pero decidí terminar con esa absurda costumbre que Gregory Ilea comenzó, si me caso será porque yo quiera, no por un estúpido circo.

-Silvia, tú eres la experta en esto y me conoces desde pequeño, ¿por qué no te encargas tú de toda la fiesta?, y si quieres, hazlo junto a mi madre, últimamente está muy sola y se queja de todo, tal vez eso la distraiga un poco- le dije a Silvia para que me dejara solo, asintió y se fue.

Suspiré, estaba harto de que todo el mundo me entretenga en cosas insignificantes, soy Maxon Schreave, futuro rey de Ilea, un hombre criado y educado para gobernar, no para fiestas tontas, bueno, fiestas también, pero no era el momento. Observé la hora en el reloj de pared de la oficina que marcaba las 3:30 de la tarde

- Hora de comer - me levanté, salí de la oficina y me dispuse a ir al comedor, entré y mis padres ya se encontraban sentados.

-Buenas tardes padres- saludé y me senté a la izquierda de mi padre, me saludaron y nos sirvieron la comida.

Mientras comía, mi padre sacó de nuevo el tema del matrimonio.

-Maxon, ¿Ya pensaste qué haremos respecto a lo que te dije de La Selección? -

-Vas a quitarme el apetito, ¿sabes?, lo mismo que te dije la última vez, no pienso ser parte de esa tontería- dije sin darle mucha importancia, ya habíamos hablado de este tema desde que comenzó el año.

-Hijo piénsalo, podrías encontrar al amor de tu vida- dice mi madre, yo ruedo los ojos.

-Además de que, sin esposa, no hay corona- recuerda mi padre. Él siempre sabe cómo darme en mi punto débil, sabe cuánto anhelo y quiero ser el rey.

-Sí padre, lo sé, pero me parece ilógico y tonto hacer una Selección y buscar una esposa que sólo estará de adorno a mi lado mientras todo el gobierno y el país recaen en mí, no necesito una esposa. -

-La necesitas para ser rey- con esa simple frase me hizo callar, sabía que tenía razón y no podía negarlo.

-Lo lograste, si me disculpan, ya no tengo hambre- me levanté y salí lo más pronto que pude para ir a mi habitación.

Entré y azoté la puerta estrepitosamente, me senté en el sillón más cercano que encontré y tomé una de las carpetas sobre los nuevos proyectos que mi padre planeaba realizar en un mes, tal vez algo de trabajo me distraiga.

Quince minutos después escuché golpes en la puerta de mi habitación y seguido de eso mi madre asomó la cabeza.

-Hola hijo, ¿puedo pasar? - preguntó formando una leve sonrisa tímida en su rostro, asentí desganado mientras tomaba mis carpetas y me cambiaba del sillón a mi cama.

- ¿Ahora qué pasa mamá? - le dije regresando mi vista a las finanzas que estaba revisando y ella se sentaba frente a mí.

-Trabajo y más trabajo, ¿por qué no dejas eso un rato?, te la pasas con la vista en eso desde que te levantas hasta que te acuestas, mejor sal a los jardines y respira un poco, el clima está excelente allá afuera, además hoy plantaron unos rosales nuevos y se ven hermo...- no la dejé terminar.

-Madre no tengo tiempo para eso, necesito revisar estas cosas que son mucho más importantes que unos nuevos rosales- le dije sin siquiera separar mi mirada de los documentos.

- ¿Qué le pasó al Maxon que amaba jugar en los jardines?, ¿dónde está mi niño que le encantaba sacar fotografías y que me contaba todo? - levanté mi mirada y vi que los ojos de mi madre estaban cristalinos.

-Creció y está por convertirse en rey- mi tono de voz era seco y frío, sin emoción.

-No sé en qué momento te convertiste en esto, en un hombre ambicioso y desesperado por el poder- una lágrima salió de sus ojos -ni tampoco sé en qué momento dejaste de disfrutar de la vida- se puso de pie y se acercó a mi -sólo sé que extraño a mi hijo Maxon, el verdadero Maxon- acarició mi mejilla -No a esto en lo que te transformaste- se dio la vuelta y salió de mi habitación.

Cuando escuché la puerta cerrarse me dejé caer en la cama y suspiré, hasta cierto punto sé que mi madre tenía razón, examiné mi habitación y en un pequeño rincón vi algo iluminarse con los últimos rayos de sol que se filtraban por la ventana para dar lugar a la noche, confundido me levanté y caminé al objeto.

Sobre una pequeña mesa olvidada en un rincón estaba mi cámara fotográfica, ya ni siquiera recordaba que aún la tenía, la levanté y debajo de ésta había algunas fotografías, las observé, recuerdo que tomé esas fotos cuando tenía 12 años, era la fiesta de cumpleaños de mi tía Adele, en la foto estaban ella y mamá sonriendo hasta más no poder, fue la última vez que usé mi cámara, después papá me hizo dejar de usarla.

Busqué una caja y metí en ella las fotos, los rollos y la cámara, la cerré y la guardé en uno de mis armarios, regresé a mi cama y continúe mis análisis de finanzas, si voy a ser rey tengo que enfocarme en lo que importa, en gobernar.

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Sin Elección (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora