Tenue Impulso.

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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 10.
𝐓𝐞𝐧𝐮𝐞 𝐈𝐦𝐩𝐮𝐥𝐬𝐨.
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Las cuatro de la mañana arrimaron más pronto de lo que Mikasa había esperado. Creyó desesperanzada que la noche se le haría interminable, cavilación tras cavilación imparable, la recreación del asesinato, y la ausencia de Eren. El castaño le había ordenado marcharse a su habitación mientras él se quedaba limpiando el desastre. Por fortuna, no le pidió a Mikasa que limpiara como la vez anterior. Esta agradeció en su interior y se dirigió, tiritona y obediente, a su habitación, la biblioteca. Encerrada, le pareció que a su alrededor transitaban algunas sombras de figuras alargadas y difuminadas, espíritus y voces sin rostros, presencias extrañas. Atinó a quedarse en la orilla del cuarto, muy oculta entre esas sombras, esperando sin razones a alguien. No obstante, estaba segura de que Eren no regresaría, lo había escuchado dar cuerda al motor del vehículo y marcharse, y aunque volviera, sabía que se marcharía a su habitación y no lo vería hasta mañana.

La abandonaría. Y no debería sentirse herida. Desde un comienzo Eren la había maltratado psicológicamente. Dejando en claro la potente distancia entre ambos. Pero Mikasa insistía en considerar, por extraño que fuera, un vínculo, advertir un tenue impulso de compasión.

Por loco que sonara para la Mikasa del pasado, ésta había reaccionado con gusto al beso y al abrazo entrecortado. Le había resultado afectuoso y vecino. No había tenido miedo, y eso que la mayoría de su vida consistió en una historia de terror y odio. No fueron las garras de un monstruo la que la sostuvieron por un instante, por el contrario, las de un hombre dispuesto a protegerla y reconfortarla en una crisis.

Olvidaba la raíz del problema.

Más bien trataba de olvidar que la raíz principal del problema era el castaño.

Si no la hubiera obligado a matar a aquel hombre, Mikasa no hubiera necesitado un respaldo emocional para la crisis de pánico posterior. No obstante, su mente elaboró una entramada respuesta para cubrir la responsabilidad de Eren. Él no iba a cambiar de un día para el otro. Inhumano, cruel, sanguinario y psicópata, no desarrollaría aquel tipo de empatía con cualquiera. No con su presa. Sin embargo, Eren la había abrazado, y besado, y eso había bastado. Un beso agrio, amargo y salado. Nunca creyó que un beso entre lágrimas y sangre luciría un alivio apetitoso para ella. Nunca creyó que acabaría necesitando desesperada una muestra de afecto. Cualquiera fuera.

Y menos luego de haber cortado la garganta de un hombre.

La noche siempre le aterró. Envuelta en sombras yacía desprotegida. Todo ocurría en aquélla oscuridad, todo lo malo. En especial, debido a su padre, quien terminaba de trabajar (cuando trabajaba) de noche. Aprovechaba sus momentos libres y "visitaba" a Mikasa en su habitación. Por meses, el único consuelo fue el manto estrellado tras la ventana entreabierta de su cuarto mientras era tomada a la fuerza, y aún así era incapaz de detener el pavor y la congoja que la afectaba. El resultado fue que no pudo atravesar noche alguna sin tener que aguantar a su padre metido entre sus sábanas, que invadiera su privacidad y la ultrajara.

En estos días, no era tan diferente. Sólo que los actuales demonios eran rostros sombríos tras la espesa oscuridad, que ella misma había asesinado.

Dormían con ella, la acompañaban, la acosaban. Mikasa nunca había comprendido honestamente lo que era la privacidad. Tener algo propio, un momento a solas, sin temor, ni angustia, ni tensión.

En aquellos momentos desbordados de emociones negativas, Mikasa aprendió y comprendió, que la única manera de combatir el miedo, era adaptarse. Y lenta y meticulosamente, con el tiempo aprendió a disfrutar y a esperar la oscuridad. A pesar de todo, todo lo malo que ocurriera, el alivio por la paz venidera siempre fue aún mayor que en cualquier etapa del día.

UNDER YOUR SKIN. {EREMIKA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora