Sangre, Lágrimas, Tragedia, Muerte.

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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 14.
𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞, 𝐋𝐚𝐠𝐫𝐢𝐦𝐚𝐬, 𝐓𝐫𝐚𝐠𝐞𝐝𝐢𝐚, 𝐌𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞.

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¿Por qué yo no?













El vestigio del recuerdo de Mikasa lo sorprendió en la mañana al despertar. La primera visión no fue la mesita de centro con el florero decorativo de flores azules en medio, velas aromáticas apagadas y dos revistas apiladas, sino más bien la impresión exacta del cuerpo de Mikasa. Definitivamente, aún no estaba del todo despierto, sus ojos abiertos, pero la mente aún inmersa en el otro plano vedado de los sueños. Cuando pudo salir al fin de la ensoñación, la impresión de la pelinegra se diseminó en lo granizado del techo. Eren se acomodó en la cama. No se había metido ni sacado la ropa del día anterior. Una tenue capa de sudor cubría su cuerpo, en especial su cuello. Por unos largos minutos se preguntó el por qué de esta sudoración, sin la presencia de calor ni de una fuente emisora de luz potente, entonces llegó a la conclusión de que había tenido una pesadilla que no podía recordar por más que se esforzara. Miró a su costado, donde un reluciente ventanal dejaba ver una ciudad grisácea, y un balcón solitario. La cortina oscilaba de vez en cuando con la fresca brisa mañanera. Nunca le había parecido más interesante una vista que ahora mismo, buscando una excusa para quedarse en la cama y no encaminarse a la nueva vida.

Los cuatro días habían transcurrido con asombrosa rapidez luego de aquel baño con Mikasa. Eren no los había estado esperando con la misma intensidad que ella, y por esta razón se les habían pasado volando. Además de que en los días restantes, se había encargado de asistir meticulosamente a las reuniones de la empresa. Zeke y Mikasa habían sido lo único rondante en su mente, no hubo espacio para Irina ni para el resto. Aunque Eren no pensara en los cuatro, tres, dos y un días restantes de la boda, el único atisbo de realidad lo acosaba antes de dormir, con su pulso en la garganta, y otro pulso sobre su pecho. Sentir con esa cercanía a la pelinegra le hizo cuestionar si realmente estaba preparado para dejar ir instantes como estos, a fin de un casamiento forzado. Nunca le había gustado aceptar órdenes, ni condenar su vida a una ficción prefabricada, sin embargo, ahora mismo no vio posibilidades de llevar la contraria. Y si lo pensaba bien, le convenía mucho más obedecer que rehusarse.

Cuando en el último día veía todavía el reflejo de un hombre soltero, le invadió el miedo de condenarse a una ficción más que nunca. Entonces, había convencido a Mikasa para que no lo dejara solo en lo que durara aquel bendito día, y que lo besara cuánto quisiera y cuánto él lo pidiese. Mikasa aceptó, casi igual o peor temerosa que él. Eren sabía que Mikasa no hablaba de sus problemas por obvias razones, pero era tan expresiva como un libro abierto con su lenguaje físico. Mikasa estaba incluso más aterrada que él con la nueva vida de su captor, pues suponía, por sobre todas las cosas, que estaba destinada a ser olvidada y desechada como un alimento en descomposición, y como aquel alimento pasaba las últimas horas descompuesta, sintiendo que por dentro algo más inherente que sus órganos estaba siendo machacado por bacterias ofensivas. Cuando Eren le encomendó la tarea de besarlo cuanto quisiese, Mikasa cogió la orden como si hubiera cogido un remedio contra esas bacterias. Y lo consiguió, cuando justo necesitaba los labios de Eren en su propia boca, el remedio aplacó los calambres de sus tripas moribundas y su cuerpo descompuesto. Pero entonces, conforme el paso del tiempo y la inevitable llegada del aterrador día de la boda, los besos en vez de curar, se convirtieron en el frasco contenedor de las bacterias caníbales.

Unos besos no bastaron para calmarla, nada, excepto una promesa.

-No te haré daño. Nunca más. No te mataré aunque me lo ordenen.

UNDER YOUR SKIN. {EREMIKA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora