Prólogo: No es solo un mal día.

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Como cada mañana, tras el sonido del timbre, Moon Byul-yi había entrado al instituto en el que estudiaba. Entraba cabizbaja, consciente de que aquella tortura que vivía en su día a día iba a comenzar de nuevo.

Caminó por aquellos pasillos que se le hacían cada día más largos y angustiosos, encontrándose paredes, taquillas y suelos repletos de fotos suyas, tomadas desde los peores ángulos posibles, pintadas a modo de mofa, resaltando aquello que otros consideraban sus imperfecciones, con las que se le intentaban humillar de nuevo. A pesar de lo desagradable de la situación, Byul avergonzada, y siendo inconsciente de como una indomable ira adolescente le invadía cada vez más, intentó controlar aquel sentimiento, tratando de calmarse se giró con furia, aquella que intentaba reprimir y que le estaba empezando a dominar, y arrancó cartel tras cartel para hacerlos una bola de papel, tirarlos con fuerza a la basura. Su sentimiento de humillación era demasiado fuerte, y a pesar de que aquel tipo de actos fuesen un constante en su vida, se frustraba porque no conseguía restarles importancia. Sus pensamientos empezaban a no ser claros, su mente se estaba nublando por la impotencia que sentía y se cuestionaba internamente que había hecho para merecer aquello. Sabía que no era una de aquellas chicas estereotípicamente "normales", pero ¿ese no es motivo para amargarle la vida a nadie?

Se fue en dirección a clase, con la cabeza gacha, intentando contener todos aquellos sentimientos negativos que cada vez cogían más fuerza y por los que, gracias a la pubertad, la hacían más irascible, intentó pretender que nada de eso había sucedido, respiraba calmadamente, intentando relajarse mientras intentaba pensar en otras cosas, cuando notó como una mano la agarraba con fuerza de su antebrazo tiró de ella, haciendo que girase con fuerza, para así encontrarse cara a cara con uno de sus agresores. Lee Seungri, un chico no mucho más alto que Byul, bastante musculado para su edad, con pelo corto y negro, piel oscura, ojos pequeños y rasgados de color negro, hizo contacto visual con ella.

Para Sungri, que tenía una inteligencia comparable a la de un mosquito, estar allí no dejaba de ser algo aburrido, y al fin y al cabo que no hiciese ningún tipo de esfuerzo le iba a ser premiado de todas maneras. Era del hijo de uno de los ministros del gobierno, el cual de ellos fuese realmente no importaba, ya que gracias al trabajo de su progenitor se libraba de trastada tras trastada, y de examen tras examen, aunque entregase el folio vacío conseguía las notas propias de un genio.

Lee afiló su mirada y comenzó a sonreír con superioridad, dándole a entender a aquella que tenía agarrada por el brazo, que aquella pesadilla que vivía día tras día estaba a punto de volver a repetirse. Se había convertido en algo prácticamente cíclico, con la única excepción de que parecía que cada día la intensidad subía, y cada día hacía que Byul se cuestionase más cual era el fin de su existencia, y por qué el destino estaba haciéndola pasar por esto.

Detrás de Seungri se encontraba su principal súbdito, Eric Nam, que se dejaba abusar a cambio de algo de protección ante otro tipo de abusadores, y en parte también por miedo. Eric le seguía ciegamente, y no cuestionaba mucho lo que hacía, quizás porque también se lo pasaba bien haciendo ese tipo de cosas.

Eric, que era nacido en Los Estados Unidos, era bastante guapo comparado con Seungri. Tenía unos rasgos delicados: sus ojos castaños eran rasgados, su nariz fina y sus labios carnosos. Su mandíbula estaba perfectamente delineada y su piel era tenía un ligero bronceado que le hacía destacar sus rasgos. Siempre llevaba el pelo perfectamente cortado y peinado, se lo solía acomodar dejándose el flequillo abierto.

Su cuerpo, a comparación con el de Lee, era algo más delgado, pero también estaba algo tonificado, haciendo que luciese mucho más esbelto que este.

Al fin y al cabo, Eric Nam era uno de esos chicos de alta cuna, aquellos a los que se les notaba que sus padres tenían dinero para aburrir, y que por ello te miraban por encima del hombro permanentemente, en especial, por aquella educación que había recibido en Los Estados Unidos, de la que tanto presumía, y, como consecuencia, no era capaz de hablar coreano correctamente.

No eres fea, Moon Byul-yiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora